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Sabemos que los políticos tienen sus luces y sus sombras. Se hallan en una carrera muy seria y comprometida donde pueden brillar con obras fantásticas y duraderas. No siempre ocurre esto. La experiencia nos demuestra que la mayor parte de las veces, los gobernantes nos decepcionan con acciones ineficaces y en el peor de los casos cayendo en corrupción o en otros delitos que perjudican las Arcas del Estado. La corrupción enriquece a unos poquitos y empobrece a muchos.
Es que siempre el poder seduce, fascina y confunde a muchos que no están preparados y sucumben ante las tentaciones y las codicias. Por ese motivo, hay gente que se lanza a la arena política solo porque son sagaces y astutos. No tienen ética ni moral. Carecen de patriotismo y no cuentan con perfil de estadista. No leen ni escriben bien. No son intelectuales. Sin misión ni vocación se presentan como candidatos a cargos electivos, Y de a poco, va escalando hasta llegar a las más altas esferas. Quizás su único objetivo es enriquecerse rápidamente, sin importar los medios.
Cada vez que termina un período de 5 años, el país se encuentra en crisis y nos damos cuenta del desastre en todo sentido. Nos quejamos porque no hay nada en los hospitales; porque las escuelas caen a pedazos: porque somos víctimas de delincuentes: porque no hay fuentes de trabajo; porque los precios de los alimentos están por las nubes y no hay transporte público en forma. El país queda endeudado hasta la coronilla y no se ve nada efectivo ni provechoso para la población que paga sus impuestos y va a votar cada vez que hay elecciones. Las esperanzas de cambiar se depositan en las nuevas figuras. Y nadie sabe a ciencia cierta cómo nos irá en los próximos años.
Esto es cíclico y repetitivo. Puede irnos mejor o peor. Tal vez nada cambie, que es lo más probable porque la estructura del poder es vieja, corrupta, ineficaz y obsoleta. Está construida para robar y delinquir. Nadie paga las consecuencias porque los tres poderes se prestan a la mafia, al narcotráfico, al lavado de dinero, al contrabando, a las licitaciones amañadas, al tráfico de influencia, de rollos, de personas, de esto y lo otro. Y así nos va.
Si la política fuese una educación y una pedagogía dictada por los mejores maestros, el escenario se observaría diferente. Si los que están arriba no cumplen sus promesas y no son ejemplo, los que están abajo hacen lo mismo. Roban, asaltan y delinquen a su manera. Es un caos y una anarquía donde no se entiende nada. A río revuelto, ganancia de pescadores. Así las cosas, es muy difícil cambiar y soñar con un país nuevo. Esta ilusión se vuelve una utopía, una quimera.
Quizás los jóvenes, que son mayoría, con fuerza y valentía, sean capaces de forjar una patria nueva con mentalidad renovada. Quizás ellos sean los actores y protagonistas de romper esta estructura que ya no funciona bajo ningún sentido. Y como siempre, esperaremos otros 5 años. Como siempre.