Lo grotesco y lo inútil en nuestra política

En su libro Elogio de la política, el mexicano Baltasar Dromundo (1906-1987), ensayista de subida ironía, afirma que “ser un inútil, pero sacar provecho de ello, da excelentes resultados en la política”.

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Y que lo bueno de la inutilidad es que no hace falta estudiar, sino simplemente ponerle ganas. En ciertos organismos y en el Congreso se retratan algunas inutilidades aludidas por el autor azteca.

Dromundo señala que la presencia de una persona de escaso entendimiento “ofrece una utilidad más para el jefe”. Por ahí va la cosa. El estulto (forma erudita de decir “el tonto” o algo peor) no llega por voluntad propia, sino por alguien que maneja hilos vigorosos y a quien servirá para propósitos específicos.

El libro de referencia fue escrito en los años 40 y parece reflejar algo muy actual en nuestro país y cuyo foco se centra, por ejemplo, en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) y más puntualmente en su presidencia. En ese cargo cumbre, en el sillón presidencial, anidó un pichón cuyo perfil encajaría en la descripción de Dromundo. Un muchacho que pese a las magras entendederas demostradas, tiene gustos gruesos en sus atuendos y accesorios. En los que no economiza gastos, según parece.

El presidente del JEM fue ya diputado y ahora llegó a senador. Ya fue miembro del organismo citado, para integrar el cual se debe ser abogado. Ante la cortedad de entendederas del joven se sospechó que ni siquiera fuere abogado. El problema se salvó con la oportuna aparición de un título otorgado por una Universidad cuyo nombre ni él debe recordar. La primera vez que debió leer unas líneas en el Jurado, comenzó a tropezar con las palabras. Más de uno se preguntó: ¿cómo apareció ahí? Desde el fondo surgió una voz cavernosa: “Es la joya de Horacio”. Ah, bue… Ahora es presidente del JEM. Se entiende ¿no? Dromundo diría que el referido valor es “un inútil pero saca provecho de ello”. Tanto provecho que debe un platal al señor que lo tiene por joya y a quien él adora.

Dias pasados hizo su aparición en Diputados, a los trompicones con la lectura, otra honorable representante del neocoloradismo, la señora Virina Villanueva, natural de Concepción, ciudad que nos diera mentes brillantes como Carlos Colombino, Luis Toranzos o Nila López. Amigos de la señora adujeron que es heredera de una empresa importante, pero eso no le quita la escasa calidad exhibida en su primera intervención. Es más, si es empresaria, debiera aprovechar para formarse algo más.

El viernes se integró nada menos que al Senado, un pintoresco joven que llegó por el payismo pero enseguida se acopló al quinchismo. Será senador por ¿voluntad popular? En la “oposición” hay varios casos casi grotescos.

Todo esto nos lleva a pensar que la política es una actividad en la que la inutilidad da buenos resultados… para el inútil. Solo hay que buscarse un jefe adorable a quien servir con buen provecho.

nerifarina@gmail.com

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