Solucionar el desastroso sistema de salud pública y el pésimo nivel de la educación no será una cuestión de voluntad de una administración que se pueda concretar en un solo periodo presidencial. Depende de políticas de Estado a largo plazo y amplios consensos de diversos estamentos de la sociedad paraguaya, algo que no se ve que hayan iniciado siquiera.
La figura de Peña puede generar confianza y empatía en buena parte de la ciudadanía, pero no podrá llevar adelante sus proyectos sin un equipo que le responda incondicional y eficazmente. Y he ahí el problema.
Entre los ministros que eligió para su administración hay personas que parecen tener condiciones y sintonizar con sus propuestas, como Carlos Fernández Valdovinos (Economía), Luis Ramírez (Educación) o Rubén Ramírez Lezcano (Cancillería). Sin embargo, son más los cargos que parecen haber sido llenados solo por motivos político-partidarios, detrás de los que estaría el expresidente Horacio Cartes, su mentor, cuya influencia para nada oculta Peña.
Un caso ejemplar es Tadeo Rojas, exministro del Interior durante la gestión de Horacio Cartes (2013-2018), destituido en su momento como “fusible”, para preservar la figura del entonces mandatario, tras el asesinato de Rodrigo Quintana en la sede del PLRA por policías que irrumpieron en el local partidario, en un claro caso de terrorismo de Estado nunca aclarado y del cual Cartes salió indemne, por la mayoría que tenía entonces en el Congreso. Rojas, utilizado como cabeza de turco en aquel momento, es ahora reivindicado y premiado en la gestión de Peña con otro cargo para el cual su idoneidad está en claro entredicho.
Por otro lado, Cartes presentó una denuncia por persecución política (delito inexistente en el Código Penal), denuncia falsa y persecución de inocentes, entre otros, difíciles de probar, dado que las denuncias y sanciones vinieron para él y sus empresas del exterior.
Cartes y su equipo afirman que las sanciones se deben a denuncias falsas que llevaron representantes del gobierno anterior ante las autoridades de los EE.UU., algo poco creíble.
Pero, la denuncia se presentó y con la amenaza además del diputado cartista Yamil Esgaib al fiscal general de que será destituido en caso que no la impulse y la concluya satisfactoriamente.
En su discurso inaugural, Peña no hizo mención a los derechos vulnerados de las mujeres y de los pueblos originarios, como si tales cuestiones no existieran.
Sorprendentemente, tampoco mencionó a los entes binacionales, en uno de los cuales, Itaipú, colocó a un cuestionado político como Justo Zacarías Irún y en el otro, Yacyretá, al diputado Luis Benítez. En el Ministerio de Agricultura fue nombrado el senador Carlos Giménez y el objetivo fue crear una vacancia en el Senado para cumplir con el compromiso de Cartes de darle el cargo al hijo del exsenador Juan Carlos Galaverna, que estaba como tercer suplente.
El discurso de Peña fue un decálogo de buenas intenciones, pero varias de las figuras que ubicó en cargos importantes parecen llamadas a motivar prematuras crisis antes que a brindar soluciones.