A modo de balance parcial e imperfecto destacamos algunos puntos, no del desempeño de nuestra selección, sobre lo que ya se ha escrito y comentado bastante, sino de algunos detalles de la experiencia.
Lo primero que debe decirse es que la ampliación de la ruta II es de una obra de enorme utilidad.
En promedio se ahorran entre dos horas y dos horas y media en completar el viaje, y tal vez más, dependiendo de la velocidad que uno desarrolle.
Esto significa más tiempo para trabajar o descansar, ahorro de dinero, mejor rendimiento y productividad y menor desgaste del conductor.
La circunvalación de ciudades que se fueron edificando sobre la ruta internacional permite ahorrar tiempos y distancias, es sin embargo muy necesario el tener mejor señalizadas algunas de las tantas rotondas que se incorporaron a la ruta, modificando el proyecto original, y suavizar las pendientes algunas lomadas que perfectamente pueden ser sustituidas por reductores que cumplan la misma función.
Lo mismo sobre los “controles” de la Patrulla Caminera, es un gran avance que ya exista solo un sentido único de circulación por ambas vías desde Ypacaraí hasta Ciudad del Este.
Habiendo desaparecido las historias muchas veces fabricada de los adelantamientos indebidos, se intensifican ahora las de los excesos de velocidad.
La tecnología debería ser el camino, radares bien calibrados, reductores bien hechos y señalética adecuada y clara, son la mejor herramienta para conseguir el verdadero objetivo: disminuir la velocidad en donde sea verdaderamente necesario.
Solo es cuestión de ir algunos kilómetros más allá y ver cómo funciona por ejemplo la BR-277 ya en el estado brasileño de Paraná, para comparar la ficción de nuestros controles con el resultado obtenido allí.
Ya en el centro de Ciudad del Este el tránsito sigue siendo intenso y desordenado, aunque el haber mantenido el sentido único las avenidas San Blas y Monseñor Rodríguez, paralelas a la ruta internacional, permite una mayor fluidez en la circulación.
El estadio Antonio Aranda, del Club 3 de Febrero, fue mejorado en su superficie y en parte de sus instalaciones, pero sigue teniendo deudas para que personas con problemas de movilidad puedan acceder a sus zonas superiores.
Lo que no se puede tolerar es que un apagón como el que se produjo una vez que concluyó el juego ponga en riesgo toda la organización.
No solo por impedir que se pudiese realizar la conferencia de prensa en tiempo y forma de los entrenadores al terminar el partido, sino por el proceso de evacuación del estadio, que además tiene el inconveniente de que en la zona de Preferencias debe realizarse a través de un único acceso no muy amplio por el que deben salir miles de personas en un tiempo muy reducido.
Es un enorme detalle que la dirigencia del fútbol debe prever y solucionar cuanto antes, considerando principalmente la seguridad de los asistentes al estadio, pero también que estos juegos ya forman parte de la competencia del Mundial 2026, y todos estos detalles trascienden las fronteras proyectando la imagen de imprevisión.
Lo mismo debe decirse del proceso de venta de entradas, hay que afinar los registros y controles para que personas que genuinamente quieran asistir a los partidos puedan acceder a las entradas y no se conviertan en víctimas de revendedores que incluso llegaron a cuadruplicar los precios oficiales.
Los revendedores de la calle muchas veces son el último eslabón y rostro visible de la práctica especulativa de una rosca que comienza mucho más arriba.
Algo más puede hacerse. Es cuestión de voluntad.
El público esteño, y el del resto del país, merecen ese respeto.