Hacer las cosas mal, pudiendo hacerlas bien

¿Por qué el gobierno de Santiago Peña, su Gabinete y parlamentarios decidieron aprobar una ley tan importante, como la de la creación de una Superintendencia de Jubilaciones y Pensiones, dando una imagen de atropello e imposición, si podían hacerlo de otra manera?

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Hay quien dice que el motivo es que esta administración cartista debía dar una muestra de autoridad luego de exponer públicamente varias reculadas desde el comienzo de su gestión.

También se dice que este gobierno debía mostrar disposición a cumplir los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre ellas justamente la creación de la Superintendencia, más por el hecho de que pronto necesitará recurrir a préstamos internacionales.

Sin embargo, las consecuencias de imponer su mayoría de manera burda en el Congreso le puede costar caro, al crearse un conflicto innecesario y darle a la oposición una causa con la que embanderarse. Esto, sin mencionar el desgaste político que le implica e implicará este tema, a menos de 4 meses de haber asumido.

En estos días, el Presidente brindó una de sus primeras entrevistas a periodistas que no son de algún medio de su grupo político. Pese a que no se notó alguna intención de someterlo a un interrogatorio exhaustivo, el mandatario expuso varias debilidades, verdades incómodas y silencios reveladores disfrazados de sonrisas pretendidamente socarronas.

Sostuvo ser víctima de una prensa con intereses empresariales, destacando la importancia de una prensa “libre”. Olvidó, parece, que de su lado tiene a varios medios que también, en todo caso, responden a un interés empresarial, más allá del alcance o credibilidad que obtienen.

Solo atinó a sonreir y no contestó cuando le apuntaron que casi los únicos casos de corrupción que la justicia investiga y da seguimiento (y no siempre) son aquellos que se denuncian a través de los medios masivos de prensa.

También confirmó algo que todos, de alguna manera, sabíamos: que las decisiones políticas importantes de esta administración se toman en el “comando político de Honor Colorado”, es decir en la conducción del cartismo, donde quien decide y tiene la última palabra, según admitió fuera de micrófono a periodistas de ABC un alto dirigente de ese equipo, es el expresidente Horacio Cartes.

No se libró el mandatario de pisar un palito que le puso uno de los periodistas que le preguntó a bocajarro si no le daba vergüenza la situación del senador Hernán Rivas, sobre cuyo título de abogado existen fundadas dudas y que mostró nula capacidad e inclusive problemas para expresarse en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.

Peña tuvo que decir que “ni un poco” le daba vergüenza, lo cual de ser cierto significaría su total divorcio con el decoro, la templanza y la honestidad con la que debe llevar su cargo.

El mandatario, aparentemente, cree que las denuncias sobre vínculos de dirigentes y parlamentarios de su sector con el lavado de dinero y el crimen organizado, la falta de idoneidad de cartistas nombrados en cargos de responsabilidad y los hechos de corrupción en los que incurren autoridades son “palos a la rueda” del gobierno.

O sea, el problema para él no son los posibles delincuentes que se valen de sus cargos para robar, sino quienes los denuncian.

Así, será difícil que alguna vez estemos mejor, como él sigue prometiendo, hasta ahora.

mcaceres@abc.com.py

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