La pobreza y la informalidad, las otras aristas de la cuarentena

Las ollas populares hacen frente a la crisis económica que desató el Covid-19.ABC Color

Lejos de las ventajas que da el mundo virtual para aprovechar la cuarentena, las ollas populares buscan paliar el hambre. En el anverso de la moneda, el Covid- 19 muestra que se deben redoblar esfuerzos para acabar con la pobreza y la informalidad.

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Con el fin de prevenir la expansión del Covid-19, las vertiginosas jornadas de trabajo y el alegre eco infantil de las escuelas pasaron a confinarse a los hogares del país. De esta forma, las lecciones de matemática e historia abandonaron los pizarrones y se trasladaron hasta las plataformas virtuales; además, el mundo de las transacciones económicas afianzó sus lazos con el universo de Internet y el servicio de delivery.

Destacadas universidades y academias de enseñanza abrieron virtualmente sus puertas al mundo, brindando un abanico de cursos totalmente gratuitos para aprovechar al máximo las jornadas en el hogar. Hoy tu smartphone te brinda la posibilidad de convertirte en un alumno de Harvard por algunas horas, o te ayuda a aprender ese idioma que siempre anhelaste.

En la dinámica de interacciones en las redes sociales, la frase "si no leíste algún libro, iniciaste un nuevo negocio o adquiriste otras habilidades; nunca te faltó tiempo, solo disciplina" abarrotó diversas plataformas digitales. Vos, ¿tuviste la oportunidad de sumergirte entre las páginas de algún drama o de nutrirte con nuevos conocimientos? No te preocupes si la respuesta a esta interrogante es un rotundo no; un alto porcentaje de la población paraguaya tampoco pudo hacerlo, pues se ocupó de luchar contra el hambre, sin una fuente estable de ingresos.

Así, los trabajadores informales fueron afectados colateralmente por las medidas de aislamiento social ya que, emprendiendo un pequeño negocio, subsistían de las ventas que realizaban diariamente. De acuerdo a datos del Ministerio de Industria y Comercio, la cuarentena afectó a 1.500.000 personas que desarrollan sus actividades laborales en condiciones informales o se desempeñaban como cuentapropistas.

La solidaridad de la gente se abocó a paliar el hambre y, con las donaciones de kits de alimentos, las ollas populares hacen frente a la crisis económica que desató el Covid-19. Mientras las necesidades aumentan en las áreas más vulnerables del país, la ayuda estatal se demora y no alcanza a todos los rincones del país.

Según datos de la Secretaría de Emergencia Nacional, hasta ayer, 220.000 personas habían sido beneficiadas con el programa Ñangareko, de las 330.000 que deben recibir el subsidio de G. 500.000 para comprar alimentos. Además, aún no se inició el pago de los subsidios a los trabajadores informales, contemplados en el programa Pytyvõ.

Al parecer, lo único que todos aprenderemos de la crisis del Covid-19 es que debemos redoblar esfuerzos para luchar contra las cadenas de pobreza y desigualdad que someten a la población del país.

Por Rebeca Vázquez (19 años)

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