Quedarse en casa no solo se convirtió en una necesidad para no contagiarse de coronavirus, sino también en un privilegio para unos pocos que pueden esperar que pase la cuarentena en la comodidad de su casa.
El encierro es una obligación que no todos pueden cumplir al pie de la letra, principalmente aquellas personas que sobreviven por medio de sus ganancias diarias; por ello, mantenerse en sus hogares no es una opción para muchos, si el hambre no deja de golpear sus puertas.
Los artesanos, que dependen de figuras moldeadas e imágenes creadas con diferentes técnicas y elementos, son uno de los tantos trabajadores afectados por la cuarentena, ya que la mayoría se vio obligada a buscar otra forma de subsistir por las pocas ventas actuales.
De este modo, Areguá, caracterizada por el sinfín de artesanías que adorna sus calles y destacan a la ciudad se volvió un triste testigo que observa cómo las tiendas pintorescas se fueron cerrando una por una, dejando a diferentes obras de barro entre el polvo de los locales solitarios.
"Nuestra situación era difícil desde hace tiempo porque sabemos que la artesanía no es vital y primordial como para vender todos los días", expresó en un comunicado Damiana Cardozo, representante de un grupo de artesanos, demostrando el papel secundario al que se ve reducida la artesanía, realidad aún más visible en estos días.
Variedad de cerámicas como planteras, alcancías o figuras para decorar el jardín son artículos muy prescindibles, pero la compra de algunas de esas mercaderías puede proveer alimentos a más de una familia.
Muchos artesanos se quejaron del olvido por parte de las autoridades, ya que no cuentan con ningún tipo de ayuda ni tuvieron alguna alternativa para aplacar sus carencias. Por otra parte, el Instituto Paraguayo de Arte habilitó el Catálogo Nacional de Artesanía Paraguay, plataforma que permite a los artesanos ofrecer sus productos y promocionar sus trabajos durante la cuarentena.
No obstante, resulta innegable que muchos trabajadores no podrán acceder al sitio web, ya que no todos cuentan con el mismo acceso a Internet o la capacidad de ofertar sus productos, mientras aguardan por algún interesado. La mayoría debe hacer malabares con lo poco que tiene para seguir sobreviviendo y, al mismo tiempo, guardan la esperanza de retomar sus actividades aunque la incertidumbre se apodere de su día a día.
De la misma manera en la que moldean el barro para crear una nueva figura, cientos de artesanos amasan la terrible realidad a la que están sometidos, tratando de seguir adelante para poner un plato de comida en sus mesas.
Sometidas a una cuarentena aplicable para pocos, al igual que los artesanos, muchas personas solo tienen dos opciones: quedarse en casa o salir a buscar el pan diario. De este modo, la empatía y solidaridad se vuelven las únicas aliadas que pueden dar un poco de optimismo a aquellos que están destinados a sufrir en silencio.
Por Macarena Duarte (18 años)