486 años de la ciudad de Asunción

Celebramos con este artículo de la profesora Beatriz González de Bosio el 486 aniversario de la ciudad de Asunción, oficialmente fundada el 15 de agosto de 1537.

Asunción, avenida España, hacia 1910.
Asunción, avenida España, hacia 1910.

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Asunción nació como fuerte militar en 1537. Fue un lugar de paso que desafió su destino al descubrirse que el Imperio Inca había sido sometido desde el Pacifico. Asunción fue también laboratorio experimental del sistema a aplicarse en el Nuevo Mundo. El adelantado Pedro de Mendoza recibió autoridad real delegada a cambio de su inversión exploradora, y fueron sus lugartenientes Juan de Ayolas, Domingo Martínez de Irala y Juan de Salazar de Espinoza quienes se afincaron en la zona y desde el comienzo protagonizaron una original e inefable historia.

Ante la desaparición física de Mendoza y de Ayolas, surgió el primer documento democrático republicano para elegir autoridad interina: la Real Provisión del 12 de Septiembre de 1537, que, conforme al derecho consuetudinario, fue aplicada durante los siguientes dos siglos hasta que la Corona tuvo que abolirla a consecuencia de la Revolución Comunera del siglo XVIII.

Asunción fue durante mucho tiempo el centro principal de la colonización en toda la región, pero su lejanía del mar le tenía reservado un destino subalterno al Puerto que ella misma fundó por el mandato concedido al capitán Juan de Garay.

Asunción nunca estuvo libre de crisis políticas; la han acompañado desde su fundación hasta el presente. Con su rebeldía natural, osó enviar de regreso a España, encadenado, nada menos que al segundo adelantado, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, sin importarle el contrato real que le daba autoridad. Nunca los enfrentamientos civiles en Asunción fueron tan encarnizados como a principios del siglo XVIII, cuando colonos y jesuitas cruzaron armas por las razones de siempre: privilegios, exenciones impositivas, libertad de comercio y autoridad legitimada.

En la primera etapa de la Revolución de los Comuneros, resultó victoriosa la orden jesuita. Esa victoria no perduró, pues 30 años después los ignacianos sufrieron la expulsión de todo el Imperio español.

Asunción pasó entonces a formar parte del Virreinato del Río de la Plata, intento de la Corona de fortalecer su dominio que no hizo más que apresurar la independencia, finalmente lograda en mayo de 1811, siempre con Asunción como eje de las acciones trascendentes.

En octubre de 1813, Asunción entró silenciosamente a la historia universal cuando Paraguay, de la mano de José Gaspar de Francia, declaró su independencia de manera soterrada al constituirse en la primera República de habla hispana y la tercera del mundo.

Asunción luego fue centro de aplicación directa del contrato social de Rousseau con un sistema de gobierno que consagraba la dictadura de estilo romano en caso de emergencia. En Paraguay, la «emergencia» duró toda la vida del Supremo Dictador.

Le sucedió una persona con igual autoridad y poder pero diferente denominación. El título de presidente constitucional no cambió el régimen autocrático, que llegó al extremo de establecer de hecho un sistema dinástico donde el hijo sucedía al padre con la aprobación de una asamblea con escasa soberanía.

La incursión del gobierno asunceno en la inestable política regional culminó en la Guerra Guasu (1865-1870), cuyo epílogo fue el de toda guerra internacional, la ocupación de la capital por los vencedores. Asunción en la era de los López había tenido un pujante crecimiento edilicio y las costumbres, el mobiliario y la vestimenta de la clase dominante emulaban modelos europeos. La guerra puso fin a la prosperidad y, si bien se estableció una republica liberal con la Constitución de 1870, también promulgada en Asunción, siguió un largo periodo de reconstrucción penosa e inconclusa.

Cuando tanto la población como la producción mostraron signos de crecimiento continuo, otra guerra internacional, ahora por la posesión del Chaco, nuevamente desangró al país y la capital se convirtió en eje vital de los esfuerzos bélicos.

A Asunción llegaban los soldados del campo para embarcarse al frente y de Asunción emanaban las órdenes que mantenían la producción suficiente para sustentar a la población. La agricultura quedó a cargo de las mujeres.

El final de la guerra coincidió con el auge de las ideas totalitarias europeas, que fueron adoptadas como signo de modernidad y progreso. El estamento militar cobró un protagonismo político inédito y en cada asonada dirigió la repartija de cuotas de poder. Dos constituciones consagraron el autoritarismo hasta que en 1992 se llegó a la presente, republicana, que tuvo el coraje de incluir el guaraní como lengua oficial, reivindicando una real necesidad sociolingüística.

En todo ese tiempo, Asunción participó de las peripecias del país. Siempre fue el punto neurálgico en materia política, económica, edilicia y cultural.

La población creció geométricamente y el paisaje urbano fue perdiendo su fisonomía de casonas de tejas rojas, reemplazadas por rascacielos de cemento que desdibujaron su carácter colonial. La migración campo-ciudad finalmente urbanizó al Paraguay, aunque se rodeó de cinturones de pobreza. El compromiso de la integración regional tuvo a Asunción como sede del tratado constitutivo del Mercosur. Hoy Asunción es una ciudad cosmopolita, globalizada, de comunicación instantánea. Ha dejado de ser el único centro urbano importante del Paraguay y comparte ese papel con otras ciudades, principalmente fronterizas. Pero el indefinible encanto de Asunción perdura sutilmente en medio de los cambios, y, como siempre, es la poesía el mejor instrumento para describirlo:

…No se escuchan canillitas

pregonando su diario

ni las campanas al vuelo

de la iglesia cercana

anuncian que habrá misa

por las almas que se han ido.

Las prisas no dan respiro…

¡Por fin el río a lo lejos!

Y de golpe te recobro…

(«Asunción, te echo de menos»).

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