Guardián del monte

De la vida de Edgar Pou en un asentamiento de Itauguá hablan estas líneas del poeta y narrador Carlos Bazzano, parte de un extenso reportaje que publicaremos completo en la próxima edición de El Suplemento Cultural.

Edgar Pou con los jóvenes participantes de un taller de edición de libros cartoneros.
Edgar Pou con los jóvenes participantes de un taller de edición de libros cartoneros.

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Edgar Pou fue un gran referente de la poesía en Paraguay. Su nombre está ligado a lo alternativo, los cartoneros, las intervenciones urbanas, los unipersonales en jopara y en portuñol selvagem. Tuvo una presencia fuerte en los espacios literarios a nivel nacional y también internacional. Sin embargo, desde 2015 esa presencia fue disminuyendo. Para 2019, su participación en eventos under era casi nula. Pocos saben que seguía trabajando poesía de la única forma que sabía, apostándolo todo, involucrándose íntegramente, con sus pensamientos, sentimientos y acciones.

En 2015, inició su vida en un nuevo ambiente con una larga historia de lucha por la tierra, el Asentamiento Gaspar Rodríguez de Francia. Ocupó un lugar que nadie quería porque estaba en una pendiente pronunciada y tenía muchos árboles, y sería difícil destroncar y nivelar el terreno. Entre esos árboles añosos instaló su pequeña morada, donde viviría solo.

La vida en el asentamiento siguió su curso. Los terrenos fueron titulados y, luego de un largo proceso, para alegría general, el Estado inició la construcción de las viviendas populares.

Sin embargo, la precaria vivienda del poeta seguía igual.

Cuando los funcionarios estatales llegaron al bosquecillo donde vivía, le dieron la buena noticia de que él también era beneficiario, midieron el lugar y le explicaron que tendrían que echar los árboles para construir una casa más amplia y mejor, el poeta les dijo que no le interesaba la propuesta.

Unos sorprendidos vecinos le preguntaron por qué había dado semejante respuesta, si la lucha fue para lograr eso y el lugar donde vivía se estaba convirtiendo en un monte. Él les respondió:

–Justamente por esos árboles elegí vivir acá. No echaré ninguno.

Entonces los funcionarios se retiraron de la casa del poeta. Para no volver.

Pasando la surgente, hay cercas y un cartel que dice: «Propiedad privada». Y a lo lejos, máquinas para extraer piedras y tierra, tan gigantescas como la destrucción que generan. Edgar cruzaba el cerco y visitaba de noche el poco monte que quedaba, y pensaba en lo que pasa en el mundo, y a veces nacían nuevos poemas…

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