Los cuentos de un chamán

Cartones y celulares, empanadas fritas y sonrisas búdicas, el calor, la noche, el río, las palabras de Edgar Pou como cuentos de chamán caben en este recuerdo del poeta y traductor alemán Timo Berger.

"Aún puedo verlo a mi lado como si fuera ayer..." Edgar Pou cortando cajas para elaborar libros artesanales. Fotografía de Timo Berger.
"Aún puedo verlo a mi lado como si fuera ayer..." Edgar Pou cortando cajas para elaborar libros artesanales. Fotografía de Timo Berger.

Cargando...

Aún puedo verlo a mi lado como si fuera ayer. Inclinado con afán sobre una gran caja de cartón, recortando con un cúter un trozo para la cubierta de un libro. Aquel día hacía calor, quizás más de lo habitual en Asunción. Pero Edgar Pou no sudaba, estaba demasiado absorto. Cuidado, porque un cuchillo como ése resbala rápidamente y luego un dedo también. Los demás seguían de pie, discutiendo qué hacer, cuando Pou agarró la primera caja de cartón que se le presentó. Querían hacer libros nuevos para su editorial de libros de cartón y me habían metido en una limusina que conducía por las calles en cuesta hasta el río. Douglas Diegues, el dueño del carro, entró en una pequeña tienda y pidió en el mostrador cajas viejas de verduras. Héctico, como un gerente, Cristino Bogado ladraba a su teléfono móvil afuera, en la vereda. Sólo el Domador de Jacarés había puesto su sonrisa de Buda y permanecía en silencio delante de la tienda. Pronto compartiríamos empanadas fritas y café azucarado. Pero Edgar Pou seguía pasando el cúter por el áspero cartón marrón con la mayor precisión posible, tallando la cubierta de un libro, pero en realidad era un recipiente para todo un mundo, porque los libros contienen mundos. Aunque Pou no sudara, su piel, sus negros y espesos mechones de pelo brillaban como si no fuera de allí, como si la ciudad y sus aires acondicionados, sus ventanas enrejadas y su pavimento de cabeza de gato no fuera un lugar permanente para las palabras que brotaban de su boca como los cuentos de un chamán, palabras mágicas cuyo significado sólo es descifrado a medias por los mortales. Recuerdo haber girado la cabeza para colgar la oreja como una vela en la corriente de lo que decía. Al hacerlo, vi brillar sus ojos y en lo más profundo de ellos el agua de un pozo. No puedo creer, Edgar, que ya no estés allí, junto al río, cortando ese cartón en el que ponías palabras como otros envuelven peces en el periódico de ayer, palabras que estarán con nosotros para siempre.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...