La propiedad privada es sobre todo de orden moral

La economía es un área del conocimiento de directa relación con la filosofía, la política y la economía. El haberla desvinculado de su impronta filosófica y moral la convirtió en un área de estudio por el cual muchos de sus estudiosos terminaron por convertirse en tecnócratas, es decir, personas preparadas que ejercen su autoridad debido a su alta competencia técnica.

La estancia Pindó fue violentada por invasores años atrás y esta semana se rechazó un proyecto de ley de expropiación que intentó premiar a los “campesinos” violentos.
La estancia Pindó fue violentada por invasores años atrás y esta semana se rechazó un proyecto de ley de expropiación que intentó premiar a los “campesinos” violentos.Archivo, ABC Color

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Básicamente esto último no está mal, pues para una mejor comprensión de la realidad mercantil se requiere de cierta certeza que proviene del uso de las matemáticas y del cálculo econométrico. Sin embargo, esta tendencia tecnocrática difícilmente resulta benigna a la hora del análisis de la cooperación social por la cual los seres humanos intercambiamos pareceres, gustos, necesidades y hasta caprichos en la sociedad sin que nadie tenga que dañar a su prójimo.

Los bienes y servicios con los que contamos y hacen posible nuestra calidad de vida son el resultado de ese proceso de cooperación social manifestado finalmente a través de los precios. No obstante, el haberla llevado a la economía del área social hacia el conocimiento de las ciencias exactas le fue causando muchos inconvenientes que terminó por extraerle su contenido más precioso: su fundamento filosófico moral.

Acción humana

Dicho esto, paso seguidamente a exponer sobre un tema que no puede ser desconsiderado ni por la economía (en la acepción aquí expresada) ni por la política. Y si hablamos de economía nos referimos a la acción humana de cooperación social donde la propiedad privada es su eje central. De modo correcto podemos concluir que no existe economía posible ni una política que defienda a la persona como tal sin propiedad privada.

De hecho, no puedo dejar de mencionar aquí una de las famosas enseñanzas del más grande economista del siglo XX, Ludwig Von Mises, quien estableció una secuencia lógica irrefutable por la cual donde no hay propiedad privada no hay precios, y si no hay precios pues es imposible el cálculo económico para conocer finalmente lo que los mercados (las personas) desean o no algún producto o servicio dispuestos en comprar, vender e intercambiar y no hacer incluso ninguna de tales decisiones.

Filosofía moral

Seguidamente ingreso al tema de fondo, motivo por el cual solicito respetuosamente a apreciados lectores su paciencia y atención. Empiezo diciendo que cuando nos referimos a moral estamos hablando de una parte de la filosofía que estudia al ser humano en cuanto al bien y al mal se refiere.

De ahí que el principio de cada ser humano es dueño de sí mismo no parece muy extraordinario si tomamos en cuenta que nadie nos debe golpear, robar o matar.

Sin embargo, si una persona es dueña, por ejemplo, de una camisa, una moneda o una casa, esto implica que tiene todo el derecho de decidir qué hacer con esas cosas. Puede gastar, vender, regalar o guardar, sin limitación alguna impuesta por otras personas o por el gobierno.

Todos los seres humanos tenemos ese derecho sobre lo que nos pertenece sin importar si es poco o mucho, no importa esto. Lo importante es la disposición de lo que tenemos y que debemos respetar el derecho de los demás de manejar su propia vida.

Ninguna persona puede obligar a otros a actuar o pensar de la forma que otros desean, aun cuando parezca por el bien de los demás. Eso sería imponer mi criterio sobre el otro. Yo puedo tener mis ideas, mis intereses y necesidades, pero eso no justifica que tenga legitimidad de reclamar a los demás que hagan o piensen lo mismo.

Principio de no agresión

Para aclarar lo antes dicho, desde luego que ninguna persona tiene derecho a violentar a su prójimo excepto en su legítima defensa, de lo que se deduce el principio moral de la no agresión. En consecuencia, el ser dueño de uno mismo crea un área imaginaria alrededor nuestro. Es como una zona de privacidad y de acción.

Por tanto, si uno es dueño de sí mismo significa también que una relación voluntaria con otra persona donde no medien ni la fuerza ni el engaño sería aceptable. De ahí que entre los llamados derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad, esta última explica el sentido de los demás citados derechos.

El derecho de propiedad es en esencia una cuestión moral. Es el derecho a la sobrevivencia como ser humano mediante el uso y disposición plena de mí mismo, para empezar de mi propio cuerpo, de mi talento y capacidad en colaboración con derecho a la propiedad no implica un derecho de por sí a cualquier objeto material.

Esto es, tenemos derecho a ganarnos las cosas que deseamos y entonces a disponer de ellas; pero en ningún modo se nace con un derecho adquirido sobre los otros que ya tienen o lograron también con su esfuerzo y capacidad. Al respecto, la historia enseña que solo los esclavos trabajaban sin derecho al fruto de su trabajo; por ende, el paso hacia una sociedad más libre conformada por individuos en libertad se va dando cuando las personas trabajan para lograr su sustento diario: Si una persona no es dueña del fruto de su trabajo, termina por no ser dueña de su propia vida, lo que nos lleva a que otros decidirán por ella, una situación injusta y peligrosa.

Las invasiones

Siendo parte de la sociedad políticamente organizada, el paso hacia la civilización hizo posible que sea precisamente la propiedad privada su soporte. Si dicha organización política expresada en su respectiva legislación, ya sea la Constitución y demás leyes, no protegen la propiedad privada, pues lo que tenemos es el retorno de la barbarie, de la violencia, de la sumisión del débil a los más fuertes.

Ese camino es de miseria y hasta de muertes. Ahí está el ejemplo de lo que fueron las revoluciones comunistas y en especial la de 1917 a 1989 que termina con la caída del muro de Berlín.

Hoy todavía en nuestro país las invasiones están en el orden del día. Hasta llegamos al colmo de considerarle al invadido como un agresor y al invasor como víctima. Lo expresado en la normativa fundamental depende del indescifrable interés social o la justicia social.

Con el argumento falaz de la “ocupación pacífica” ninguna propiedad, ninguna vivienda, ningún jardín, plaza pública incluso escapa de las “necesidades sociales”. Propiedades que podrían elevar todavía más en producción y productividad afectando positivamente la creación de nuevos puestos laborales están al acecho de invasores que hacen imposible la vida social pacífica y colaborativa.

He ahí la necesidad de la Constitución y de leyes aprobadas como un acuerdo de paz entre los miembros de una sociedad donde se garanticen y se hagan aplicar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad privada. Pero si continúan las invasiones -la propiedad sigue en entredicho- no solo estaremos afectando la radicación de inversiones, de mejoras y de mejores ingresos a las familias, sino también se estará violando el precepto moral de convivencia pacífica por el cual cada quien se gana “el pan con el sudor de su frente”.

Derecho

Derecho de propiedad es una cuestión moral. Es el derecho a la sobrevivencia como ser humano. De ganarnos las cosas que deseamos y disponerlas de ellas.

Injusto

Si una persona no es dueña del fruto de su trabajo, termina por no ser dueña de su propia vida, lo que nos lleva a que otros decidirán por ella; una situación injusta y peligrosa.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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