En la medida en que no se acompaña y facilita el desarrollo de esas dimensiones y potencialidades, en esa medida las niñas y los niños quedan humana y personalmente reducidos y empobrecidos.
La Constitución Nacional es coherente y exige (a. 73) al sistema educativo, que la educación sea también integral, que integre la totalidad del ser humano en los fines, objetivos y proceso de la educación, formación y capacitación. Este mandato constitucional está confirmado operativamente en el artículo 9 de la Ley 1264/98, General de Educación. Tanto la educación integral como el desarrollo integral, exigidos por la Constitución y la ley, responden a la antropología integral, que estudia e investiga a los seres humanos, mujer y varón, como seres sexualmente diferenciados por su biología. La antropología orienta a los educadores diciéndoles qué es el ser humano integrado por cuatro dimensiones esenciales que lo constituyen: la dimensión biológico-corporal, la dimensión psicológica y las dimensiones social y espiritual. El desarrollo de todo humano está comprometido con las cuatro dimensiones relacionadas entre sí sistémicamente.
El recientemente rechazado Plan Nacional de Niñez y Adolescencia proponía el “enfoque de género” (Capítulo 1, página 13), y pretendía imponer y anteponer la perspectiva de género, y así marginar y eludir el concepto y la realidad del sexo biológico, supliéndolo por el concepto de género.
El género es un concepto inspirado en los géneros gramaticales (masculino, femenino y neutro) y el sexo es una realidad de todo ser humano por su propia biología. Al marginar y suplir el sexo y sustituirlo con el género, en la educación y atención a niñas, niños y adolescentes, el desarrollo no puede ser calificado como desarrollo integral, porque algo esencial y consubstancia de todos los niños, niñas y adolescentes (su sexo) queda fuera del “foco” que da la orientación al acompañamiento y los procesos educativos.
No hay desarrollo integral ni educación integral si no se desarrollan toda la dimensión biológico-corporal y sus potencialidades No se desarrolla la identidad personal de las niñas, niños y adolescentes si fundamos su identidad en la identidad de género que se define solamente por el subjetivo “concepto que cada uno tiene de su sexualidad y los sentimientos, vivencias y experiencias que esto conlleva” y marginamos el desarrollo y la educación de su identidad objetiva vinculada a su sexo biológico.
Con la propuesta del citado Plan Nacional se estaría violando el mandato de la Constitución Nacional en sus artículos 54 y 73 y al mismo tiempo se violaría la ley general de educación, porque ambas obligan al desarrollo y la educación integrales.
El enfoque de género, al poner su foco en la identidad de género y prescindir de la identidad del sexo biológico, desenfoca totalmente la función de la educación con la que debe lograrse el desarrollo integral, porque ignora la naturaleza sexual de la persona para atender parte de su dimensión psicológica (el concepto de su sexualidad, sentimientos, vivencias y experiencias), en perjuicio del desarrollo total de la dimensión biológico-corporal y de las dimensiones social y espiritual, todas relacionadas entre sí, vitales para el desarrollo integral. El desarrollo humano integral es un complejo y sistémico desarrollo biológico, psicológico, social y espiritual.
Biológicamente la mujer es muy superior al varón. El varón nace sin semen, empieza a producirlo en la pubertad, su cromosoma Y tiene 78 genes, pone la semilla de vida en la mujer y todo sucede fuera de él, muere antes. La mujer nace con un millón de óvulos, su cromosoma X tiene unos 2.000 genes, engendra la vida dentro de ella, se hace alimento para criar a los hijos, vive más. Es paradójico que las feministas marginen y minimicen la identidad del sexo biológico y prefieran la identidad de género.