El imperativo: cómo acabamos con la indigencia

El debate político se concentra en estos días en si la van a echar a Celeste de Diputados, si los ministros de la Corte se quedarán hasta los umbrales de su muerte o si Cartes o Velázquez la tiene más larga. Mientras, se olvida a la gran enemiga de la República: la pobreza, con especial atención en la indigencia. Ese caldero en ebullición que puede explotarnos en la cara en cualquier momento.

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Un individuo que no tiene cómo alimentar a su familia puede vender su cédula, su voto, a su hija, o salir a robar y matar. ¿Qué le queda?

Las nefastas políticas gubernamentales, la corrupción y la pandemia hicieron que los niveles de pobreza e indigencia aumentaran. Hoy la pobreza ya no se mide solo por el dinero que le ingresa a una persona. La medición es multidimensional y abarca cuatro puntos sustanciales: 1) trabajo y seguridad social, 2) vivienda y servicios, 3) salud y ambiente y 4) educación. Quien carezca de estas cuatro dimensiones es un pobre multidimensional, aunque pudiera poseer algún dinero para “ir tirando”.

El 9 de junio del 2021 el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que el 24,9% de la población, es decir 1.782.840 personas, son pobres multidimensionales.

Las estadísticas son frías en sí mismas y no conmueven demasiado. Pero se puede mirar la calle para percibir con mayor aproximación la tragedia que esto representa. Si se observa a las familias que “viven” en las plazas alrededor del Cabildo asunceno, se verá que no tienen ninguna de las cuatro condiciones que se mencionan arriba. Son pobres sin posibilidad de salir en un mediano plazo de la pobreza, y con tendencia a bajar a la indigencia. Muchas de las niñas no tienen escolaridad y corren el riesgo de ser abusadas. Los chicos tienen las drogas basura al alcance de las manos. El futuro se les vendrá encima para incrementar su pobreza.

Muchos de estos chicos son utilizados para robar en el microcentro, aprovechando su inimputabilidad, y esto contribuye a la inseguridad en el Casco Histórico. Que esas familias sigan en esa situación hará que la pobreza les gane. Y se sumarán a las estadísticas multiplicando las carencias multidimensionales en su seno.

Esas familias, en una buena cantidad, fueron azuzadas por políticos para instalarse en ese predio céntrico, y no existe institución con autoridad moral para sacarlas de ahí.

Las estadísticas del INE son claras. El imperativo político de hoy es pelearle a la pobreza que aprisiona a la gente. No se trata solo de estas personas de la plaza y de otras en situación similar en varios puntos del país. Se trata de la República que no se puede erigir con calidad institucional sobre el hambre de compatriotas y la pillería politiquera.

Ni la pelea entre Bachi y Celeste ni las dimensiones de Velázquez y Cartes son tan importantes hoy. Por lo menos por unos meses dedíquense al pueblo, tal como declaró una senadora.

nerifarina@abc.com.py

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