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Este fue el primer estudio profundo del stronismo. La publicación original en inglés fue de la University of North Carolina, en1980. En 1986 la editó en español el Fondo de Cultura Económica de México. Un clásico hoy muy difícil conseguir.
Cuando la leí por primera vez, en los años 90 (yo esbozaba mi “El último supremo: la crónica de Alfredo Stroessner”), me pareció totalmente absurda la sentencia de Lewis; algo de cumplimiento imposible.
Hasta que me alarmó lo afirmado por Lewis luego de que, con pocos días de diferencia, dos políticos de signo contrario uno del otro (aunque vaya uno a saber en esta selva aromada de la política vernácula) reivindicaran a Stroessner.
El 28 de noviembre Fernando Lugo, buque insignia de la “izquierda”, afirmó en el programa Mina en casa: “Si Stroessner se hubiera ido en el 82, hubiera sido un gran presidente”. Después trató de aclarar, pero su aclaración fue apenas la agobiante resaca de una borrachera de sinceridad. Porque, por lo que vimos, lo que dijo lo dijo con entera convicción. Conste que la familia de Lugo la pasó muy mal con Stroessner.
El 3 de diciembre el vicepresidente Hugo Velázquez, precandidato colorado a la presidencia de la República, sostuvo que si llega a jefe de Estado hará que en el campo se vuelva a vivir bien “como en la época del general Stroessner”.
Y en torno al campo, recuerdo la Pascua Dolorosa del 76 en Abrahán cue, aquella masacre en la que tantos campesinos, como Silvano Ortellado, fueron degollados frente a sus hijos. O el caso desgarrador de Madrona López, a cuyo esposo, Elixto, había matado el torturador Camilo Almada. Ella fue apresada y tuvo que dejar a sus 8 hijos, a 7 de los cuales recuperó tras retornar de Emboscada. El menor desapareció para siempre. Un año antes, la soldadesca del coronel José F. Grau había asaltado Jejuí de donde robó 15 vacas lecheras, 20 cerdos y 600 gallinas. Era la época del general Stroessner.
Lo que dijeron Lugo y Velázquez (la biblia y el calefón en el cambalache político) es lo que piensa mucha gente. Incluso antiguos luchadores contra Stroessner transformados hoy en sinvergüenzas consumados. Ante el decepcionante sistema presente extrañan la malla curricular del stronismo. Ya ni importa la crueldad.
El Paraguay es un país sin memoria; no registra sus males. Así, sigue votando a los verdugos que lo empobrecen y lo humillan. Por qué no sospechar que este país que reverencia con su voto a sus tiranuelos, acceda a sumergirse mañana en la distopía de Lewis: Stroessner al Panteón de los Héroes…