Unos y otros se atribuyen la delantera en encuestas a las que nadie, en realidad, otorga mucha fiabilidad.
Una cuestión previa está clara: ni la ANR ni los partidos de oposición solucionarán sus respectivas crisis internas por obra y gracia de un triunfo electoral.
En el caso de los colorados, los líderes colorados no involucrados directamente con el lavado de dinero, el narcotráfico y el crimen organizado no harán las paces con los otros después de las elecciones, según admitió una figura importante de “Fuerza Republicana”.
Del otro lado, el cartismo no perdonará algunas denuncias y movidas en su contra. De hecho, Horacio Cartes y su equipo acusa sin vueltas al presidente Mario Abdo Benítez y su entorno de haber dado la información a los Estados Unidos que decretó su funeral económico.
Así las cosas, una reconciliación colorada post elecciones es imposible. En el caso de una derrota, se vendría un estallido político con innumerables consecuencias y con un pronóstico difícil en cuanto a quién tomará la batuta para intentar la reconstrucción partidaria.
La división opositora puede no ser decisiva para una derrota electoral, dado que es muy probable aún que en los últimos días la elección se polarice entre la Concertación y la ANR.
El proyecto Euclides Acevedo-Jorge Querey hace rato da señales de haberse quedado en la banquina. Los candidatos a parlamentarios que lo apoyan hacen campaña por su cuenta tratando solamente de ganar un lugar en el Congreso.
La expectativa de los colorados es que el candidato derechista antisistema Paraguayo Cubas “robe” votos a la candidatura de Efraín Alegre. Sin embargo, no está claro cuánto quita Payo a los mismos colorados y cuánto a la Concertación.
El candidato cartista Santiago Peña es una suerte de Dr. Jeckyl y Mr. Hyde, según dónde uno lo escuche. En su propaganda en los medios, habla de supuestos proyectos que llevará a cabo de llegar al gobierno. En los actos políticos, adelanta que repartirá cargos solamente entre los colorados y que dará privilegios a funcionarios públicos. Hacer ambas cosas le será imposible. Analizando sus condiciones y circunstancias, parece más probable que mantenga o profundice el clientelismo y la corrupción en las empresas públicas. También está claro que una eventual administración de Peña estará a merced de los distintos grupos colorados que le darán escaso margen de maniobra, sumado a su inexperiencia en la interna colorada.
Alegre, de perder, ya ha dicho (como si hiciera falta) que no volverá a intentar ser presidente. Una derrota de la oposición también traería una implosión al interior del PLRA, la principal fuerza opositora y solo un manejo sereno puede hacer que la oposición conserve alguna entidad como tal.
Como nunca, la ciudadanía paraguaya no da señales claras, ni siquiera a través de las volátiles encuestas, de a quiénes confiará la administración del país en el periodo 2023-2028.