Si bien es cierto que la desinformación ha causado y causará daños irreparables a la sociedad, sería un error mucho más grave y una violación a un derecho humano fundamental, establecer la censura como herramienta de control.
Tal es así, que la propia Relatoría Especial Para la Libertad de Expresión de la Comisión Internacional de Derechos Humanos estableció entre sus recomendaciones en el 2017, que tanto las prohibiciones generales de difusión de información basadas en conceptos imprecisos y ambiguos, incluidos “noticias falsas (fake news) o “información no objetiva”, como las leyes penales sobre difamación, que constituyen restricciones desproporcionales al derecho de libertad de expresión, deben ser derogadas.
Además, el daño a la democracia y al Estado de Derecho a través de la censura ya están marcados en la historia de nuestro país, con el cierre del diario ABC Color en 1984.
Alfredo Stroessner ordenó el cierre del diario tras encarcelar al Director, Aldo Zuccolillo, por “faltar el respeto a las autoridades”, según declaraba el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro al diario Patria, portavoz de la dictadura.
La decisión arbitraria del tirano se habría dado luego de que el diario publicara un telegrama colacionado enviado por Miguel Ángel González Casabianca, reconocido luchador por la libertad y la democracia, dirigente del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO), a Montanaro. En dicho documento, el dirigente colorado le reclamaba para que divulgue un documento atribuido al Gobierno de Estados Unidos, en el cual se identificaba al movimiento colorado como “grupo terrorista”.
Hugo Ruiz Olazar recopiló en una nota algunas de las demostraciones de obsecuencia de los leales al dictador. Una de ellas es la de César Ríos Herrera y Adelio Apuril, quienes felicitaban a Stroessner por su decisión de cerrar ABC, argumentando que el medio era un espacio “donde políticos irregulares acuden para usar la técnica de la desinformación y crear la base de la subversión”.
Siempre habrá otras herramientas con las que se podrá combatir la desinformación, desde la persuasión reiterando la verdad las veces que sean necesarias, como también el instar a colegas y referentes de opinión de apegarse al código de ética, a la seriedad y a plantarse ante los patrones que buscan utilizarnos como voceros de sus campañas de disputas políticas.