Más libros, más libres

En la noche del domingo pasado, la banda de Jazz de la Policía Nacional aportaba ritmo y alegría durante las últimas horas del evento denominado Feria Internacional del Libro, y desde los niños hasta la gente mayor que se habían dado cita en el magnífico local bailaban en sus lugares, tarareaban las melodías y aplaudían con entusiasmo, contagiados por toda esa aura de cultura, diversidad, talento y energía que llenaba el ambiente.

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Imposible realmente no entusiasmarse viendo a esa enorme cantidad de gente, entre ella muchísimos niños y jóvenes, que acudieron a esta cita cultural llevada a cabo en el barrio Villa Morra de Asunción y que duró casi dos semanas, con la presencia de cerca de una centena de editoriales y empresas especializadas en material didáctica impreso, además de infinidad de actividades artísticas, charlas magistrales y ponencias, ¡una belleza!

El libro en su formato clásico sigue siendo el campeón, por la facilidad de su lectura y muchos otros atributos, y si bien hay opciones tecnológicas, la gente sigue prefiriendo leer sobre papel. Y los miles de libros a disposición del público, de todos los géneros y ramas del conocimiento y entre los que se dieron especial destaque a autores y ediciones nacionales, son una clara muestra de que el hábito de la lectura sigue vigente y los libros están bien vivos.

Sumamente auspicioso y alentador ver cómo durante los días que duró la muestra fue visitada por miles de personas, ávidas por encontrar novedades o buscando algún título en particular, desde los clásicos franceses, pasando por autores nacionales, textos legales, de medicina, hasta métodos de aprendizaje de idiomas. También muy esperanzador ver la composición etaria de los visitantes: Más del 50% chicos de menos de 20 años de edad, hojeando libros y consultando sobre tal o cual tema con los amables y entendidos responsables de cada stand.

En lo personal, me vinieron a la mente expresiones de Pablo Burián, con quien hablando hace muchos años sobre la perspectiva de supervivencia del negocio editorial en nuestro país y en general manifestó que, al igual que tantos modelos de negocios, es necesario abrir ojos y mente ante las transformaciones que se vienen, pero que el libro impreso seguiría vigente aún por mucho tiempo. Y observando a la gente que abarrotaba los 84 stands expositores y el ritmo de facturación de las cajas, como así también a prácticamente todo el mundo llevando a casa uno o más ejemplares, no podemos menos que darle la razón a este Quijote moderno, con una visión muy clara de la realidad.

Dignos de admiración también la organización del evento, las instalaciones amplias y apropiadas, los sponsors siempre necesarios y desde luego todos los expositores, como también escritores, ensayistas, periodistas de medios escritos y hasta poetas que se dieron cita para dar charlas magistrales y ponencias, todas ellas con importante cantidad de público. El trabajo realizado requirió de mucho esfuerzo, y el público supo justipreciarlo, encontrándonos de esta forma ante un fenómeno exitoso que requiere un análisis mucho más profundo, considerando que en nuestro país es muy difícil atraer a grandes cantidades de personas con eventos que no sean deportivos o musicales.

Gran parte de los problemas de nuestra realidad nacional están relacionados al déficit en materia educativa, no siendo posible ni recomendable profundizar en este acotado espacio sobre un tema tan complejo. En cambio, sí podemos referirnos brevemente a algunas de las muchas bondades de la lectura: Permite escapar de las tensiones bajando el estrés, desarrollar habilidades cognitivas y la memoria a corto y largo plazo y expande el vocabulario. También perfecciona las habilidades de expresión: la escritura, ortografía y síntesis de conceptos. Esto último se denominaba anteriormente lectura comprensiva, y la gente que no lee tiene un déficit enorme de ella.

Sobre la importancia de las letras: El gran Carlos Antonio López habría dicho a su hijo Francisco Solano –parafraseando al inglés Edward Bulwer-Lytton- “La pluma es más poderosa que la espada”, pero a juzgar por la noche que se nos vino luego sobre el Paraguay parecería que nuestro malogrado Mariscal no tomó demasiado en serio las recomendaciones del padre. Aprender de lo escrito y aplicarlo a favor de las causas defendidas, por todos los medios posibles, habría sido en todos los casos más favorable que recurrir a un conflicto armado. La enseñanza es tan válida para los tiempos en que vivimos como lo fue hace 160 años.

Dentro de la Feria, en un espacio destinado al descanso con sillas y mesas, y donde se podía disfrutar de un excelente café, observé a un niño quien, mientras su helado se derretía frente a él, hojeaba ávido, hoja tras hoja, el libro que su padre le había obsequiado esa tarde. El chiquillo estaba descubriendo todo un mundo a través de las páginas ilustradas a colores, y mientras lo hacía atesoraba conocimientos que lo acompañarán toda la vida. Observando la escena, parecen sonar en el aire las palabras del jurista español Enrique Tierno Galván, quien con justa razón sentenció “Más libros, más libres”.

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