Con su deplorable y rastrera actuación pisotearon también a las que sobreviven y padecen violencia día a día, muertas de miedo sin saber cuándo llegará el golpe final.
Zenaida Delgado, electa senadora por Cruzada Nacional, decidió batir records políticos en el Senado: se convirtió en la primera en abandonar el partido gracias al cual llegó al poder… ¡antes de la primera sesión! Convocó a una conferencia de prensa en su casa para explicar sus razones –que parecían muy poderosas- pero la desconvocó luego para volver a convocar en el Congreso, con un pequeño detalle: ella nunca apareció.
Quien se paró frente a todos fue una abogada de nombre Fátima Agüero. La mujer alegó que Delgado no podía ir a dar la cara porque aún estaba sangrando. Sus explicaciones, lejos de parecerse a una denuncia, en realidad parecían los 5 minutos de gloria de alguien que se consiguió el micrófono. Y así era: candidata colorada de la seccional 35 por Fuerza Republicana, Agüero ensayó palabras como feminicidio, agresión, violencia familiar, coacción, sangrado, indiferencia. Y dijo que Delgado se convertiría en la próxima adalid de la causa de las mujeres. Textualmente dijo: ”Hasta ahora ella sigue teniendo sangrados a causa de los golpes que recibió en el bajo vientre”.
Pelotudos nosotros, muchos la creímos.
Hasta que la senadora que estaba sangrando y en reposo, junto a la mismísima abogada que usó de bandera la gravísima problemática de las mujeres, aparecieron instantes después en la Junta de la ANR para saludar a Horacio Cartes por su cumpleaños. Habían tenido éxito con su farsa, tanto que el cumpleañero que ni la habrá registrado antes del episodio, decidió sacarse una foto con ella y los referentes de Honor Colorado. De cómo pasaron del sangrado al cumpleaños es un gran misterio.
A la gran mayoría de este país que no la registra y no la votó, la traición de Zenaida Delgado es solo otra esperanza que muere. Y el record que ostenta de haber deshonrado a su partido aún antes de la primera sesión del Senado es un problema con su ya ahora desteñido curriculum. Lo intragable es su desvergonzada manipulación de la violencia femenina para encubrir su cobardía y su falta de agallas para asumir su traición. Enmascarar su vileza con la lucha de las mujeres, eso es una infamia. Las muertas, los huérfanos y las sobrevivientes merecen respeto, además de justicia, y no esta hipocresía que se siente como un vómito y encima pagado por el pueblo.