Difícil creerle, señor

No le creo, don Santiago, cuando usted anuncia mejoría para todos pero permanece de piedra ante los escándalos del Congreso con las arcas estatales. No nos puede prometer que estaremos mejor cuando ese dinero que necesitamos para estar mejor financia los privilegios de una casta.

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No le creo, don Santiago, cuando usted anuncia venturosos días porque está mudo ante los desbordes groseros en el Parlamento. Usted es el administrador de la cosa pública, tiene las atribuciones para terminar con el despilfarro y tiene la lapicera para fortalecer leyes existentes –y crear nuevas- que nos permitan combatir esta desvergonzada corruptela.

No le creo, don Santiago, cuando usted nos promete que si nos endeudamos a ciegas detrás de sus propuestas, ese dinero será la clave mágica hacia el porvenir. Si no puede cuidar el poco dinero del presente, preservándolos de los buitres, ¿cómo nos garantizará el futuro?

No le creo, don Santiago, cuando usted habla de salud, trabajo y educación dignos. La mayor parte de la población sobrevive indignamente mientras financia parásitos y abusadores del patrimonio público. Hay médicos que rinden exámenes a cambio de un aumento de 300.000 guaraníes comparando con parientes de sus amigos que, apenas salidos del colegio, son millonarios “asesores” de sus progenitores.

No le creo, don Santiago, cuando usted nos da lecciones de moral y civismo pero permanece impávido ante el poder que se reparte lo que no sobra. Si el que calla, otorga, usted está avalando sin vergüenza a los sinvergüenzas. Cuando es una comunidad tan grande la que se sacrifica para que un grupúsculo tan pequeño viva con privilegios, cobrando sin trabajar y al margen de la ley, se agitan las aguas de desigualdades que alimentan tempestades.

Aquella gente sobre la cual usted guarda silencio, está descuartizando las pocas armas legales contra la corrupción. Hasta hoy, usted puede escudarse en que se trata de otro poder (obviando que usted es el administrador del estado paraguayo); en poco tiempo más, tendrá que tomar partido vetando o promulgando engendros. En la cancha se verán los pingos.

Por si le queden dudas, don Santiago, soy de las que necesita creerle. Desesperadamente. Porque si usted falla, todos viviremos cinco años más de postergaciones; si sale adelante, salimos todos con usted. Sería un gran principio tener esperanzas. Es inaguantable sufrir las ostentaciones de los vividores y chupasangres cuando hay una población que no tiene lo básico para vivir dignamente y sobrevive con migajas en oportunidades, trabajo, salud, educación.

Que el 2024 le de sabiduría, coraje y, sobre todo independencia, para hacer lo que debe hacer.

mabel@abc.com.py

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