El vacío carne y el vacío ley

En la semana que pasó, un hombre entró a una tienda de conveniencias a robarse un kilo de vacío envasado al vacío; entró con las manos vacías y trató de salir con el vacío, escondido entre el vacío de sus prendas.

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Cometió un hecho punible, la fiscalía lo imputó y la jueza lo envió a la cárcel porque el acusado no tenía garantías que ofrecer a la justicia como para beneficiarse con prisión domiciliaria.

Hambre o codicia, vaya a saber qué motivos empujaron a este hombre a cometer un ilícito por el cual ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, está en alguna cárcel del país. Me cuento entre quienes protestamos porque el hombre fue a una penitenciaría por un delito bagatelario mientras el resto de los delincuentes nos están desplumando, pluma a pluma, centavo a centavo, con impunidad, con insolencia, con burlas, vomitándonos y escupiéndonos a la cara, dolorosamente.

Pero el no es que la justicia haya hecho justicia –injusta tal vez- enviando preso al señor por robarse una carne que vale menos de 100.000 guaraníes; la figura está descripta por el código penal e incurre en los llamados hurtos menores que, aunque usted no me crea, en noviembre pasado la Cámara de Diputados endureció las penas. Los parlamentarios han mutilado la Ley de Conflicto de Intereses para liberarse ellos mismos del conflicto en sus intereses pero endurecieron penas en una ley que llamaban “de bolsoneras/bolsoneros”.

El auténtico escándalo es con el vacío –de justicia, no de carne-; hay orfandad e indefensión ante delitos cometidos con el dinero público. Son abrumadores los casos de lesiones patrimoniales, malversación de dinero público en sueldos de hijos, hijas, yernos, nueras, padres, madres, suegros y amantes; son insoportables los casos de tráfico de influencia, adulteración y compra de notas universitarias, el enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. Son inaguantables los despilfarros del dinero estatal, por citar algunos, compra de costosos equipos informáticos destinados a algunos parlamentarios cuasianalfabetos que con suerte podrían encender y apagar los equipos.

En biología, un caldo de cultivo está definido como un ambiente propicio para la proliferación de determinados microorganismos… a veces muy peligrosos. Si Santiago Peña quisiera asomarse al balcón “de los top” podrá darse una idea cuán caldeado está el caldo de cultivo “de los del fondo” en Paraguay, la enorme crispación existente, la impotencia y la rabia hacia la desigualdad social de una casta poderosa a la que no le basta con tener dinero sino que además nos lo vomitan en el puchero.

mabel@abc.com.py

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