Nepotismo aristocrático

Los bochornosos casos que nos “regalan” los políticos y sus párvulos colocados en la administración pública, nos remontan a pensar en el estilo vivido en la Edad Media, cuando prevalecía la Aristocracia con una casta privilegiada que manejaba el poder ocupando espacios en los más altos estratos políticos, derrochando pompa con una avidez insaciable de ostentación, fama y riquezas, obviamente, ignorando las necesidades de la gente.

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En la democracia de hoy, la historia se repite a través de una clase política que no logra despegarse de ese pensamiento que mira por encima de sus hombros a aquellos quienes hoy dicen representar.

Viven convencidos de que tienen derecho de ocupar espacios en el Estado y hacerse con el dinero público por el solo hecho de formar parte de la clase política privilegiada de turno, generalmente, después de ganar unas elecciones.

En los casos denunciados recientemente, la responsabilidad es compartida. Los padres hicieron los contactos y sus hijos, sin pestañear, ocupan cargos o logran aumentos considerables sin concurso alguno.

Los jóvenes hijos que ya forman parte de esta aristocracia política, siguiendo el fiel estilo de sus padres, consideran como una cuestión natural ocupar cargos públicos por tener “ventajas” sobre las demás personas de su edad que buscan desesperadamente un empleo en Paraguay.

La perversa práctica no es nueva. Este grave problema no logra erradicarse y, peor aún, crece cada vez más. Ahora incluso con la denominación moderna del nepotismo, jocosa, pero vergonzosa, según la categoría en la que se insertan, como los nepobabies, el nepoloro, el nepoyerno, etc, etc, etc.

A esta ya grave situación debemos sumar otra preocupación. El presidente de la República, Santiago Peña, dijo que espera que esto se “corrija” con la ley que reforma el servicio civil, una propuesta que fue presentada en la administración anterior y que sigue sin ser tratada en el Congreso.

Es decir, el Poder Legislativo es el que debe estudiar la propuesta de ley, pero, irónicamente es ahí donde se ve cómo son los mismos parlamentarios, los que colocan a sus hijos en privilegiados puestos.

Esta práctica se ha convertido en una característica de la clase política en general y del Partido Colorado en particular. Ya nos iluminaba el mismo Santiago Peña cuando era candidato. Recordemos que nos decía que no nos hagamos los churritos, que los títulos no son suficientes, porque para lograr un puesto solo era necesario afiliarse al Partido Colorado. Finalmente, dijo una verdad: en el fondo, esta es la esencia de la forma de hacer política en Paraguay.

Y esta situación, marcada por prácticas de nepotismo y abuso de poder dentro de la clase política, no solo desafía los principios de una democracia justa y equitativa, sino que también socava la confianza del pueblo en sus líderes.

El nepotismo, disfrazado bajo nuevos nombres y justificaciones, continúa perpetuando una desigualdad que excluye a los más necesitados y capaces, favoreciendo a unos pocos privilegiados.

La revelación de casos como los de los ‘nepobabies’ no solo es un llamado de atención sobre la necesidad de reformas estructurales en el sistema político y administrativo del país, sino también una oportunidad para que los ciudadanos exijan transparencia, mérito y equidad en la gestión pública.

Es crucial que el pueblo paraguayo se mantenga vigilante y activo en su rol de fiscalizador de sus representantes, para asegurar que la democracia en Paraguay sea una realidad vivida y no solo un ideal distante. La verdadera transformación política requiere un esfuerzo conjunto y sostenido de todos los sectores de la sociedad para crear un futuro más justo y prometedor para las próximas generaciones.

smoreno@abc.com.py

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