No hay alternativas

Es difícil evitar la tentación de confundir el heroísmo de ciertas figuras con la articulación de un proyecto de gobierno: Las simpatías que despierta Kattya González entre los no cartistas no colorados, por tomar el ejemplo de esta semana, impiden muchas veces discernir la diferencia entre la valentía personal y el proyecto político.

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El extremo más peligroso de esta confusión lo alcanzaron famosos tiranos que se iniciaron como románticos opositores a regímenes oprobiosos: Fidel Castro era la juventud rebelde contra Fulgencio Batista; Daniel Ortega era una esperanza adolescente contra la dinastía sangrienta de los Somoza; Walter Ulbricht era el obrero contra Adolfo Hitler y así demasiados casos.

Los paraguayos hemos sufrido esta confusión terrible en el pasado proceso electoral, donde la evidente y bien publicitada valentía de Paraguayo Cubas sirvió para ocultar su proyecto político nazi, su abierta reivindicación de la dictadura y la violencia como métodos gubernativos y, mediante ese ocultamiento, para alcanzarle el enorme número de votos que obtuvo para beneficiar a Horacio Cartes con cuatro o cinco legisladores.

Señalo todo lo anterior porque, como lo evidencia Thomas Jefferson en la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, “toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada”.

Esto que remarcó Jefferson es lo que explica, en términos sociológicos, los recurrentes triunfos de las diversas facciones de la Asociación Nacional Republicana (ANR, partido Colorado): Una mayoría estable de nuestra comunidad prefiere el malo conocido al bueno por conocer, aunque empuja al resto de la sociedad a buscar atajos desesperados.

Creo que la apuesta estratégica del grupo Cartes es esa: Ser, para la mencionada mayoría estable de nuestro cuerpo político, la opción menos mala, la más soportable, la que está dispuesta a padecer al decir de Jefferson, asegurando con eso muchos pero muchos años en el poder.

Es una estrategia parecida a la que siguieron en su momento los socialistas suecos que, con breves interregnos, se mantuvieron en el poder desde 1932 hasta 2022 (estando por verse si el presente momento no es sino apenas otro de esos breves interregnos). O el Partido Liberal Demócrata de Japón, que emula a los suecos desde 1946 hasta hoy.

Romper esa estrategia de hegemonía requiere, a mi modo de ver, dejar de confundir valentía con proyecto, aunque todo proyecto requiere valentía; y arrebatar a la ANR el monopolio de las banderas con las que satisface a la mayoría estable que siempre la apoya.

Mientras la ANR tenga, por tomar un ejemplo, la bandera de la defensa de la soberanía ante el proyecto totalitario de la Unión Europea, será difícil el cambio; la tiene porque nuestra oposición es tan pobre y está tan perdida que cree que sólo con ayuda de estos extranjeros llegará al poder y así difícilmente logrará cambiar la mayoría.

evp@abc.com.py

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