¡Pobre país!

Causó mucha gracia el consejo que el presunto presidente de la República, Santiago Peña, le dio a Javier Milei: que debe construir consenso para llevar adelante sus proyectos. El presidente argentino sabe cómo el cartismo logra el consenso: comprando a la oposición a precio de remate. En una democracia, esta no es la vía para acordar con los adversarios políticos.

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El miércoles, Kattya González tuvo un gran triunfo. Con su expulsión del senado sacó nuevamente a la luz del sol toda la miseria que cubre esa institución, cada vez más degradada. Cuesta entender que una mayoría de parlamentarios insista en hacer del Congreso un enorme basurero salpicando, de paso, a la minoría que procura mantenerlo aseado. ¿No perciben estos señores que hay una ciudadanía ansiosa por vivir tiempos nuevos y limpios? Se da la terrible paradoja de que con el dinero del pueblo hacen pasar vergüenza a ese pueblo que los mantiene. Y no solo a ellos, también a toda la familia con millonarios sueldos.

¿No se les ocurre pensar que este manso pueblo puede dejar de serlo y se les vaya encima con toda la rabia acumulada?

En estos días se estuvo memorando los 35 años de la caída de la dictadura. Cabe recordar que Stroessner sabía elegir para sus opositores. Se fijaba en ciudadanos que sabían leer y escribir, incluso que tuvieran algún renombre en la actividad pública o privada. Fíjense en la calidad moral e intelectual de los opositores que compra Cartes. El más inteligente de ellos, el más listo, interpreta la señal del jefe para votar de un lado u otro. Al resto hay que dibujarle el camino.

Lo acontecido el miércoles no fue la expulsión de una senadora. Fue el levantamiento contra la Constitución y la democracia. Una democracia que para hacerla posible costó el sacrificio de miles de ciudadanos a lo largo de 35 años. Se parece a esa empresa familiar cuyo primer propietario se deslomó en el trabajo para hacerla crecer. Luego vinieron los hijos o los nietos para enterrarla.

El espectáculo del miércoles sirvió también para exhibir la naturaleza infame de algunos senadores. Ramón Retamozo en diciembre pasado, contra lo que manda la Constitución, aumentó a 30 el número de senadores para expulsar a uno de ellos. Su pretensión era hacer casi imposible que se tomara la drástica medida. contra sus colegas y, por las dudas, contra él mismo en el tema del nepotismo y otros casos que pudieran ocurrirle. Retamozo consiguió su propósito de que se incorporara al reglamento de la Cámara el número de 30. Pues bien, como el cartismo y satélites no llegaron a esa cifra, bajaron otra vez a 23 y Retamozo, en una ejemplar demostración de cinismo, votó amparado en la “nueva” reglamentación contra la que estuvo hacía un par de meses

El miércoles se vio, igualmente, el paisaje degradante con la presencia, por caso, de Erico Galeano, contra quien la fiscalía amontonó pruebas por lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Es la acusación que pesa contra él, pero no le inmuta. La narcopolítica es el caso más devastador en cualquier sociedad. A diario vemos que adolescentes y jóvenes drogadictos se levantan contra sus padres para conseguir dinero y seguir con su vicio. Dinero que va a parar a los bolsillos de los narcotraficantes que luego lo hace lavar porque consiguen quien lo haga.

El otro senador molesto por la actitud crítica de Kattya González fue el “abogado” Rivas. Un pintoresco “universitario” que no tuvo profesores ni compañeros de estudio. Con todo, llegó a ser titular del Jurado de Enjuiciamiento.

Los nombrados no son los únicos modelos de políticos cuya presencia en el Parlamento mancha la democracia. Solo sirven para que cada vez más tengamos que repetir, impotentes, ¡Pobre país!

alcibiades@abc.com.py

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