La atmósfera del Quincho que lo embriaga todo

El jueves 4 fue un día chispeante en el Senado. Se desató la furia del Quincho porque “los inútiles bien pagados” senadores de HC (Cartesius dixit) no lograron desaforar a Abdo y tuvieron que montar una venganza contra ello.

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Recurrieron entonces a un guion que pareciera escrito por el Loco de la Colina, cuya realización estableció un símil entre el cartismo y el mozo borracho de la película La fiesta inolvidable, que tomaba tanto y armaba estropicios.

El movimiento Honor Colorado sacó patente de estrafalario al inventar una figura parlamentaria que solo pudo haber sido parida por un cerebro escaso en materia gris: el des-desafuero. Nos quedaríamos con lo hilarante del asunto si no viéramos detrás un peligro extremo.

Ya advertía Juan Carlos Galaverna que cuando Cartes copara los poderes dejaría al stronismo como “un agradable chiste a recordar”.

Y el cartismo, extravagante y todo, no es chiste. Es un movimiento autoritario que perdió todo escrúpulo institucional. Es casi tan temible como aquel tenebroso movimiento Guion Rojo que en 1948 llevó a Natalicio González a la presidencia de la República (A balazo o a sablazo, Natalicio al Palacio). HC convirtió la sed de venganza de su amo contra Abdo en cuestión de Estado, por encima de planes de gobierno.

Para ello utiliza el Ministerio Público, que sigue siendo, como en los buenos tiempos de doña Sandra, casi parte del grupo empresarial del señor, y al Congreso, convertido hoy, a efectos prácticos, en una franquicia del Quincho.

El jueves, HC actuó como un mitâ'i pichado. Pero es un tigre herido de cólera incontenible. Su copamiento de todos los poderes y la disponibilidad de ilimitados recursos económicos hacen que hoy esté convertido en la ley de esta República sin ley. No se ha visto nunca por estos lares eso de des-desaforar parlamentarios imputados como un acto de desquite porque no se obtuvo (hasta ahora) el desafuero de un rival político que hoy tiene la categoría de enemigo.

Según el abogado Ricardo Preda, lo ocurrido el jueves 4 en el Senado no está contemplado en la Constitución Nacional ni el Código Procesal Penal, y eso “debería preocupar a la ciudadanía”.

Las reglas legislativas se dictan hoy desde el Quincho. En el Congreso solo se cumplen órdenes, ya ni siquiera se permiten los debates, algo que sulfura a don Horacio. Nadie debe abrir la boca. A no ser para cometer la Gran Dionisio el Ario, que abre la bocaza para engullir la empanada del plato del senador vecino. Es que su bodega no se llena tan fácilmente.

Santiago Peña, que cada vez gobierna menos, tiene permitido abrir la boca. Pero ya sabemos qué sucede cuando lo hace. Para justificar los des-desafueros largó una de las suyas: “La Justicia ha actuado y no encontró ningún hecho”. ¿Actuó la justicia? ¿Cuál, don Santiago?

Pero se entiende: del Quincho viene una atmósfera que lo embriaga todo y embriaga a todos. Falta un proyecto: Embriaguez Cero.

nerifarina@gmail.com

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