Unos la desconocen, otros la menosprecian: la Ley de Say

A causa principalmente de la desconsideración sobre la importancia de las ideas de la libertad en nuestro país es que estamos en permanente incertidumbre en términos económicos y políticos. Esto causa pérdida de oportunidades, de recursos y tiempo.

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Sin ideas claras no se pueden trazar objetivos, estrategias prácticas y resultados positivos. Sin ideas consistentes en la necesaria filosofía de la libertad con una genuina economía de mercado solo existe la alternativa de seguir en lo mismo y de ese modo alargar los problemas.

Para acometer con éxito un cambio pero de fondo y no de fachada, por tanto, es necesario conocer por ejemplo sobre una desconocida y mal interpretada ley de la economía: la Ley de Say. Elaborada por el economista francés Jean Baptiste Say (Lyon, 1767-1832), quien fue un economista y empresario textil, uno de los más importantes exponentes de la Escuela Clásica, admirador de la obra de Adam Smith e influenciado por el también francés Turgot.

Este notable pensador se ganó el reconocimiento mundial a nivel académico, motivo por el cual hasta hoy día se estudia su conocida ley de los mercados o simplemente Ley de Say.

Su enunciado sigue vigente. Y no solo por su consistencia teórica sino por su probada aplicabilidad empírica. Desconocida desde luego por los adeptos al intervencionismo estatal, burócratas y políticos, a quienes les conviene poner al Estado sobre los individuos y las empresas. La Ley de Say resulta fundamental para nuestro tiempo y explica de un modo lógico exposicional que toda oferta crea su propia demanda.

Esto significa que en la economía existe una relación de causalidad por la cual antes de demandar bienes y servicios para consumir, tienen que producirse ingresos que van a servir para obtener lo deseado. Ello no significa desde luego que si se produce algo de por sí se encontrará quien lo consuma (demanda).

Significa que, primero, hay un proceso que el mercado genera mediante la identificación de gustos y necesidades enviando señales a los productores para crear bienes y servicios en un ambiente de competencia.

Keynes no entendió

Lamentablemente fue John M. Keynes quien desconociendo (nunca entendió la Ley de Say) acerca de cómo funciona el mercado, se le ocurrió que la respuesta a la crisis que se tuvo en el año 1929 e incluso se inició mucho antes, estaba en incentivar la demanda agregada mediante una activa y expansiva política de gasto público y monetario.

Ello se convirtió en un anillo al dedo para los gobiernos cuyos políticos tuvieron la justificación para llevar a cabo políticas intervencionistas que terminaron en el gigantismo estatal que provoca inseguridad e incertidumbre dañando los incentivos para las inversiones. Este es el camino por el cual el Paraguay no debe seguir transitando.

A diferencia de lo que algunos ingenuamente creen, el intervencionismo estatal avanza en la medida en que no exista una línea de pensamiento diferente que se le oponga. Y para demostrar lo expresado, tomemos dos ejemplos en nuestra región. Solo el intervencionismo estatal fue capaz de dejar a Cuba sin azúcar y a Venezuela sin petróleo.

Lo mismo ocurre en este momento en el mundo. Los países están cayendo en recesión y la inflación no cesa pese a las multimillonarias intervenciones realizadas por los diferentes gobiernos del planeta por medio de su banca central.

De manera que si en verdad se pretende salir de esta situación donde rige la incertidumbre en la economía producida, por cierto, por el mismo Estado en todas partes y de ese modo escapar de la caída de las actividades en sus diversos aspectos, desde la producción de bienes y servicios, la comercialización, el transporte, el consumo, las compras y ventas, se debería tomar en cuenta la ley de Say.

Lo que está en juego

Finalmente son miles de empleos los que están en juego así como los mismos ingresos del fisco. Movilizar la actividad económica no es fácil sobre todo si seguimos estancados en las erróneas ideas prevalecientes y en particular en algunas motivadas por la ignorancia y otras por el menosprecio a las ideas de Say.

La realidad es que podemos hacer crecer la economía con empleos cada vez más numerosos si se acierta en las causas de cómo funciona la economía y no de la forma en que se debe seguir dando más funciones al Estado. Esta sola distinción entre economía privada y Estado es relevante para el tema que nos ocupa.

Y no se trata de sacar del análisis al Estado, puesto que el mismo mediante el respectivo gobierno, cualquiera sea, es una organización política y jurídica que forma parte de la sociedad y sus roles son los que están en discusión.

Si la función gubernamental es la de un facilitador de la economía privada, de la actividad empresarial de los individuos y negocios, pues entonces ahí estaremos acertando y dando un paso correcto hacia el objetivo que todos tenemos.

De manera que una cuestión es promover la economía haciendo del Estado un actor principal y otra es que sea un facilitador como la figura del árbitro. Lo que no se puede ser es jugador y árbitro al mismo tiempo.

Y si bien es preciso decir que Paraguay no es una economía de tipo socialista en donde los factores de producción son del Estado, lo cierto es que su tendencia es avanzar hacia ahí debido a que inhibe la iniciativa empresarial poniendo trabas, impuestos, burocracia, manteniendo monopolios y otros.

Lo que perdemos

¿Cuántos puestos laborales e ingresos a las familias dejan de existir por el nefasto intervencionismo estatal? ¿Cuánto dinero en ingresos para el fisco se dejan de percibir? Porque de eso se trata; a más actividad privada se generan más posibilidades de ingresos en concepto de tributos. Y es precisamente este el meollo de la cuestión:

Si no hay producción de bienes y servicios por parte del sector privado -individuos y empresas-, no hay consumo, no hay demanda ni compras ni ventas y tampoco hay ingresos en el fisco. La secuencia de la reactivación, por ende, es al revés de lo que se piensa, cree y se actúa.

Resulta imperioso comprender que el Estado como promotor de la economía conlleva a sobrevalorar el interés de la caja estatal en vez de los bolsillos de la gente; esto es, implica la aparición de políticas fiscales y monetarias que conllevan deudas, impuestos y oferta monetaria de más inflación.

La respuesta correcta proviene de la sencilla y contundente Ley de Jean Baptiste Say. Pero todavía unos cuantos la desconocen y otros más la menosprecian.

Demanda

La Ley de Say resulta fundamental para nuestro tiempo y explica de un modo lógico exposicional que toda oferta crea su propia demanda.

EstataI

Solamente el intervencionismo estatal fue capaz de dejar a Cuba sin azúcar y a Venezuela sin petróleo.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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