Reducidores

Cristina odiaba esperar el colectivo cada madrugada.

audima

No es que no le gustase el barrio en el que vivía, y el sentimiento ni siquiera era producto del mal servicio que ofrecía la línea de colectivos.

Era esa sensación de que en cualquier momento se convertiría en víctima de los chespiseros que tenían en zozobra al barrio, y que en las seis cuadras que separaban a su casa de la parada del colectivo, se convertían en el peor de sus temores cada madrugada y cada noche en las que tenía que ir y volver del trabajo.

Para su infortunio, su temor se convirtió en desagradable realidad esa madrugada.

Un adolescente, que tendría entre 15 y 16 años la despojó del teléfono que con tanto sacrificio había comprado en cuotas y por el que aún debía pagar durante más de un año.

La historia tendría el mismo previsible desenlace de siempre, el precoz delincuente iría a malvender el aparato en un conocido local, para obtener algo de dinero que le permita seguir financiar su adicción. Y al acabarse el dinero, a elegir a otra víctima.

A Ricardo le robaron su auto en la semana. El vehículo, proveniente de la zona franca de Iquique figura en la lista de los más robados últimamente.

Por las características no lo robaron para cometer otro delito o crimen, sino para desarmarlo y ofrecer sus piezas a quienes venden repuestos en algunos desarmaderos.

Para fortuna suya pudo finalmente recuperarlo, pero no es lo que le ocurre a la mayoría de las víctimas de este tipo de robos.

De tanto en tanto la policía reporta el robo de los cables de las costaneras en Asunción y Encarnación, el objetivo es claro, vender ese cobre a algún cliente inescrupuloso que no se preguntará ni el origen del artículo ni el motivo sobre el por qué lo ofrecen en un precio mucho más bajo que el precio del mercado.

Diariamente los medios de comunicación informan sobre diversos robos, hemos visto a rateros entrando a robar a las casas juegos enteros de jardín, máquinas varias, prendas de vestir, y hasta el insólito caso de uno de ellos transportando sobre sus espaldas un enorme portón.

Si se roba de todo, es porque se compra de todo.

Claramente en muchos de estos casos existe también todo un esquema de protección, complicidad e incluso participación directa de la autoridad pública, pero no es menos cierto que existe un enorme porcentaje de complicidad de quienes compran estas mercaderías financiando indirectamente en muchos casos asesinatos con fines de robo.

No es solo un tema legal, es cuestión de ver que el código penal establece para el delito tipificado como reducción un marco de condenas posibles de hasta cinco años o multa, que incluso puede elevarse hasta diez años cuando el reducidor actuara con fines comerciales o como miembro de una banda formada para la realización continuada de hurtos, robos o reducciones.

Quizás lo que pueda perfeccionarse es que deja a cargo de la víctima la persecución cuando el victimario sea un pariente con el que conviva o cuando la mercadería robada tenga un valor menor a los diez jornales.

Pero es también, sobre todo, un tema cultural.

Solo basta recordar que en el país se aprobó una ley para ir legalizando la tenencia de vehículos denunciados como robados principalmente en Brasil.

Con el pretexto moral de que muchos vehículos eran en realidad productos de un golpe de seguro y no de un asalto o un asesinato se blanqueaban conciencias.

Al hablar del narcotráfico y el lavado de dinero nos preguntábamos esta semana en la 730AM si mucha gente hace o no ese une con flechas entre estos crímenes, y el daño que se ocasiona a las personas en particular.

Deberíamos agregarle también el delito de la reducción, como parte de una gran campaña nacional para instalar la idea de que quienes compran estas mercaderías a un precio claramente inferior al valor que tienen en el mercado, son tan responsables de robos, asaltos e incluso muertes que se causan con la intención de despojar a alguien de lo que legítimamente le pertenece.

guille@abc.com.py

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