Tan pálido, tan triste: el caso Oquendo de Amat

Al norte de Madrid, en el cementerio de Navacerrada, hay una tumba cuya lápida reza: «Oquendo, tan pálido, tan triste, tan débil que hasta el peso de una flor lo desvanecía». Se cree que allí descansan los restos del poeta peruano Carlos Oquendo de Amat, cuyo aniversario de nacimiento se conmemora esta semana. Oquendo de Amat dejó un solo libro –publicado por la editorial Minerva, de José Carlos Mariátegui, con portada del artista Emilio Goyburu– que bastó para asegurarle un puesto definitivo en la historia de las vanguardias latinoamericanas.

Carlos Oquendo de Amat, "5 metros de poemas", Lima, editorial Minerva, 1927.
Carlos Oquendo de Amat, "5 metros de poemas", Lima, editorial Minerva, 1927.

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A Lisbeth Curay, en su cumpleaños.

Y también al heroico pueblo de Puno.

Dentro de lo que se ha denominado vanguardia en las alturas o vanguardismo literario andino, tenemos el caso del poeta Carlos Oquendo de Amat. Hace algunos meses, la persona que por estos días hace de titular del gobierno peruano manifestó que «Puno no es el Perú», sin tener la más remota idea de que es la cuna de las vanguardias literarias y de que allí nació Carlos Augusto Oquendo de Amat, el 17 de abril de 1905, a las cuatro de la madrugada, hijo de Carlos Belisario Oquendo Álvarez, médico formado en París, y Soraida Amat Machicao, descendiente del virrey Manuel Amat y Junyet.

Sobre Oquendo de Amat existen varios testimonios; uno de los primeros, rescatado por César Lévano, es del poeta puneño Luis de Rodrigo:

«Era un hombre “de estructura frágil, tez morena y ojos vivaces”, dice Luis de Rodrigo. “Lima”, agrega, “lo envenenó con todas sus tentaciones hedonistas. Fue un bohemio impenitente y cayó en las garras del alcohol y los paraísos artificiales”. Parece ser que dichos paraísos consistían en opio».

Este fragmento pertenece al libro Tránsito de Oquendo de Amat, del escritor y periodista Carlos Meneses (tal vez el mejor trabajo que se ha hecho sobre Oquendo), que hace una reconstrucción de la vida del poeta. Durante un tiempo circularon muchas versiones sobre la muerte de Oquendo de Amat. Que lo habían fusilado, que estuvo en la guerra… pero esto quedó descartado, ya que la guerra civil española comenzó ciento treinta días después de la muerte de Oquendo, que, según se confirmó, falleció el 6 de marzo, a las 10 de la mañana, a causa de una tuberculosis pulmonar, en 1936. Dentro de su valija se encontraron unas cuantas prendas de vestir y una edición de El Capital, de Marx.

De Puno a Lima

En su infancia, Oquendo de Amat recibió una buena educación, y la influencia de su padre en su pensamiento político fue fundamental. Además, su tío Nicolás lo aficionó al cine. En 1911, la familia se mudó a Lima. Vivieron en Barrios Altos. Siete años después, su padre murió y la familia cayó en la desgracia económica. La madre del poeta se hundió irreversiblemente en el alcoholismo y murió, enferma y delirante, el 2 de junio de 1923. Más tarde, Oquendo de Amat le dedicará su único libro y la evocará en el poema «Madre»:

…Entre ti y el horizonte

mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos

porque ante ti callan las rosas y la canción.

Oquendo de Amat se inicia en la escritura de poemas en la secundaria. Uno de sus primeros textos destacables es «Aldeanita»:

Aldeanita de seda

ataré mi corazón

como una cinta a tus trenzas

porque en una mañanita de cartón

(a este bueno aventurero de emociones)

le diste el vaso de agua de tu cuerpo

y los dos reales de tus ojos nuevos.

Desde muy temprano Oquendo de Amat empezó a vincularse con la intelectualidad limeña. El poeta Xavier Abril lo recuerda de esta manera:

«Mi identificación con Oquendo, como poeta, fue mayor que con ningún otro de mi generación. Los dos admirábamos a Eguren y a Vallejo, en lo nacional. A Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud, en el panorama universal de la poesía. Teníamos desde el principio preocupaciones filosóficas, estéticas, políticas y sociales, que nos situaron en nuestro tiempo, sin desmentir la ansiedad de futuro. Por ello también coincidimos en la tertulia de Mariátegui, en Amauta y en Labor. Llevábamos al director en su sillón de ruedas a la Universidad, a las exposiciones de pintura, a los conciertos, al cine. De los que colaborábamos en la gran revista de Mariátegui, éramos los únicos escritores que compartíamos la ideología del maestro».

La militancia y el destierro

Al poco tiempo de quedar en la orfandad, el poeta se busca la vida como profesor. Esta etapa coincide con el retorno a Perú del influyente escritor, periodista y filósofo marxista José Carlos Mariátegui, que había sido testigo de la explosión del fascismo en Europa. La lucha de Carlos Oquendo de Amat fue por la supervivencia y su vida estuvo marcada por la tragedia; así se ensaña a veces el destino con ciertos poetas. En la breve biografía que aparece en su único libro, leemos:

tengo 19 años

y una mujer parecida a un canto.

En 1926 se vincula con el grupo Orkopata y tiene trato con sus miembros, poetas puneños como Gamaliel Churata (seudónimo de Arturo Peralta), Alejandro Peralta, Inocencio Mamani, Dante Nava, entre otros. Ese año, además, se publica el primer número de la revista Amauta, fundada y dirigida por José Carlos Mariátegui, y se vive en general un clima de intensa actividad política e intelectual. Mariátegui le encarga a su hermano Julio César la edición, con su imprenta, Minerva, de Cinco metros de poemas, el único libro que publicó Carlos Oquendo de Amat. Eso fue suficiente para ganarse un sitio en la vanguardia literaria, recordando que no es necesario publicar tanto, sino más bien publicar contenido de calidad. En ese aspecto, el caso de Oquendo de Amat nos recuerda el de Juan Rulfo.

Por esos años Oquendo de Amat despliega una intensa actividad política, recorre el Perú fundando cédulas del Partido Comunista y se convierte en educador político. Posteriormente viaja a Bolivia, donde es apresado y expulsado. Antes de ser desterrado a Panamá en 1936, es arrestado y apresado en Arequipa, donde llegó a ser secretario general del Partido Comunista. El poeta Omar Aramayo cuenta que un día Oquendo y un amigo iban por la plaza de Santa Marta, en Arequipa, y se toparon con dinero en el piso; Oquendo miró a su compañero y le dijo:

–Es dinero. ¡Ni lo pienses! Esto es para el partido.

A raíz de su militancia, Oquendo abandonó la bohemia. El motivo de su primer encarcelamiento fue que llevaba consigo una fotografía de Stalin. Fue trasladado a Lima y logró fugarse. Luego fue deportado y huyó a Paita. Al regresar a la capital fue capturado nuevamente y viajó hacia Panamá, Costa Rica y México; luego trató de establecerse en París –a pesar de que no hablaba francés–, y después llegó a España.

Pero no fue precisamente un destierro forzoso: el mismo poeta lo solicitó, como ha testimoniado su amigo y protector Manuel Beingolea. Su estado de salud ya era gravísimo y le quedaba poco tiempo de vida. Oquendo fue deambulando entre pensiones y hoteles; en Madrid fue internado en el Hospital de Atocha y trasladado al Hospicio de Navacerrada, donde murió. El lugar donde lo enterraron fue bombardeado poco después, al inicio de la guerra. En conversación telefónica con el poeta peruano radicado en Alicante Antonio Cillóniz de la Guerra, me confirma que no se sabe con certeza si sus huesos realmente descansan ahí. Hasta después de muerto el destino se ensañó con él. La lápida de Oquendo que se encuentra en el cementerio de Navacerrada la pagó Cillóniz. Oquendo cumplió así lo prescrito en uno de sus propios versos: NADIE PODRÁ TENER MÁS DE 30 AÑOS.

La utopía de la modernidad

La obra de Carlos Oquendo de Amat la podemos enmarcar dentro de las poéticas posvallejianas, con las de Martín Adán y Emilio Adolfo Westphalen. A nivel latinoamericano su búsqueda es cercana a Altazor, de Vicente Huidobro. Hay en su poesía velocidad, movimiento; hablamos de una poética espacial y una nueva musicalidad. Oquendo asimila el rastro de Apollinaire. Integra en su poesía los elementos de la modernidad –coches, películas, posters, etc.–. La primera edición del libro mide cinco metros y al abrirlo da la sensación de estar frente a un rollo de película con cada poema como un fotograma con su propia imagen, historia o escenario. Daniel Salas Díaz afirma que el concepto lo inspiró la lectura del libro La poesía hoy, de Jean Epstein, que plantea la idea de la influencia del cine en la poesía. La poesía de Oquendo destaca no solo por la innovación sino también por la sencillez: le arranca la solemnidad a la poesía, le pone humor, usa greguerías. Oquendo fue un revolucionario en su vida y en su obra. El mundo que propone está y no está, es decir, lo imaginamos, es la utopía de la modernidad:

En Yanquilandia el cow boy Fritz

mató a la obscuridad

Hasta 1967 la figura de Carlos Oquendo de Amat era totalmente desconocida. Ese año, Mario Vargas Llosa lo rescató del olvido con el discurso que dio en Caracas al recibir el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, en el que dijo, entre otras cosas, sobre Oquendo de Amat:

«Tenía un nombre sonoro y cortesano, de virrey, pero su vida había sido tenazmente oscura, tercamente infeliz. En Lima fue un provinciano hambriento y soñador que vivía en el barrio del Mercado, en una cueva sin luz, y cuando viajaba a Europa, en Centroamérica, nadie sabe por qué, había sido desembarcado, encarcelado, torturado, convertido en una ruina febril. Luego de muerto, su infortunio pertinaz, en lugar de cesar, alcanzaría una apoteosis: los cañones de la guerra civil española borraron su tumba de la tierra, y, en todos estos años, el tiempo ha ido borrando su recuerdo en la memoria de las gentes que tuvieron la suerte de conocerlo y de leerlo. No me extrañaría que las alimañas hayan dado cuenta de los ejemplares de su único libro, encerrado en bibliotecas que nadie visita, y que sus poemas, que ya nadie lee, terminen muy pronto trasmutados en humo, en viento, en nada, como la insolente camisa colorada que compró para morir. Y, sin embargo, este compatriota mío había sido un hechicero consumado, un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un fulgurante explotador del sueño, un creador cabal y empecinado que tuvo la lucidez, la locura necesarias para asumir su vocación de escritor como hay que hacerlo: como una diaria y furiosa inmolación» (1).

No podemos dejar de señalar, finalmente, que, aunque la obra poética de Oquendo de Amat está enmarcada dentro de la vanguardia, hay en ella una tensión entre lo clásico y lo moderno, rasgo que se puede apreciar en el hecho de que algunos poemas contienen metáforas tradicionales en torno a las figuras de la madre o de la amada (como «Poema», del cual Susana Baca hace una conmovedora interpretación). Hablar de Oquendo de Amat es hablar de una poética del juego, es ver la poesía desde otra perspectiva, despojada de solemnidad. En esta ocasión, nos hemos trasladado hasta Navacerrada para rendirle este merecido homenaje.

Notas

(1) El discurso de Mario Vargas Llosa en la recepción del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en Caracas el 4 de agosto de 1967 se puede leer aquí: http://blog.pucp.edu.pe/blog/latravesiadelfantasma/2009/02/14/la-literatura-es-fuego-mario-vargas-llosa/

Referencias

Centro de Estudios Literarios Arturo Peralta (2015). Carlos Oquendo de Amat, «el poeta de la noche». Rescatado de: https://www.youtube.com/watch?v=-c9BBh6NbME&t=657s

Meneses, C. (1973). Tránsito de Oquendo de Amat. Las Palmas de Gran Canaria, Inventarios Provisionales Editores.

Oquendo de Amat, C. (2004). 5 metros de poemas. Madrid, Ediciones El Taller del Libro.

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