Sobre Carlos Saguier y El Pueblo

Dada la admiración y el afecto que rodean la memoria del cineasta Carlos Saguier (1945 - 2024), el espacio del Dossier dedicado el domingo pasado al pionero del cine nacional se quedó corto para todos los excelentes artículos de nuestros colaboradores, por lo cual publicaremos parte de ellos en sucesivas ediciones, comenzando hoy con este importante testimonio del periodista e investigador Antonio Pecci.

Fotografía tomada por Carlos Saguier que muestra a parte del equipo que trabajó en El Pueblo. En primer plano, Petit Goroso, asistente de cámara y mano derecha del director para lograr los mejores encuadres. En segundo plano, con la claqueta, Antonio Pecci, asistente de dirección. En tercer plano, Estela Lamar, entonces actriz del TPV, y Papo Díaz Peña, seleccionados para una producción televisiva. Jardín Botánico, hacia 1970-71. (Cortesía de Antonio Pecci.)
Fotografía tomada por Carlos Saguier que muestra a parte del equipo que trabajó en El Pueblo. En primer plano, Petit Goroso, asistente de cámara y mano derecha del director para lograr los mejores encuadres. En segundo plano, con la claqueta, Antonio Pecci, asistente de dirección. En tercer plano, Estela Lamar, entonces actriz del TPV, y Papo Díaz Peña, seleccionados para una producción televisiva. Jardín Botánico, hacia 1970-71. (Cortesía de Antonio Pecci.)

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Me piden unas líneas sobre el querido amigo cuya partida física es reciente. Y también sobre la película El Pueblo.

Antes que nada, decir que Carlos era una buena persona. Austero, de personalidad muy definida en su vocación artística y de gran riqueza humana. Aunque era un tanto reservado, reacio a encuentros sociales o con grandes grupos, una vez que uno pasara ese límite individual, encontraba a una persona sensible, de gran cultura, con quien se podía compartir un café y hablar de cosas de la vida, las artes… el cine.

Me tocó conocerlo en 1968. Yo integraba el Teatro Popular de Vanguardia (TPV), con Rudi Torga, Erenia López, Ramón del Río y otros colegas. Carlos solía asistir a nuestras funciones «off Municipal», en lugares alternativos donde presentábamos montajes de teatro independiente con enfoque social. Habíamos hecho farsas, obras en guaraní y castellano, piezas de Osvaldo Dragún, entre otros autores nacionales y extranjeros. Una noche, luego de la representación, se acercó y me saludó. Lo conocía de vista, como fan del grupo. Me invitó para charlar. Accedí y una tarde fui a su casa de la calle Caballero casi Manuel Domínguez. Me sorprendió que tuviera un estudio de grabación completamente equipado y con pantalla para proyecciones. También una cabina de operador con grabadoras profesionales, micrófonos de última generación y una cámara Bolex Reflex de 16 mm, así como una Hasselblad para fotografías.

Conversamos varias tardes en un proceso de mutuo conocimiento personal. Y me hablaba de cine, que le apasionaba. Una tarde me mostró lo que llevaba filmado de un material llamado La costa, sobre la vida de los pobladores de la ribera del río Paraguay. Era a color, con imágenes muy logradas, como la de los pescadores remando en sus botes en medio del río. Tendría unos 10 minutos lo que llegué a ver. Me interesó ese proyecto y le dije que le vendría bien una música de Agustín Pío Barrios. La idea le gustó. Y logramos que Sila Godoy grabara unos temas para la banda sonora. Según entiendo, esa película no se terminó. Carlos abandonó el proyecto. Me pareció que no le encontró suficiente consistencia a esa historia.

Además de ese fragmento, había visto Francisco, un corto, en el cineclub del colegio Cristo Rey. Y en 1967, por Canal 9, Ñandejára rekove paha (Los últimos días de Jesucristo), mediometraje en blanco y negro sobre los rituales de Semana Santa en la iglesia de Capiatá, que me pareció impactante. Producción en la que trabajó muy de cerca Jesús Ruiz Nestosa y que fue presentada con el sello Cine Arte Experimental (CAE). Es un material también perdido, ya que se filmó, según me explicó, en un material en positivo, del cual no se podían hacer copias.

Posteriormente, seguimos viéndonos a las tardes, porque yo tenía ensayos con el TPV por las noches. Y me surgió la idea de aprovechar ese estudio y sus equipos y le propuse hacer un programa radial sobre la actividad artística local. Le interesó. Fui a visitar a cada uno de los que integrarían el panel. Jesús Ruiz Nestosa, para comentarios de cine; René Dávalos, literatura; Juan Carlos Da Costa, artes plásticas; Vicente Marsal, música; yo, teatro. Y Carlos como coordinador del programa, denominado Panorama cultural. Se emitía por Radio Chaco Boreal los miércoles a la siesta. Y tuvo gran resonancia en el público joven; muchos llamaban para opinar en el programa. Pero era pregrabado. Tuvo tanto éxito, que al final nos dijeron en la radio que lo suspendiéramos, pues se iba a reestructurar la grilla… Las sesiones en el estudio de Carlos de todos esos intelectuales jóvenes, inconformistas, talentosos, para grabar el programa, merecen nota aparte. Pero nos brindan un dato valioso: Carlos tenía una enorme sed de conocimientos y no tenía prejuicios ideológicos para juntarse con ese grupo de intelectuales rebeldes, que ponían patas arriba la cultura existente.

Una nueva búsqueda

Ese evento radial nos unió aún más. Y continuaban nuestros encuentros enfocados en temas de cine. Le apasionaban Eisenstein y su Acorazado Potemkin, Iván el Terrible y los ensayos de teóricos como Dziga Vertov y su «ojo crítico», Bela Balazs y toda la era del cine mudo. También discurríamos sobre temas que atravesaban la década: el Mayo Francés, el nuevo enfoque de la Iglesia después de Medellín, el mundo campesino... Hasta que un día me dijo que fuéramos a recorrer pueblos. Acordamos que los de Cordillera podrían ser interesantes por sus rasgos históricos y socioculturales. Estuvimos en Atyrá, Altos y Tobatí. Todos pueblos antiguos, con una dinámica propia.

Y eligió Tobatí. Le impactaron la atmósfera, el territorio geográfico, la gente sumergida en otra época. Contrató a Petit Goroso como asistente de cámara y a Eugenio Villalba como encargado de utilería. Yo quedé como asistente de dirección. Fuimos al pueblo a convencer al comisario, al cura, a las dueñas de la pensión donde el equipo iría a comer... Y a algunas figuras, como el artesano Zenón Páez, que nos recibió muy afablemente en su casa y fue uno de los propagandistas en favor nuestro entre sus amigos. La comunicación era estrictamente en guaraní, que yo dominaba medianamente bien. La excusa ideada por Carlos –que íbamos a filmar para Canal 9 un documental de corte turístico, mostrando las bellezas del lugar– funcionó como un abrepuertas formidable. Filmamos dos semanas a un ritmo intenso que podía arrancar a las 6 de la mañana. Y dormíamos en unos desportillados catres en el bar-pensión de las hermanas. Lo que delata otra cualidad de nuestro director: era capaz de adaptarse a esas condiciones rústicas, siendo un chico de la burguesía asuncena, acostumbrado a otro nivel de vida.

Terminada la filmación, me consultó si quería acompañarlo a Buenos Aires, donde se iba a procesar la peli, en Laboratorios Alex. Pedí permiso al grupo TPV y en octubre de 1968 partimos en su camioneta Volkswagen verde, doble cabina. Nos instalamos en el departamento de su familia e íbamos todos los días al laboratorio –que era el principal centro de procesamiento de negativos de cine de toda Sudamérica– a formar fila para que nos atendieran. Cuando tuvimos el copión, lo proyectamos en la pared del departamento, ya que se había llevado un proyector. Se me ocurrió que podían verlo algunos artistas compatriotas para conocer su opinión. Carlos estuvo de acuerdo. Llamé al crítico Edgar Valdés, a quien lo filmado le encantó. Luego a José Asunción Flores; el músico quedó impactado por las imágenes. Así como a Elvio Romero. Pero me interesaba la opinión de Roa Bastos también, por su experiencia en cine. Y Valdés armó un encuentro en su pequeño departamento para que conociéramos al escritor, quien ya tenía fama. Fue una reunión sencilla; Roa se percató de nuestro miedo y le dio un toque de humor, logrando romper el hielo. Al día siguiente fue a ver el material y quedó bien impresionado. Pero hizo comentarios precisos sobre que le faltaban diálogos y escenas donde conversara la gente. Es decir, le faltaba acción para que tuviera un ritmo narrativo.

Volvimos luego de un mes, pero la producción se paró, pues no había dinero. El gran financista era el padre de Carlos, don Pedro Saguier, entusiasta de la fotografía, quien le había dado todo el apoyo a su hijo para que tuviera el mejor equipamiento de la época.

A mediados de 1969 se realizó la segunda parte del rodaje, otra vez en Tobatí, con escenas más trabajadas. Y en una casona de Capiatá se armó un bar con personajes del lugar dialogando sobre temas propios de su realidad: la plata yvyguy, el póra, la chacra... Y también salimos a grabar sonidos de entierro en un cementerio y los llantos de los familiares, de animales, de la naturaleza, jornadas enteras. Extenuantes. Volvimos en noviembre a Buenos Aires y se procesó todo el material y también lo que sería la banda sonora. Hasta lograr la edición del material, que quedó en unos 45 minutos, filmando una proporción de 3 a 1. Organizamos la ronda de visitas al departamento de los cuatro amigos mencionados. Y quedaron satisfechos. Tanto que Roa se empeñó en organizar una sesión privada de la película. Fue en un microcine que Laboratorios Alex tenía sobre la calle Tucumán. Asistieron unas 50 personas del mundo del cine y del periodismo. Con esa satisfacción volvimos a Asunción.

Organizamos la exhibición en el Centro Cultural Paraguayo Americano, porque lo considerábamos un sitio amigable. Visitamos diarios. Y las proyecciones atrajeron mucho público y críticas muy favorables de la prensa –de Oscar Trinidad, Ruiz Nestosa, José-Luis Appleyard y Emilio Pérez Chaves, entre otros–.

La temporada fue abruptamente cortada por el fatídico comentario del escritor oficialista Mario Halley Mora, jefe de Redacción del diario Patria –órgano de la dictadura–, donde calificó a la película de «brutal traición» a la época de paz y progreso que vivía el país. El resto es historia conocida. Ya no se pudo exhibir, y con los años la copia más importante se perdió. Y los planes de llegar al largometraje se frustraron completamente. El CAE había terminado. Pero hacia 2015 se logró rescatar una copia de segunda mano que Saguier envió a restaurar en Estados Unidos, logrando un material de buena calidad. Y así fue posible brindar ese legado a la posteridad.

*Antonio Pecci es periodista e investigador. Con Carlos Saguier y Jesús Ruiz Nestosa, integró el grupo Cine Arte Experimental (CAE) en la década de 1960. Fue codirector del Teatro Popular de Vanguardia (TPV) y editor del Correo Semanal (suplemento cultural del diario Última Hora). Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo Santiago Leguizamón (1999) y ha sido declarado Hijo Dilecto de Asunción por la Junta Municipal (2011). Ha publicado Teatro breve del Paraguay (Napa, 1981), Tributo a Flores (Uninorte, 2002) y En los sótanos de los generales (en coautoría con Alfredo Boccia Paz, Gloria Giménez y Miguel H. López, Servilibro, 2001), entre otros libros.

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