Problemática chespi: la solitaria lucha de los centros terapéuticos

El tema de los jóvenes caídos en las drogas es uno de los problemas sociales más graves que tenemos. El tema empieza a desbordar con la inmensa cantidad de adictos sin norte, sin familia, sin Estado. Esta es nuestra realidad y ante la desidia de los distintos gobiernos, hay algunos grupos de personas que trabajan, de manera voluntaria, en pos de la recuperación de estos jóvenes.

Terapia grupal
El Paraguay sobrevivió siempre por la calidad de su gente sensible y solidaria. En este caso, aquellos voluntarios que aportan acciones y fe para la rehabilitación de las víctimas de la adicción a las drogas.

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Lejos de lo prometido por el actual Presidente de la República, Santiago Peña, en campaña proselitista, el plan “Chau chespi” nunca se inició. La población de adictos crece cada día más, generando mucho miedo, pues actualmente no hay barrio en Asunción y otras ciudades del país que se salve de este problema.

Los robos y/o crímenes cometidos por el adicto para comprar “el moñito” (crack o cocaína) aumentan de manera alarmante. Familias rotas, ausencia de padres, en muchos casos miseria económica son algunos de los factores ineludibles detrás de esta adicción.

Muchos proponen enterrarlos en las cárceles, otros “meterles bala”. Sin embargo, todavía hay quienes creen que es posible renacer, recuperar familias, reinsertar a las víctimas socialmente.

Conversamos con dos comprometidos con esta causa. Ex adictos, hoy completamente “limpios”, Emiliano Jara (42) y Carlos Vitar (58) dirigen sus propios centros de terapia y rehabilitación trabajando a todo pulmón.

“El Estado solo está dando un gran silencio”

Emiliano forma parte de una iglesia, Ministerio Familias del Rey (Pentecostales), en Itauguá, departamento Central. Dirige un grupo de apoyo y autoayuda que nació en el 2017 y se llama La Cueva de Adulam.

Se reúnen todos los lunes a las 19 horas, sin excepción, no hay feriados. “Somos tres facilitadores que ayudamos en el grupo. Yo también fui adicto a las drogas y sé lo que es padecer por eso. Con la ayuda de Dios y hermanos de una iglesia pude llegar a salir de ese mundo peligroso y de muerte lenta pero segura

Emiliano cuenta que la preocupación por los que sufren por las drogas caló hondo en él. “Desde el 2004 comencé a ayudar en un centro donde fui a internarme y acabé quedándome como voluntario casi 4 años. Desde ese día hasta hoy sigo intentando ayudar a los que están luchando contra este flagelo”

Además del propio grupo de ayuda, también visitan desde hace 5 años el Centro Educativo Esperanza, de Itauguá, que acoge a menores. “Tengo la esperanza de que, así como yo pude salir, otros podrán; a pesar de que aparentemente no veamos resultados”

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-¿Cómo es la relación entre recuperados y otros que inician el proceso?

Estamos 4 personas que hemos dejado las drogas. La mayoría que pudo salir en estos momentos conoció a Jesús y cambió su vida, se volcó a servir a Dios.

He visto a muchos de los chicos luchar, estar bien pero después de un tiempo vuelven a caer en lo mismo. El tiempo de abstinencia es uno de los más difíciles, ya que va de acuerdo al tiempo que lleva consumiendo; no se deja la droga de la noche a la mañana.

En el grupo de apoyo vienen aproximadamente 8 personas, a veces más. Hay días que no viene nadie. Son personas que perdieron a su familia y vivieron por la calle, pero que hoy son personas de bien. Otros estuvieron en prisión y, a los ojos de la sociedad, ya no tenían cura, pero hoy son diferentes y ayudan a otros. Otros tuvieron que pasar por el nosocomio o el neuropsiquiátrico.

-Este es un trabajo lento, más aún porque la gente les teme y condena debido a los robos.

La opción humanitaria es la más difícil. Hay una realidad detrás de cada adicto. Muchos vienen de familias disfuncionales, otros fueron abusados, maltratados entre otras diversas circunstancias. Otros quieren probar algo nuevo o estar “en onda”. La presión de grupo, “por rebeldía”, es muy fuerte. El adicto antes se escondía para drogarse, hoy ya no es tan así. No obstante, el adicto se margina a sí mismo.

El crack es una droga muy adictiva y una de las más baratas, eso le permite vender cualquier cosa. Su mundo se ha vuelto el robo constante y pedir plata por todos lados. La gente les teme cada vez más y entonces el adicto se convierte en el gran marginal.

-¿Qué ayuda reciben desde el Estado en esta labor?

Trabajé en un centro de rehabilitación donde ayudé al director a buscar rubros del Estado, pero esa ayuda es muy pobre respecto a los centros de rehabilitación de adictos. Del proyecto que presentó este director se recortó el 50%. Recuerdo que tenía que presentar factura cada mes, pero el Estado desembolsaba cada 3 o 4 meses, no había continuidad. Hoy día ese centro tuvo como 3 recortes más.

El Estado no valora a las personas que ayudan a los que luchan contra las drogas. La mayoría de los centros que existen trabajan a todo pulmón. Esperamos que este Presidente de la República nos apoye a todos los centros. Tengo amigos que ayudan a tocar puertas, llamadas, mensajes y solo recibieron un gran silencio por parte del Estado.

-¿Cómo podemos ayudar como sociedad?

La sociedad precisa tener más empatía con los adictos, antes que nada, transmitirles que ellos son valorados como personas.

-En este panorama, ¿cómo están trabajando?

Trabajamos voluntariamente, sin pedir nada. El obstáculo mayor es no poder tener ese tiempo de calidad en la asistencia de los chicos, ya que, por no tener rubros no podemos dedicarnos 100% y trabajamos para nuestra subsistencia.

El tiempo que tenemos es limitado en contraste con la impresionante demanda de parte de las familias y los chicos mismos que llaman a pedir ayuda. Muchas veces solo podemos escucharlos. Gracias a Dios, la tecnología ayuda bastante, pero no puede reemplazar a la charla presencial.

-Las palabras son importantes, pero, a la par, se precisa un plan de ayuda económica.

Como te comenté, el Estado ayuda muy precariamente, solo alcanza para unos pocos. A modo de ejemplo, la SENAD tiene un departamento destinado exclusivamente para ayudar a centros de rehabilitación, pero brilla por su ausencia.

Lejos de desanimarnos encontramos frases que animan al corazón y nos da esperanza. “Sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino, salvará su alma de muerte y cubrirá multitud de pecados (Santiago 5:20)”. Con una persona que ayude o ayudemos a salir de la adicción, se evitarán muchos robos, asesinatos, maltratos y que esa persona como adicta induzca a otras a las drogas.

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“Todos los días me llaman madres desesperadas implorando ayuda”

Carlos dirige la comunidad terapéutica Padres Unidos en el Amor y la Fe (PUAFE). Es terapeuta en drogodependencias, matriculado en el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social-Paraguay (MSPBS), para el tratamiento de personas en consumo de sustancias psicoactivas y alcohol.

El equipo terapéutico está conformado además por una psicóloga, una docente, terapeutas educadores, técnicos en oficios, licenciados en el área de contabilidad y asesoría jurídica, y voluntarios de diferentes especialidades. Los profesionales psiquiatras y médicos clínicos son externos. Cuentan con 10 camas, trabajan la franja de adolescencia hasta niños varones de 11 y 12 años en situación de consumo.

“Quiero mencionar que esta institución fue fundada por mis padres en 1977, porque mi hermano mayor estuvo en las adicciones. No había ningún lugar de tratamiento en Paraguay ni en Sudamérica en esa época, y se juntaron otros padres que atravesaban el mismo problema familiar. Trataron la atención de forma espiritual”

Carlos confiesa que, a raíz de la influencia de su hermano, también él comenzó a experimentar la marihuana a los 12 años y fue adicto varios años. “Con la ayuda de la familia, muy especialmente de mi esposa pude recibir ayuda profesional y espiritual para salir de este flagelo. Llevo 30 años sobrio y 23 años como profesional en la recuperación de adicciones. Lo hago por convicción y agradecimiento a Dios”.

-¿Cómo considera que hoy la gente define al chespi socialmente: “un problema sin solución”, “una plaga”, muy pocos los que creen que pueden recuperarse…

Eso según la percepción de cada persona. Para el consumidor es una experiencia placentera al principio, luego se convierte en una necesidad y al final en una pesadilla sin fin. Para los familiares es un sufrimiento que causa división en el núcleo familiar. Para el Poder Judicial, un problema en aumento con altas tasas de delincuencia a causa del crack. Para el Gobierno, un problema social que quiere minimizar para no brindar ayuda real.

Esta desorganización produce un costo muy alto en lo económico, de salud mental y de inseguridad pública.

-¿Cuándo y cómo comenzó la adicción en Paraguay?

Con nuestras propias estadísticas, comienza en los años 70 con jóvenes que viajaban al extranjero en intercambio estudiantil o universitario. Es cuando conocen a otros jóvenes en consumo. Toda esa época de liberación que se vivía en los países del norte y Europa. Así se introdujeron las adicciones.

También la influencia de Brasil. Mi primera experiencia con un adicto al crack fue en el 2000, el joven tenía 26 años y era “brasiguayo”, de Pedro Juan Caballero. Muy poco se conocía el tema en nuestro país en ese tiempo.

-¿Cuántos jóvenes se considera oficialmente que están en esta situación? ¿Es el cinturón de Asunción la zona más afectada?

La estadística la tiene la SENAD y está basada en encuestas. Sí, diría con certeza que el Departamento Central es el más afectado, sin descartar Alto Paraná, Concepción (Vallemí, muy afectada) y en el Chaco también. Prácticamente este problema abarca el país. La edad está bajando muy rápidamente. Nosotros tenemos intervisión de niños de 11 años. La edad promedio de inicio en el consumo del crack es de 14 años.

-¿Cuáles son las condiciones socioeconómicas de las que salen estos jóvenes?

Para entender las adicciones, hay que considerar que es consecuencia de otros problemas. Sí es más visible en el contexto familiar más vulnerable o humilde económicamente, pero en realidad no respeta estratos sociales, hay en todos. Como te dije, empiezan muy jóvenes y luego, también, muchos jóvenes que consumen cocaína pasan al crack “por razones financieras”. Es más barato, pero mucho más adictivo y la frecuencia de consumo es mayor. Al final es más caro.

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-¿Cómo están trabajando en Puafe?

Una buena pregunta. Con muchísimas dificultades en el sostenimiento del plan financiero. Tenemos un presupuesto de la Nación de 60 millones anuales. Son 4 millones al mes que salen en forma bimestral, a veces. O si no esperamos hasta que salga del Ministerio de Hacienda.

Otra forma de sustentar la comunidad terapéutica es cobrando un arancel de tratamiento. Para aclararlo, cada adolescente cuesta a la institución 6,8 millones mensuales. Nosotros pedimos a los padres 3 millones. De los 10 lugares disponibles solo 1 o 2 pueden abonar ese monto. Los 8 restantes, tal vez 500 mil guaraníes, pero la mayoría es insolvente, derivados judiciales, de la CODENI en algunos casos y otros de familias que nos piden ayuda.

Muy difícil nuestra situación. Necesitamos ayuda de la sociedad. A las empresas les decimos que tenemos y contamos con todas las condiciones para recibir donaciones y poder descontar de los impuestos; tenemos factura legal y recibos contables. También tenemos muchos resultados verificables e incontables testimonios.

Llevamos trabajando 43 años. Este año estuvimos haciendo lobby con diputados y senadores para que nos ayuden a alzar nuestro presupuesto.

Sobre la solicitud de aumento de presupuesto

“Como te decía, estuvimos haciendo lobby, pidiendo levantar nuestro presupuesto 4 millones al mes, que es demasiado poco para lo que hacemos. Pero de Diputados enviaron sin modificación nuestro pedido, ahora pasa a Senadores, ahí está como presidente de la bicameral Derlis Osorio, a quien le escribí, le envié un audio, pero no me contestó. En fin, en estos días se va a tratar el tema de las ONG”

“Estoy muy preocupado por la cantidad de familias que todos los días me llaman desesperadas pidiendo ayuda, ¡cómo me gustaría que los legisladores escuchen esas llamadas!

Hay madres que están mendigando ayuda siendo que el gobierno está obligado a proveerla. Esto es salud mental, salud pública, no es cualquier cosa; esto desemboca en inseguridad, en delito. Las comunidades terapéuticas no tenemos la atención que necesitamos con urgencia”, finaliza.

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