«Animales humanos»

El año 2024 comienza con una batalla legal histórica en la ciudad de La Haya.

Los diarios de Theodor Herzl
Los diarios de Theodor Herzl

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El año 2024 comienza con un juicio histórico: por primera vez, Israel comparece ante el principal órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia de La Haya, obligado a responder por los actos cometidos en Gaza dentro del caso de genocidio presentado en su contra por Sudáfrica.

Reuniendo pruebas en un riguroso y minucioso documento legal de 84 páginas, presentado ante la Corte de Justicia en diciembre, Sudáfrica ha acusado a Israel de violar en Gaza la Convención sobre Genocidio de 1948, de la que ambos países son parte (1).

Ha habido dos audiencias: en la primera, el jueves, el equipo de juristas de Sudáfrica expuso el caso contra Israel; en la segunda, el viernes, Israel respondió a las acusaciones.

Vimos ambas. El jueves, el caso se abrió situando la última actividad de Israel en el contexto más amplio de 25 años de apartheid, 56 años de ocupación y 16 años de asedio de la Franja de Gaza. Adila Hassim expuso cinco de los principales actos genocidas de los que se acusa a Israel (asesinatos en masa, destrucción del sistema sanitario, impedimento de nacimientos palestinos, daño físico y mental, desplazamientos forzados y bloqueo de alimentos), documentándolos con estadísticas y evidencias. Tembeka Ngcukaitobi citó declaraciones de dirigentes y funcionarios israelíes, entre ellas la arenga «bíblica» de Netanyahu a las tropas en octubre llamando a destruir a los «amalecitas», como prueba adicional de intención genocida.

Las palabras de la jurista irlandesa Blinne Ní Ghrálaigh fueron particularmente duras: «Este es el primer genocidio en la historia en el que sus víctimas transmiten su propia destrucción en tiempo real con la desesperada y hasta ahora vana esperanza de que el mundo haga algo». Expuso cifras: «cada día mueren 247 palestinos, 1 cada 6 minutos; 48 madres, 2 cada hora; 117 niños, 5 cada hora; cada día, 10 niños son amputados sin anestesia». Y mostró dos fotos: en la primera vimos una pizarra con un mensaje escrito a mano: «Hicimos lo que pudimos. Recuérdennos», y en la segunda, la pizarra destruida por una bomba israelí que mató al médico que lo había escrito.

No menos importante: sabiendo que un fallo lleva tiempo, Sudáfrica solicitó a la Corte una orden de emergencia de cese del fuego para detener los asesinatos en Gaza.

El viernes fue el turno del equipo israelí. Tal Becker afirmó que Sudáfrica había presentado un «cuadro legal profundamente distorsionado», que había demostrado ser aliada de Hamás y que la Corte debe aplicar medidas en su contra. Galit Raguan culpó a Hamas del número de víctimas y declaró que Israel no ha bombardeado hospitales. Christopher Staker sostuvo que Israel ha brindado ayuda humanitaria. Gilad Noam se opuso al cese del fuego. Tal es la postura de Israel: rechazar toda solicitud de cese al fuego, dado que este es en «defensa propia».

Como se sabe, Israel tiene uno de los ejércitos tecnológicamente más sofisticados y poderosos no solo de Medio Oriente, sino del mundo; por su parte, Palestina no tiene ejército. Es también de público conocimiento que desde el 7 de octubre el Ejército israelí ha bombardeado población civil indefensa y desarmada, casas, hospitales, escuelas, mezquitas e incluso las zonas designadas como «seguras» a las que ordenó huir a los palestinos. Hasta ahora ha asesinado a más de 23.000 palestinos (2). Según cifras de hoy, 12 de enero, 10.000 niños han muerto en Gaza desde el inicio de la ofensiva y hay unos 8000 cuerpos bajo los escombros (3). La mayoría ha perdido su hogar, su trabajo o a sus seres queridos. Miles han sido heridos o mutilados, el sistema de salud ha colapsado y la muerte por hambre y sed se ha vuelto tan probable como la muerte bajo fuego debido al asedio anunciado ya en octubre por el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant: «Ni electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible: estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia» (4).

De ahí el pedido de Sudáfrica de la orden de emergencia de cese del fuego. El propósito de la Convención de 1948, antes que castigar a genocidas, es identificar un genocidio y detenerlo; el propósito de Sudáfrica no es condenar a Israel cuando haya aniquilado a los palestinos de Gaza, sino impedir que los aniquile. Cada minuto cuenta. Solo ayer, primer día de las audiencias, han muerto cientos de palestinos por bombardeos del Ejército israelí (5), y hoy, segundo día, la ONU ha declarado que mucha de su ayuda humanitaria no ha podido llegar a Gaza por la inseguridad y los obstáculos impuestos en los controles israelíes (6).

Lo que Sudáfrica denuncia en La Haya como actos genocidas bajo la Convención de 1948 no comenzó el 7 de octubre, pero, pese al silencio parcial impuesto por los asesinatos de periodistas palestinos perpetrados desde entonces a un ritmo sin precedentes, y en parte, según creo, por lo que Blinne Ní Ghrálaigh señaló el jueves sobre la difusión en línea de testimonios directos por las propias víctimas, en estos tres meses se ha hecho inocultable.

Sin embargo, hoy, viernes, el equipo legal israelí ha tildado de «asombroso» el urgente pedido de Sudáfrica a la Corte de imponerle medidas cautelares que incluyan el cese del fuego en Gaza (7).

«Asombroso».

Israel puede esperar apoyo, suponemos. Hay gobiernos que tienen mucho que perder si la Corte llega a la conclusión de que sus actos, hoy en juicio, se ajustan a la definición de genocidio. Gobiernos que han respaldado esos actos, gobiernos que los han financiado, gobiernos que los han justificado, gobiernos que le han enviado armas para cometerlos, gobiernos que pasarían a ser sus cómplices. Lo lógico sería que también esos gobiernos enfrentaran juicios más adelante.

(Sé que tan óptima conclusión está todavía lejos, pero renunciar a conseguirla, créanme, sería el primer paso hacia un futuro de pesadilla distópica. Porque lo que está en juego en Medio Oriente, oh mis queridos drugos, es bastante más amplio de lo que suele pensarse.)

El término genocidio fue definido originalmente por el jurista judío-polaco Raphael Lemkin en su libro de 1944 Axis Rule in Occupied Europe. Lemkin se inspiró en las políticas de exterminio de comunidades (judíos, polacos, gitanos) del Tercer Reich. El juicio de La Haya esta semana ha planteado que Israel estaría violando las normas establecidas por el derecho internacional para evitar que el Holocausto nazi, que inspiró a Lemkin, se repita.

Esto puede parecer paradójico porque los vínculos filosóficos del sionismo y del nazismo, y las relaciones históricas del movimiento sionista con los funcionarios de la Alemania nazi, cruciales para comprender el verdadero carácter de su proyecto genocida en Palestina, que empezó hace más de siete décadas, son poco conocidos.

Lo son porque todo intento de exponerlos tropieza con acusaciones de «antisemitismo» e incluso campañas de difamación. Esta censura del debate histórico y del conocimiento filosófico ha dado como resultado una ignorancia generalizada del carácter ideológico del sionismo y de la historia sionista. Los aspectos históricos y filosóficos están relacionados: sionismo y nazismo comparten bases filosóficas porque hunden sus raíces en el colonialismo.

Entre las premisas que comparten el sionismo y el antisemitismo está la noción de las «razas» humanas. Aunque parezca remota, dado que ha caído en desuso para la ciencia contemporánea, esta noción estuvo vigente hasta mediado el siglo XX. El sionismo y el antisemitismo creen que los judíos son extranjeros en sociedades no judías porque constituyen un grupo «racial» distinto. De ahí se infiere que no pueden integrarse a las sociedades en las que viven. Ambos principios, el racismo y el antiasimilacionismo, son parte del terreno filosófico compartido por el sionismo y el antisemitismo en general, y por el sionismo y el nazismo en particular. Que los actos de Israel en Gaza puedan ajustarse a una definición de genocidio inspirada en el Holocausto nazi parece paradójico porque estos parentescos ideológicos están oscurecidos por la imagen más extendida del sionismo y de Israel como antítesis del nazismo y del antisemitismo. Una imagen impuesta en gran parte por la industria cinematográfica estadounidense.

Una imagen desmentida por los hechos documentados, ya que esta afinidad ideológica oculta se concretó históricamente desde el comienzo, cuando el movimiento sionista buscó el apoyo de los sectores antisemitas y después, cuando colaboró con ellos. Lo deja claro el propio Theodor Herzl en el texto fundacional del sionismo, El Estado judío (1896): «los gobiernos de todos los países azotados por el antisemitismo estarán muy interesados en ayudarnos a obtener la soberanía que queremos».

Herzl apeló a antisemitas de toda Europa, desde la Rusia zarista hasta Gran Bretaña. El pensador judío Moshe Menuhin refunfuñó: «para los sinvergüenzas reaccionarios que gobernaban Europa, Herzl tenía una promesa irresistible: el sionismo disolvería todos los elementos revolucionarios y socialistas existentes entre los judíos» (8). El sionismo es una ideología reaccionaria alineada desde su origen con los intereses de las clases dominantes europeas, cuya posta tomó después Estados Unidos. A pesar de la imagen popular de Israel como un oasis democrático en medio de la «barbarie oriental», las premisas filosóficas y las alianzas históricas que mencionamos son la clave del carácter estructuralmente genocida del Estado sionista como proyecto colonial.

El núcleo del proyecto sionista del Estado de Israel como operación de limpieza étnica no solo es coetáneo del racismo «científico» de los Renan y de los Gobineau: es, por así decirlo, su gemelo inverso. Judeófobos como Wilhem Marr y sionistas como Theodor Herzl brotan del mismo clima ideológico, como las nociones en las que fundan sus teorías: «pueblo», «raza», esencias metafísicas, ahistóricas. Solo en un clima tan enrarecido podía nacer la fantasía de una «nación sin tierra» y el monstruoso corolario del derecho a un Estado propio sin importar que el territorio a ocupar esté habitado. De ahí que el principal obstáculo al proyecto sionista hayan sido siempre los palestinos (no Hamás), desde Herzl hasta Gallant y Netanyahu, pasando por Golda Meier («¡No hay pueblo palestino; no existen!») y Ben-Gurion. «Nos esforzaremos por expulsar a la población pobre a través de la frontera sin que nadie se dé cuenta, procurándole empleo en países de tránsito, negándole empleo en el nuestro», escribió Herzl en su diario el 12 de junio de 1895 (9); «Casi 40 por ciento de no judíos no es base firme para un Estado judío», dijo Ben-Gurion en 1947 (10); «Si los árabes en Israel llegan al 40 por ciento, es el fin del Estado judío», declaró Netanyahu en 2003. «Pero 20 por ciento también es problemático», añadió. «Si 20 por ciento es un problema, el Estado tiene derecho a tomar medidas extremas» (11). Para el sionismo y para el nazismo los judíos no eran parte de las sociedades europeas. Por eso un nazi como Eichmann se declaraba prosionista.

En la década de 1930, los nazis permitieron a los judíos alemanes transferir su capital a Palestina (transferencia de millones de marcos) por el acuerdo Ha’avara, que facilitó la colonización y socavó el boicot mundial a los productos alemanes, que tenía como fin sabotear al régimen nazi. Con ese acuerdo, la Federación Sionista de Alemania sacrificó los intereses de la mayoría de los judíos a sus ambiciones políticas.

El movimiento sionista usó sus recursos para colonizar Palestina en vez de usarlos para combatir el nazismo. Antes de ser subdirector del Mossad, David Kimche coescribió un libro sobre los asentamientos ilegales en Palestina en la década de 1930, cuando el partido nazi creó escuelas de formación agrícola para pioneros judíos con miras al asentamiento sionista en Palestina. Kimche escribe que «a fines de 1938, cerca de mil jóvenes judíos recibían entrenamiento en estos campos proporcionados por los nazis».

Hubo resistencia judía antifascista, pero la historia no registra entre los líderes sionistas, que formarán el futuro gobierno israelí, ningún plan de revuelta ni intento alguno de contrabandear armas para los combatientes judíos de los guetos, que las necesitaban con tanta desesperación. A juzgar por sus relaciones con la Alemania nazi, el único objeto del movimiento sionista parecería ser establecer un Estado propio en Palestina.

Rudolf Kastner, jefe del comité de rescate de la Agencia Judía en Budapest, hizo pactos secretos con nazis como Eichmann para exterminar a la mayor parte de los judíos húngaros a cambio de que le permitieran salvar y llevar a Palestina a unos 600 sionistas prominentes. Mucho después, en 1952, cuando Kastner era un importante miembro del partido Mapai, un oscuro periodista llamado Malchiel Greenwald denunció su pasada colaboración con los nazis.

El gobierno israelí acusó a Greenwald de difamación. Pero el juez, Benjamín Halevi, lo absolvió en 1955. Alentado por su éxito, el abogado de Greenwald, Shmuel Tamir, reunió nuevas pruebas contra Kastner y trató de llevarlo a juicio por colaboración con los nazis. Antes de que empezara el juicio, Kastner fue asesinado por Zeev Eckstein, exagente del Servicio de Inteligencia israelí. El periodista Moshe Keren, que había escrito sobre el caso Kastner y pedido que fuera juzgado, apareció muerto en su habitación de hotel; oficialmente, de infarto.

Parece inevitable reconocer lo oportuno de la muerte de Kastner, antes de un nuevo juicio y del interrogatorio que conllevaría. Por entonces había salido a la luz que llegó a un acuerdo tras la guerra para ayudar a huir a Adolf Eichmann. La captura, juicio y ejecución de Eichmann en 1962 enterraron los trapos sucios que habían asomado con el caso Kastner y reforzaron la imagen del sionismo como enemigo del fascismo y amigo de los judíos.

El concepto nazi de raza está en la base de la ideología sionista. El sionismo no es democrático ni progresista y no representa las ideas ni los principios ni los intereses de todos los judíos. Es difícil presentar de forma breve un tema tan complejo y tan peligroso, pero además de esbozar –por hoy, apenas esbozar– las alianzas históricas y las conexiones filosóficas entre el sionismo, el nazismo y el antisemitismo, debemos expresar aquí nuestro más profundo respeto por la dignidad y el derecho a vivir de los palestinos y por la solidaridad internacional con su causa, en especial la demostrada por todos los judíos antisionistas del mundo, que hoy los están apoyando.

Notas

(1) https://www.abc.com.py/internacionales/2024/01/11/comienza-hoy-la-audiencia-en-el-tribunal-de-la-onu-entre-sudafrica-e-israel-por-genocidio/

(2) https://youtu.be/MJzf_52xBJk?si=hUxgUuPMAVTP6Vpn

(3) https://www.abc.com.py/internacionales/2024/01/12/mas-de-10000-menores-han-muerto-en-la-franja-de-gaza-denuncia-save-the-children/

(4) https://www.europapress.es/internacional/noticia-ministro-defensa-israeli-anuncia-completo-asedio-gaza-estamos-luchando-contra-animales-20231009113938.html

(5) https://www.abc.com.py/internacionales/2024/01/12/un-centenar-de-muertos-en-la-franja-de-gaza-tras-otra-jornada-de-bombardeos-israelies/

(6) https://www.abc.com.py/internacionales/2024/01/12/onu-las-misiones-de-ayuda-al-norte-de-gaza-siguen-paralizadas-por-el-bloqueo-israeli/

(7) https://www.abc.com.py/internacionales/2024/01/12/israel-considera-asombroso-que-sudafrica-pida-suspender-actividades-militares-en-gaza/

(8) Moshe Menuhin: The Decadence of Judaism in Our Time, Beirut, Instituto de Estudios Palestinos, 1969.

(9) Michael Prior, Speaking the Truth about Zionism and Israel, p. 27

(10) Ben-Gurion, Discurso al Comité Central de Histadrut, 30 de diciembre de 1947.

(11) Yediot Achrinot, 17 de diciembre de 2003.

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