«Yo financié a Hitler»

La fascinante historia de Fritz Thyssen, el magnate alemán del acero que financió la subida de Hitler al poder y se arrepintió cuando ya era tarde.

Fritz Thyssen manejando al títere Adolf Hitler en la portada del Arbeiter Illustrierte Zeitung del 10 de agosto de 1933.
Fritz Thyssen manejando al títere Adolf Hitler en la portada del Arbeiter Illustrierte Zeitung del 10 de agosto de 1933.Archivo, ABC Color

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La Segunda Guerra Mundial fue la contienda más devastadora conocida hasta hoy. En su afán de invadir países y someterlos, el nacionalsocialismo, liderado por Adolf Hitler, se enfrentaría a los aliados Francia e Inglaterra. Estados Unidos definiría el cruel final con la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, respondiendo a Japón, que se había unido al eje de países totalitarios y bombardeado la base naval de Pearl Harbour sin previa declaración de guerra.

El ascenso de Hitler al poder fue favorecido por la gran depresión, la hiperinflación, el desempleo y el nacionalismo exacerbado por la humillación infligida a Alemania tras la Primera Guerra Mundial con el Tratado de Versalles.

Hitler nunca ocultó su antisemitismo. Tampoco su anticomunismo, que lo volvió casi aceptable para la burguesía capitalista alemana e incluso para la Iglesia católica, que veía en el Estado soviético un ejemplo a sofocar a toda costa.

La empresa siderúrgica Thyssen fue fundada en Alemania en 1891 por August Thyssen. En 1990, su bisnieto, Federico Augusto Zychy Thyssen, reeditó el libro escrito por su abuelo, Fritz Thyssen, a los 53 años, con el provocativo título: Yo financié la ascensión de Hitler.

La confesión de Fritz Thyssen

En el Prefacio, el autor justifica la obra: «Este libro se propone ser algo más que la historia de un error. No basta con lamentarse del pasado. La guerra en la que Hitler ha precipitado al mundo exige de todos los hombres dignos de llamarse así que se unan y se apresten a la lucha». Y prosigue: «Por mucho tiempo, antes de que llegara al poder, yo sostuve a Hitler y a su partido. Yo era entonces nacionalsocialista. Hoy, exiliado y fugitivo, quiero contribuir a la caída de Adolf Hitler». «Creí en sus promesas, en su lealtad, en su genio político», rememora. «Varios políticos profesionales han cometido el mismo error. Los católicos e incluso los judíos confiaron en Hitler. Hitler nos defraudó a todos».

En el capítulo «Mis relaciones personales y financieras con el partido nazi», cuenta cómo se hizo miembro del partido en diciembre de 1931, luego de una de las reuniones de masas que ya empezaban a ser el «plebiscito de las plazas», cómo fue conociendo a los principales líderes, de Rudolf Höss a Herman Goering, y cómo los nazis fueron ganando amistades y cercanía con los financistas. Goering le fue presentado por «el hijo de cierto herr Tengelman, uno de los directores de mis compañías de minas de carbón». El objetivo final era una asociación con Hitler, a quien conoce de paso en Múnich y con quien luego tiene un encuentro casual en casa de Goering.

El cortejo de los nazis a los millonarios fue tal que Thyssen cuenta que Hitler, Höss y Rohm «durmieron en casa de mi padre». «Pero fui yo», escribe, «el que puso a Hitler en contacto con los industriales renanos de Westfalia, donde está la industria pesada en la cercanía de la cuenca carbonífera del Ruhr». Y narra los inicios de la asociación: «el 27 de enero de 1932 –un año antes de tomar el poder– Adolf Hitler hizo, ante el club industrial de Dusseldorf, un discurso que duró cerca de dos horas y media. El discurso causó una profunda impresión en los industriales ahí reunidos, y como consecuencia de esto fluyeron los fondos de la industria pesada a la tesorería del partido nacionalsocialista, un cierto número de cuantiosas donaciones». Thyssen no lo explica, pero la base de la fascinación fueron los planes de Hitler de evadir las sanciones de Versalles para reactivar la industria militar y los astilleros, principales usuarios de insumos siderúrgicos.

Ya en la telaraña de la política nazi, Thyssen se encuentra propiciando aspectos del sistema corporativo en conflicto con el capitalismo industrial que él defendía («la idea del sistema corporativo no es mía. Fue sugerida por Othmar Spann, conocido profesor de Economía Nacional en Viena», escribe. «Solo hay otras dos soluciones, o bien organizar nuestra vida económica como antes, de una manera reaccionaria, o bien todo lo contrario: abolir las empresas privadas y que el Estado dirija las industrias»). El partido lo nombra diputado del Reichstag y es enviado al Staatsrat prusiano.

Rearmada, la Alemania nazi inicia un periodo expansivo para unificar al pueblo de origen étnico alemán. El primer paso es el Anchluss con Austria, luego los territorios germanos de Checoslovaquia, y el intento de hacer lo mismo con Polonia en 1939, considerado casus belli, da inicio a la conflagración.

Dado el anticomunismo de la oligarquía alemana, el tratado con la Rusia de Stalin no fue bien recibido, aunque muchos lo consideraron una distracción para concentrar el esfuerzo en la invasión de Francia y eventualmente la toma de Inglaterra.

A mitad del libro, Thyssen hace un valioso juicio sobre el sistema nazi: «con Adolf Hitler todo es propaganda, la Alemania nacionalsocialista ha elaborado métodos de propaganda enteramente nuevos y los ha empleado con gran efecto y con un profundo conocimiento de la psicología de las masas. Pero Hitler desprecia al hombre de la calle. No tiene ninguna simpatía por los trabajadores y está enteramente desprovisto de todo sentido social. Lo que hace, no lo hace por el pueblo, sino por la publicidad».

Un régimen así necesita un aparato represivo que infunda temor. Hitler recurrió a Heinrich Himmler para fundar la Gestapo, policía militar investigativa con poder omnímodo. Como en muchos gobiernos represivos, el poder conllevó un grado superlativo de corrupción. Thyssen expone «La rapiña organizada, la explotación del Estado», anotando que, cuando llegaron al poder en 1933, los jefes nazis eran pobres y los ingresos de Hitler provenían de los derechos de autor de Mi lucha (Mein Kampf). El mariscal Goering, para 1939, poseía media docena de castillos en Alemania y una Villa en Suiza. Goebels se apropió de la suntuosa mansión de un banquero judío, y así sucesivamente. Goering recibe, dice Thyssen, «una paga como mariscal de Campo, un sueldo como presidente del Reichstag, otro como ministro del Aire y otro como primer ministro de Prusia» (p. 177).

El autor no evade temas urticantes. En el capítulo «La campaña anti judía y los campos de concentración» anota que: «nadie sabe mejor que yo, industrial, los servicios que los judíos prestaron a la economía alemana. Los nazis acusan a los banqueros judíos de ser los responsables del endeudamiento de Alemania […]. Esto es una siniestra estupidez. Los banqueros judíos salvaron la economía alemana después de la guerra. Gracias a esos judíos las empresas medianas y pequeñas pudieron obtener de los bancos norteamericanos los créditos necesarios para reequiparse» (p. 194). Y concluye: «al tolerar, o, mejor dicho, organizar el robo, el incendio y el pillaje e incluso el asesinato en los campos de concentración, el régimen nacionalsocialista, especialmente en aquel otoño de 1938, se reveló al mundo entero como un gobierno de gánsteres» (p. 201).

Fritz Thyssen también escribió su autobiografía, Mi vida (Bruselas, 1949), dedicada a sus nietos Federico Augusto y Claudio Zychy Thyssen. En el capítulo «El lugar de las dos Alemanias en una Europa unida» ausculta las posibilidades de futuro para Alemania en un nuevo contexto mundial donde la hegemonía se traslada a Estados Unidos y la URRS. Sus comentarios, previos a la guerra fría, indican una clarividencia loable. Como sabemos, las dos Alemanias serán campo de batalla militar y psicológico de la guerra fría y un muro evitará la despoblación del lado oriental prosoviético. En la última década del siglo XX, el Muro es derribado al son del «Himno de la Alegría» de la Novena Sinfonía de Beethoven y Alemania se une manteniendo el nombre de República Federal de Alemania y absorbiendo a la antigua República Democrática Alemana (donde nació la principal líder alemana del siglo XXI, Ángela Merkel). Desde el plano de una biografía aparentemente personal, este libro es un interesante recuento histórico de la evolución política alemana, desde la débil democracia de la República de Weimar, pasando por el Tercer Reich, hasta la Alemania abatida, pero no derrotada, de la posguerra mundial.

Bibliografía

Fritz Thyssen: Yo financie la ascensión de Hitler. Reedición de 1990 de su nieto, Federico Augusto Zichy Thyssen.

beagbosio@gmail.com

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