El Edificio Monumental: un abordaje desde la historia social (I)

El Edificio Monumental fue el primer edificio de departamentos en una capital paraguaya hasta entonces habituada a las casas con patio. El cambio que introdujo en la década de 1970 permite a los arquitectos Rocío Ortega y Daniel Pascuali reflexionar sobre la historia de la vida urbana en Asunción.

Autoridades nacionales e invitados a la inauguración del Edificio Monumental, 20 de julio de 1973. Calle 25 de mayo.
Autoridades nacionales e invitados a la inauguración del Edificio Monumental, 20 de julio de 1973. Calle 25 de mayo.

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El Edificio Monumental, en la esquina de 25 de Mayo y Antequera de nuestra ciudad capital, inaugurado el 20 de julio de 1973, fue la primera propuesta habitacional de departamentos o propiedad horizontal, con el concepto de torre, ya que la disposición de los departamentos balconea hacia los cuatro lados del terreno.

En torno a este acontecimiento urbano y todavía en el marco de las reflexiones urbanas pos-pandemia Covid 19, cabe apuntar algunas cuestiones sobre la historia social de Asunción, sus personajes y el contexto político, a través de una mirada a la historia de la arquitectura en Paraguay.

Contexto

Asunción, denominada «madre de ciudades», es hoy la única capital latinoamericana con menos de un millón de habitantes. En la década de 1960 se inicia en Paraguay un fuerte éxodo de habitantes de zonas rurales a zonas urbanas. Asunción aumentaría su población, según los datos registrados en los censos de 1962 a 1972, de casi trescientos mil habitantes (288.882 en 1962) a casi cuatrocientos mil (388.958 en 1972) (1).

A inicios de 1970 el régimen autoritario de Alfredo Stroessner llegaba a su segunda década en el gobierno del país, el denominado Plan Cóndor de dictaduras militares en Latinoamérica estaba en pleno desarrollo y los dictadores ejercían un control irrestricto y la censura de todo pensamiento diverso sobre las poblaciones de sus países.

Paraguay y Brasil habían iniciado en 1966 conversaciones oficiales mediante reuniones de autoridades nacionales en torno a cómo resolver los problemas limítrofes en los Saltos del Guairá. El 26 de abril de 1973 se firmaba el Tratado de Itaipú para el proyecto de construcción de la hidroeléctrica más grande del mundo, hoy la que más potencia genera. El inicio efectivo de las obras se daría dos años después, en 1975, y la inauguración y puesta en funcionamiento de la represa ocurriría en mayo de 1984. Este hecho repercutiría fuertemente en el mercado económico paraguayo que, asociado a otras movidas, no legales, también al amparo del régimen (2), había generado un ambiente de «paz y progreso» en la escena social de la élite asuncena.

En ciertos escenarios de la ciudad capital se respiraba un aire de aparente calma y bienestar; siendo grupos sociales que vivían en los estrechos y precisos márgenes de lo permitido por el régimen, y sin ningún reclamo o inquietud política que expresar, gozaban de la simpatía y a veces hasta del apoyo del régimen stronista.

Sin embargo, otros ámbitos sociales del Paraguay a mediados de la década de 1970 –los campesinos excluidos, el estamento estudiantil universitario asunceno descontento, los sindicatos de obreros y trabajadores– efervescían en denuncias sobre los abusos de un régimen militar opresivo y cruel.

Pretexto

En aquel calmo ambiente asunceno de los negocios, el comerciante judío de origen polaco de nombre Jacobo Tauber coincidía en espacios sociales con el dictador.

Tauber, nacido en Polonia en 1914, había llegado al Paraguay después de 1935, huyendo, como tantas otras personas, del ambiente de entreguerras mundiales acontecidas en territorio europeo, la primera de 1914 a 1918 y la segunda de 1939 a 1945. En Asunción ya se hallaba radicada su hermana mayor, Lola, y en Buenos Aires otros parientes, así que, haciendo escala en la ciudad porteña, llegaría a Asunción en tren. Jacobo, de apenas 21 años, pronto sería alentado por la familia a dedicarse al comercio deambulante, trayendo mercaderías de Buenos Aires a Asunción, lo conocido coloquialmente como «macatero».

La historia de Jacobo Tauber nos relata la historia de un importante segmento de migrantes europeos: italianos, polacos, alemanes, españoles, franceses, entre otros, llegados al continente sudamericano en la primera mitad del 1900. Este grupo humano se integraría a la sociedad paraguaya aportando su bagaje cultural diverso a una colectividad todavía en recuperación de la devastación de la Guerra de la Triple Alianza y la Guerra del Chaco. La experiencia en varios oficios, como la herrería, la gastronomía, la panadería, enriquecería y dinamizaría el incipiente comercio en el centro de la pequeña y deshilachada «madre de ciudades».

Lola Tauber, la hermana de Jacobo, estaba casada con un polaco de apellido Buchbinder. Juntos administraban un próspero local comercial dedicado a la venta de productos para el hogar, principalmente relojes, artículo novedoso y muy apreciado en aquellos tiempos. Años después, el matrimonio Tauber-Buchbinder decidiría mudar residencia a Buenos Aires, dejando a Jacobo a cargo del comercio. Jacobo especializaría el ramo del comercio a joyería, la famosa joyería J. Tauber. Como capítulo significativo de esta historia social, cabe recordar que en el local de la joyería J. Tauber sito en la Recova de Asunción (Colón casi Pte. Franco), la esposa de Jacobo, Sonia Brom (nacida en Polonia en 1928), sobreviviente de los campos de concentración Auschwitz y Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial, reconocería a Josef Mengele una mañana de abril de 1965 (3).

Por esos mismos años (segunda mitad de los sesenta), Jacobo invertiría en los negocios inmobiliarios que el cuñado Buchbinder desarrollaba exitosamente en la ciudad porteña. Stroessner, enterado de esto, reclamaría al comerciante judío al cruzarse con él en uno de aquellos encuentros casuales. Lógicamente, un reclamo no atendido del dictador podría significar una fortuita e inexplicable racha de mala suerte en su próspero negocio. Así que Jacobo Tauber se pondría en campaña para, junto con su cuñado, iniciar en Asunción algún emprendimiento inmobiliario. Así, en 1968 y luego de solicitar a Stroessner ciertas garantías financieras en cuanto a estabilidad cambiaria, los cuñados Tauber-Buchbinder iniciarían en Asunción una inversión financiera privada de gran escala, la construcción del primer edificio en altura con programa habitacional, departamentos en la capital del Paraguay.

Postexto

La propuesta del primer edificio residencial en altura en Asunción, como una novedosa forma de habitar en una ciudad, demandó una lógica adaptación proyectual desde el imaginario porteño, de estricta racionalidad espacial y lógica funcional, tal como mandaba la academia racionalista, muy vigente en la Argentina y aun poco ejercitada en nuestro país, salvo por algunos arquitectos que habían retornado de centros de formación, principalmente en Montevideo y Río de Janeiro. Cabe recordar que la Facultad de Arquitectura de la UNA abrió sus aulas recién en 1957.

Podemos especular que la privilegiada ubicación del edificio no fue casual, sino motivada por uno de los espacios urbanos de recreación y considerable historia, la Plaza Uruguaya, antiguo enclave ocupado por el convento de San Francisco hasta fines del siglo XIX, en aquel tiempo los confines de la ciudad formal y estructurada. El frondoso follaje de la plaza y las vistas a la bahía de Asunción se habrían convertido en estímulos convenientes, así como la cercanía al centro histórico de Asunción, en pleno apogeo comercial e institucional en la década de 1960.

La ubicación escogida se convertía en un atractivo más del proyecto, lo suficientemente retirado del centro para asegurar a sus ocupantes la calidad ambiental y la funcionalidad deseada en todo emprendimiento residencial. La situación en esquina no fue tampoco casual sino elegida, convirtiendo la torre en una suerte de hito urbano, cual portal escenográfico.

En entrevista con el arquitecto Alberto Tauber, uno de los dos hijos del matrimonio de Jacobo y Sonia, compartió algunos recuerdos de lo que implicó aquel emprendimiento constructivo: por ejemplo, la adaptación del proyecto argentino resultó, entre otras cosas, en la reducción de unidades de departamentos para dotar a algunos de áreas de servicio, exigencia ineludible del sector acomodado de la población asuncena. También la cantidad de garajes proyectada en un inicio se redujo a un tercio, respondiendo a dos factores: la baja cantidad de automóviles por familia (incluso considerando este sector de la sociedad) y la disponibilidad de un gran espacio público gratuito y seguro en las inmediaciones, todo esto impulsado por una ausencia de normativa municipal que exigiera cantidades específicas de espacios para estacionamiento.

Se decidió también no proponer los «amenities», tan utilizados en emprendimientos actuales, por no considerarse necesarios, al disponer de grandes espacios de reunión, como clubes sociales y otros similares, para aprovechar al máximo los metros cuadrados útiles construidos y reducir los comunes al mínimo.

Otra innovación del edificio consistió en la configuración mixta de su uso, comercial y habitacional, ya que se dejaron los primeros pisos para usos comerciales, compatibles tanto con lo habitacional como con los espacios urbanos públicos del entorno inmediato.

De líneas sobrias y repetitivas, imponente volumen y considerable altura, su proceso constructivo tomó en cuenta muchas expectativas y especulaciones, considerando lo inédito de la propuesta y su implantación. Si bien ya había sido construido el Edificio 14 de Mayo, primer edificio de oficinas en altura de la capital, también concebido bajo un estricto lenguaje moderno internacional o racionalista tardío, el Monumental fue objeto de un seguimiento particular por una también original campaña de marketing, quizás también fruto de esa simbiosis de la empresa argentino-paraguaya que se dio desde su concepción.

De los recuerdos compartidos con el arquitecto Tauber, apuntaremos algunos de manera somera para desplegarlos en más detalles en una siguiente entrega.

En primer lugar, la propuesta suscitaba miedo y prejuicio social contra el encierro. ¿Cómo criar a los hijos sin patio? La experiencia hasta entonces consistía en habitar casas con amplios patios y jardines, recordemos. Asunción tenía alrededor de cuatrocientos mil habitantes. La sociedad asuncena mantenía usos y costumbres atrasados respecto a otras sociedades urbanas de capitales de la región como Buenos Aires o Río de Janeiro. La sociedad asuncena conservaba un fuerte sesgo provinciano de competencia en ostentación, y esto «principalmente respondía al requerimiento de las esposas», recuerda el arquitecto Tauber.

En segundo lugar, el riesgo emergente ante esta resistencia social al espacio de habitar sin patio dejaba la inversión familiar ante la posibilidad de ser rechazada completamente por esta sociedad como propuesta de mercado. La construcción de un edificio de departamentos en Asunción constituía una apuesta peligrosa; existía la posibilidad de que nadie comprara ni fuera a vivir en el nuevo modelo de espacio de habitar: el departamento.

Luego, las limitaciones del mercado de la construcción en Asunción de inicios de la década de 1970, tanto en lo referente a mano de obra y su capacitación para manejar la tecnología del hormigón armado, como en lo relativo a existencia y provisión de materiales.

Con todo el contexto social y político, en medio de un paisaje asunceno cuyo perfil expresaba una incipiente urbanidad, esta edificación se concibe como un «monumento» urbano. Su función trascendería lo meramente utilitario/comercial para conformar una nueva imagen de modernidad que, tardíamente y con mucha reticencia inicial, impondría en la élite de la sociedad asuncena una nueva manera de habitar e interactuar.

La aparición del Edificio Monumental en la escena urbana asuncena, pionero como programa habitacional en espacios de departamentos, en medio de las propuestas neoclasicistas del gobierno de Higinio Morínigo y los aires modernistas que impulsaría el gobierno de Alfredo Stroessner con edificios hitos como el Hotel Guaraní, la abordaremos en la siguiente entrega.

Antes de concluir estas líneas, queremos expresar nuestro agradecimiento a la familia Tauber, en las personas de Alexandra Tauber, nieta de Jacobo Tauber y de Alberto Tauber, hijo de Jacobo Tauber y Sonia Brom, por la gentileza de colaborar con las imágenes y la narración familiar, y a Javier Medina Verdolini por el escaneo de las imágenes.

Notas

(1) DGEEC. «Proyección de la población por sexo y edad, según distrito. Revisión 2015», pp. 32-37.

(2) Nos referimos a las rutas de tráfico de drogas y al contrabando de mercaderías registrados en el documental Paraguay, droga y banana, de J. M. Salinas, disponible en la web.

(3) Información del libro Mengele en Paraguay, de A. Colmán Gutiérrrez, Asunción, Servilibro, 2018.

*Rocío Ortega es máster en Relaciones Internacionales y Diplomacia (Universidad de Integración de las Américas), máster en Ciencias Sociales (Flacso Paraguay), doctorando en Ciencias Sociales (Flacso Argentina) y arquitecta (Universidad Nacional de Asunción). Es docente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción. Ha publicado los libros Tramo asunceno (Asunción, Fausto, 2015) y Arquitecturas de la diferencia (Asunción, 2020).

*Daniel Pascuali es máster en Arquitectura: Crítica y Proyecto (Universidad Politécnica de Catalunya) y arquitecto (Universidad Nacional de Asunción). Impartió las cátedras de Historia Crítica y Proyecto en la Universidad Americana y la Universidad Columbia hasta 2022. Es docente en la Facultad de Arquitectura de la UNA (e-mail: dapasqualis@gmail.com).

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