Los negativos ocultos en el galpón del tiempo

Tiburcio «Patrón» González Rojas, el fotógrafo de pueblo que conoció la fama pasados los 80 años, cuando un investigador argentino descubrió su trabajo y lo llevó a Buenos Aires en una muestra que repercutió de inmediato en la prensa del vecino país, ha fallecido el pasado 23 de abril.

Los negativos ocultos en el galpón del tiempo.
Los negativos ocultos en el galpón del tiempo.Archivo, ABC Color

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«Cuántos negativos de estas otras historias, en el galpón del tiempo, quedan todavía por revelar.» J. S.

En la villa 21-24 del barrio de Barracas –también llamada, a secas, «la villa de Barracas»– reside la mayoría de los inmigrantes paraguayos, bolivianos y del interior de Argentina en Buenos Aires. En esa villa obrera, sobre la avenida Iriarte, se encuentra la Casa Central de la Cultura Popular, donde Tiburcio «Patrón» González Rojas –nacido en la compañía Cerro Verá de la ciudad de Pirayú, en el departamento de Paraguarí, el viernes 12 de octubre de 1934– inauguró a los 83 años de edad su primera exposición de fotos.

Entre las décadas de 1960 y 1980, Patrón González trabajó como fotógrafo independiente e itinerante en Ypacaraí, Yaguarón, Pirayú y alrededores.

«Todo te recuerda mi dulce amor

junto al lago azul de Ypacaraí…»

Allí lo llamaban «el Patrón González», comentaba él, «por respeto»: «casi nadie me conoce como Tiburcio; tanto es así que si me llaman por mi nombre no me doy vuelta» (1). Pero Patrón González ya había abandonado la cámara cuando, en el 2010, el fotógrafo argentino Gustavo Di Mario, de paso por Paraguay, donde hacía una residencia (2), visitó la ciudad de Ypacaraí en ocasión de un festival folclórico, y, al preguntar por algún fotógrafo de la zona, escuchó su nombre, pronunciado como el de una suerte de leyenda local.

Con ayuda de la gente del lugar, dio con su paradero, fue recibido por su hijo Hugo en su casa y, en un galpón que había sido aplastado por un árbol, encontró negativos de décadas de trabajo. Miles de fotografías que nunca habían sido reveladas, imágenes aún invisibles llegadas desde otro tiempo. El visitante, deseoso de rescatar esos archivos, se lo propuso a Patrón, que aceptó con entusiasmo –contaba Di Mario en una entrevista con este diario en diciembre del 2017 (3)– y solo pidió que sus fotografías también fueran llevadas a su natal Pirayú.

Di Mario trasladó miles de negativos a Buenos Aires, donde se dedicó a restaurarlos con la ayuda de su colega, también argentina, Virginia Giannoni. «Me llevó seis años escanear y básicamente descubrir –contó Di Mario a ABC Color en otra entrevista– a un maestro de la fotografía que no era conocido» (4). Y así, aunque la vida de fotógrafo de Patrón fue local y de temprano inicio, su descubrimiento como artista fue tardío y extranjero: argentino fue quién encontró sus viejos archivos, argentinos fueron quienes, en la capital del vecino país, dedicaron seis años a restaurarlos, y Argentina fue su primera, decisiva exposición, llamada simplemente «González».

Primero hubo que limpiar y digitalizar los negativos. Fueron recuperadas de aquel galpón casi cinco mil imágenes. Era septiembre del 2017. Di Mario y Giannoni querían publicar un fotolibro, pero tomaron por los pelos la ocasión de exponer una pequeña selección dentro de BAPhoto, en el predio ferial de La Rural, muestra que recibió elogios y reconocimientos –una de las imágenes, además, fue adquirida por una galería de Brasil–. Con ese impulso y el apoyo del Banco Ciudad, proyectaron algo más grande: la primera exposición individual del octogenario fotógrafo de Pirayú.

Muchos de los negativos, restos de los tiempos de los carretes y el celuloide, pegados entre sí por la humedad, eran irrecuperables. Pero entre los que pudieron ser rescatados, Di Mario y Giannoni lograron seleccionar cincuenta imágenes de la vida social del interior paraguayo entre las décadas de 1960 y 1980: bodas, funerales, bautizos, fiestas, cumpleaños, velorios, bailes, con las que montaron aquella exposición –de la que ambos, Di Mario y Giannoni, fueron los curadores– en la Casa de la Cultura Popular de la villa de Barracas, «el barrio donde –como señaló por entonces, haciéndose eco de la muestra, el diario argentino Página 12– vive la comunidad paraguaya más grande de Buenos Aires» (5).

Lo mejor de todo: Tiburcio González Rojas estuvo presente. Pasadas las seis de la tarde del jueves 23 de noviembre de aquel año, 2017, se abrió al público esa exhibición de imágenes inéditas, desconocidas hasta entonces, procedentes del pasado, de miles de negativos que en su momento no habían sido revelados. Un mundo detenido, una máquina del tiempo. Algo a la vez perdido y propio, familiar y extraño. «Ahí en la exposición –contaría más adelante Giannoni a ABC Color (6)– fue muy lindo cómo la gente le decía: “Yo te conozco, vos le fotografiaste a mi papá”».

«Una noche tibia nos conocimos

junto al lago azul de Ypacaraí…»

Los medios de comunicación argentinos no tardaron en hacerse eco de la primera muestra de fotos de Patrón. «González nació en Cerro Verá, Pirayú, departamento de Paraguarí, en el sudoeste del Paraguay», informaba la reseña «González, el fotógrafo inesperado» (7) publicada por el gobierno argentino en su sitio web. «Seis años atrás, mientras Gustavo Di Mario hacía una residencia fotográfica de un mes en Asunción», escribía Ángel Berlanga en su nota «El Paraguay de González Rojas», publicada en el diario argentino Página 12 (8), «lo invitaron a una fiesta folclórica en Ypacaraí. Llegó temprano y empezó a caminar por el pueblo: a ver si encontraba algún fotógrafo. “Siempre me inquietó esto de buscar material de fotógrafos desconocidos” dice Di Mario por Skype, desde Córdoba. “Primero di con un tipo en un kiosco, que me dijo: ‘Sí, yo fui fotógrafo mucho tiempo, pero al que deberías conocer es a mi profesor’”. Dirección en mano, fue hasta la casa del hombre que le recomendaron: el viejo fotógrafo ya no vivía ahí, pero sí el hijo. Di Mario cuenta que, tímidamente, preguntó si podía ver el material. “En realidad no te puedo mostrar casi nada, porque el archivo de mi padre estaba en un galpón al que hace unos años se le cayó un árbol encima, por una tormenta”, oyó que le explicaban. “Quedó todo abandonado”. Dice Di Mario: “Me asomé a ver qué era: rollos y rollos de negativos, casi ningún material impreso. Y todo muy deteriorado. Mucha humedad, bichos: imaginate, en Paraguay, el calor, mucho tiempo sin darle bola a todo eso”».

También repercutió en la prensa paraguaya: «Era lo que los fotógrafos que se creen de cierto nivel –escribía Jesús Ruiz Nestosa en «La foto de casamiento», columna publicada en ABC Color– llaman peyorativamente “fotógrafo socialero”. Por lo poco que pude ver, es una verdadera lección para la gente del oficio que lo que importa es la forma en que se cuenta algo y no lo que se cuenta. (…) “Patrón” González dijo que nunca se le pasó por la cabeza que sus fotografías podrían ser consideradas como arte “puesto que siempre la cámara fue más bien una herramienta para ejercer mi oficio”. Pues la cámara fotográfica siempre ha sido exactamente eso: una herramienta. Lo que hace la diferencia es la manera en que se utiliza esa herramienta. (...) La diferencia está no en cómo se utilizan las velocidades de obturador y el diafragma, sino en la sensibilidad que tiene la mirada que se posa en los objetos o en las personas para descubrir aquello que está pidiendo que se lo fotografíe y de la manera en que hay que hacerlo. Por lo visto “Patrón” González pertenece a ese reducidísimo grupo de personas cuya herramienta es una cámara y sabe qué debe hacer con esa herramienta. (...) Es admirable que en fotos aparentemente convencionales como son las de actividades sociales su autor haya podido lograr documentar no solo el acto en sí, sino también el espíritu de sus fotografiados, su solemnidad, su alegría, su emoción, su timidez de mostrar en público su intimidad» (9).

Un año después, la muestra de la Casa de la Cultura Popular llegó a Paraguay. Se expuso en septiembre del 2018 en la Fundación Texo.

Patrón González trabajó cuando joven en Asunción durante un tiempo, tomando fotografías de caballos en el Jockey Club del Paraguay, y luego como ayudante de fotografía de Ramón Emilio Adorno «Él fue mi maestro, mi compañero de trabajo –decía Patrón González hace unos años a este diario–. Comenzamos con cosas pequeñas y abrimos una casita ahí sobre Herrera entre Estados Unidos y Brasil» (10). De regreso en Pirayú, se dedicó a recorrer, junto con su hijo Hugo, el lugar y sus alrededores en una camioneta, amenizando fiestas: de ese modo, sumaron a las fotos –que, una vez terminado el baile o festividad de la jornada, revelaban en la camioneta para poder venderlas al día siguiente– una especie de servicio de ambientación móvil que animaba la vida social de la zona. «Trabajé por mi cuenta viajando de una compañía a otra, primero en moto y más tarde en camioneta. Llevaba mi equipo de revelado con una batería –ya que generalmente en los pueblos no había electricidad– para poder dar a mis clientes las copias de las fotos al día siguiente. Más adelante instalé mi estudio en Ypacaraí» (11).

Le llevó tiempo juntar los equipos e insumos necesarios para instalar su estudio. Trabajó un año fabricando helados artesanales hasta conseguirlo. Así fueron su vida y trabajo: hechos de necesidad y de aguzado ingenio, parafraseando el refranero. Revelando negativos, ante la falta de energía eléctrica, en la oscuridad de la noche, con las luces de la batería de un auto. Armando con la ayuda de un carpintero del lugar una copiadora de fotos manual. Y siempre viajando de pueblo en pueblo. En algunas de sus fotos vemos los procesos detrás de las otras fotos; nos los indican a veces, por ejemplo, un par de ayudantes ocasionales que sostienen, detrás de quienes posan para la cámara, alguna sábana que hace las veces de escenografía. Tenemos entonces la foto del recurso ilusorio, del precario artificio, del fondo de fantasía extendido contra el fondo real, contra el horizonte del campo: la foto del hacer foto. No escondía Patrón González sus condiciones de trabajo ni la precariedad del mundo y las existencias que narró a través de décadas de trabajo, sino que los tomaba como lo que eran, elementos de un largo relato que quizá debe a esa inclusión mucho de su humanidad, realismo y agudeza –pues tanto en lo que ve el ojo como en el ojo que ve están las claves de cualquier historia–.

Buen lugar fue para esas fotos la villa de Barracas. Villa de gente trabajadora como lo era Patrón mismo, muchos guaraniparlantes, ajenos supuestamente al circuito de la «cultura» y del «arte». Gente con sus propias luchas y sus propios héroes –como aquel padre Daniel de la Sierra, que llegó de Valladolid y cuya imagen, de pie frente a las topadoras del gobierno para detener con su cuerpo los desalojos, se quedó grabada para siempre en la memoria villera–. Cuántos negativos de estas otras historias, en el galpón del tiempo, quedan todavía por revelar.

En una de las últimas entradas –posteada el 26 de abril del 2020, aproximadamente un año antes de morir– de su página de Facebook, junto a una foto de Patrón sonriente alguna tarde de finales del 2017 en aquella villa del barrio de Barracas, leemos: «El fotógrafo paraguayo Tiburcio Gonzáles Rojas, de 83 años, en su exposición de fotos en la Casa Central de la Cultura en la ciudad de Buenos Aires, gracias al fotógrafo argentino Gustavo Di Mario, que fue el que descubrió y recuperó una parte de su obra de arte» (12). Patrón nos deja esa obra, un mundo congelado para siempre, de horas detenidas, de misterios de un tiempo que ya no volverá nunca pero al que con ellas podemos volver.

«Tú cantabas triste por el camino

viejas melodías en guaraní…»

Larga y justa sea la posteridad para don Patrón González, el gran fotógrafo de Pirayú.

* Todas las ilustraciones que acompañan este artículo han sido seleccionadas de la página de Facebook de Tiburcio «Patrón» González Rojas y del sitio web del Ministerio de Cultura del gobierno de Argentina.

Notas

(1) «González, el fotógrafo inesperado», sitio web del gobierno argentino, 01/12/2017. Disponible en línea: https://www.cultura.gob.ar/gonzalez_5192/

(2) Invitado por la Fundación Migliorosi.

(3) «El “Patrón” de las fotos», diario ABC Color, 05/12/2017.

(4) «“González” rescata la particular mirada de un fotógrafo de pueblo», ABC Color, 20/09/2018.

(5) Ángel Berlanga: «El Paraguay de González Rojas», Página 12, 26/11/2017. Disponible en línea: https://www.pagina12.com.ar/78136-el-paraguay-de-gonzalez-rojas

(6) «Patrón González: flashes de otra época», ABC Color, 19/09/2018.

(7) «González, el fotógrafo inesperado»: https://www.cultura.gob.ar/gonzalez_5192/

(8) Berlanga, «El Paraguay de González Rojas»: https://www.pagina12.com.ar/78136-el-paraguay-de-gonzalez-rojas

(9) Jesús Ruiz Nestosa: «La foto de casamiento», ABC Color, 07/12/2017.

(10) «Patrón González: flashes de otra época», ABC Color.

(11) «González, el fotógrafo inesperado»: https://www.cultura.gob.ar/gonzalez_5192/

(12) Página de Tiburcio González Rojas en Facebook: https://www.facebook.com/Tiburcio-Gonz%C3%A1lez-Rojas-100544078316577/

juliansorel20@gmail.com

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