25 de diciembre y las fiestas paganas

El día de Navidad es el 25 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, según los evangelios de San Mateo y San Lucas. Después de la Pascua de Resurrección, es la fiesta más importante del año eclesiástico.

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Etimología y significados

La palabra Navidad es una contracción de natividad, que significa natalicio. Esta fiesta hizo su aparición en la Iglesia Católica, y de allí se extendió al protestantismo y al resto del mundo.

Ahora bien, de dónde la recibió la Iglesia Católica, no fue de las enseñanzas del Nuevo Testamento. No fue de la Biblia ni de los apóstoles quienes habían sido instruidos personalmente por Jesucristo. La Navidad se introdujo en la Iglesia durante el siglo cuarto, proveniente del paganismo.

Puesto que la celebración de la Navidad fue introducida en el mundo por la Iglesia Católica Romana y no tiene otra autoridad que la de ella misma, la Enciclopedia Católica de la edición de 1911 dice al respecto: "La Navidad no estaba incluida entre las primeras festividades de la Iglesia... Los primeros indicios de ella provienen de Egipto... Las costumbres paganas relacionadas con el principio de enero se centraron en la fiesta de la Navidad".

En la misma enciclopedia, apartado Día Natal, uno de los padres de la Iglesia reconoció la siguiente verdad: "...No vemos en las Escrituras que alguien haya guardado una fiesta ni celebrado un gran banquete el día de su natalicio.

Sólo los pecadores, como Faraón y Herodes, celebraban con gran regocijo el día en que nacieron en este mundo.
La Enciclopedia Británica, edición de 1946, dice: "La Navidad no se contaba entre las antiguas festividades de la Iglesia.." No fue instituida por Jesucristo ni por los apóstoles, ni por autoridad bíblica. Fue tomada más tarde del paganismo.

la Enciclopedia Americana, edición 1944, dice: "La Navidad... de acuerdo con muchas autoridades, no se celebró en los primeros siglos de la Iglesia cristiana, ya que la costumbre del cristianismo en general era celebrar no el natalicio, sino la muerte de personas importantes. La Pascua, instituida por autoridad bíblica en el Nuevo Testamento, es una conmemoración de la muerte de Cristo.

En el siglo V, la Iglesia Occidental dio orden de que fuese celebrada para siempre, en el mismo día de la antigua festividad romana, en honor del nacimiento del sol, ya que no se conocía la fecha exacta del nacimiento de Cristo".

Estas autoridades históricas demuestran que durante los primeros dos o tres siglos de nuestra era, los cristianos no celebraban la Navidad.

Esta fiesta fue introducida en la Iglesia Romana en el siglo IV de nuestra era, y no fue hasta el siglo V que la establecieron oficialmente como fiesta cristiana.

Cualquier enciclopedia u otra autoridad pueden confirmar el hecho de que Cristo no nació un 25 de diciembre. La enciclopedia Católica lo dice claramente.

La fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es totalmente desconocida. Las Sagradas Escrituras no revelan este acontecimiento.

La nueva enciclopedia de conocimiento religioso, de Schaff-Herzog, lo explica claramente en su artículo sobre la Navidad: "No puede determinarse con precisión hasta qué punto la fecha de esta festividad dependió de la pagana Brumalia, 25 de diciembre, que seguía a la Saturnalia, 17-24, de diciembre y conmemoraba el día más corto del año y el nuevo sol".

Historia de la Navidad. Fechas, costumbres y celebraciones

Es difícil precisar cuándo comenzó a celebrarse la Navidad tal cual hoy la conocemos. Lo cierto es que las costumbres, mitos y leyendas que se le fueron sumando a lo largo de los siglos provienen de muchos países diferentes.

Tampoco se conoce el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque se sabe que fue durante el reinado de Herodes.

Lo que llamamos Navidad es el resultado de una mezcla de tradiciones paganas muy coloridas e interesantes.

Para empezar, en los albores de la Era Cristiana nadie estaba seguro de la fecha en que había nacido Jesús. Era evidente que en diciembre y enero se daban las temperaturas más bajas, hasta 0,1 bajo cero, en grados Celsius, y las precipitaciones más altas, hasta 187 milímetros, de tal manera que resultaba imposible que los pastores durmieran a cielo descubierto mientras cuidaban el ganado, según escribió San Lucas, médico sirio convertido al cristianismo muchos años después de la desaparición de Jesús, pues durante esta época, incluido febrero, hombres y ganado pernoctaban bajo techo.

Era entonces absurdo que el censo de población, decretado por Quirino, gobernador de Siria, se llevara a cabo durante estas fechas, en medio del frío, la lluvia, y los caminos anegados y resbaladizos que harían imposible la caminata a sus lugares de origen, como es el caso de José y María.

Así pues, se comenzó a especular con las fechas 16 ó 20 de mayo; 9, 19 ó 20 de abril; 29 de marzo o 29 de septiembre... hasta que en el año 334, el Papa Julio I dictaminó que Jesús había nacido el 25 de diciembre y punto.

No era fecha escogida al azar, pues coincidía con las festividades que se realizaban en muchos de los desplazamientos de peregrinos durante el Solsticio de Invierno: las ceremonias vikingas en honor de Odín, las Saturnalias romanas, el nacimiento del dios Indoiraní Mithra, etc. De ahí que el nacimiento de Jesús El Cristo haya sido fácilmente asimilado al retorno del sol, al regreso de la luz.

Todo parece indicar que Jesús nació 6 años antes de su supuesto nacimiento, pues los censos se llevaban a cabo cada 14 años, y el último había sido en el 20 AC.

Santa Claus y el espíritu de Navidad

La aparición de Papá Noel también llamado Santa Claus, Sinterklaas o Pere Noel, según el país, así como la tradición del árbol navideño o la representación del pesebre, son costumbres que provienen tanto de la leyenda como de la realidad.

La figura de Papá Noel, por ejemplo, está inspirada en la vida del obispo de Mira, en la actual Turquía, conocido hoy como San Nicolás, que fue muy popular por su bondad y generosidad con los pobres.

Papá Noel, en un principio se trataba del Abuelo Invierno al que los vikingos agasajaban para que fuera benévolo, y llegado el momento, partiera sin resentimiento para dar paso a la nueva vida. Una vez cristianizados y, siguiendo la costumbre vikinga, los bretones los denominaron Viejo Padre Navidad: uno de ellos se disfrazaba del personaje y con gran alegría el pueblo le ofrecía de comer y de beber en abundancia hasta su partida.

Con el tiempo, el Padre Invierno o Papá Noel, se confundió con San Nicolás, un hombre sumamente rico nacido en lo que hoy es Turquía y famoso por su generosidad con los más pobres, en especial con los niños.

Resulta que aquel hombre que se transformó en obispo, y más tarde en santo, los holandeses le tomaron particular cariño y lo llamaron en su lengua Sinter Klaas (San Nicolás), y con este nombre pasó a América, más específicamente a Nueva Ámsterdam, que luego los ingleses rebautizaron como Nueva York.

Con el tiempo y las aguas navideñas, Sinter Klaas se transformó en el famoso Santa Claus, es decir, Papá Noel; esto es, en el Padre Invierno.

Y a propósito de este personaje, los lapones constataban cómo cada vez que estaba por llegar el Padre Invierno, los renos empezaban a bajar en manadas desde las montañas hasta los valles menos azotados por los vientos gélidos. Desde entonces, los renos han precedido el carruaje de Papá Noel.

El árbol

Cuando en invierno los árboles perdían sus hojas, los germanos los vestían para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto. Los adornos más comunes eran manzanas o piedra pintadas, eso fue el origen de los adornos; las bolas de cristal se incorporan alrededor de 1750, en Bohemia.

Buena parte de la tradición del árbol de Navidad, en cambio, tuvo su origen en una leyenda europea: se dice que durante una fría noche de invierno, un niño buscó refugio en la casa de un leñador y su esposa, que lo recibieron y le dieron de comer.

Durante la noche, el niño se convirtió en un ángel vestido de oro; era el niño Dios. Para recompensar la bondad de los ancianos, tomó una rama de un pino y les dijo que la sembraran, prometiéndoles que cada año daría frutos.

Y así fue que aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata. Fue San Francisco de Asís quien popularizó la costumbre de armar un pesebre.

En su viaje a Belén, en el año 1220, quedó asombrado por la manera como se celebraba allí la Navidad. Entonces, cuando regresó a Italia le pidió autorización al Papa Honorio III para representar el nacimiento de Jesús con un pesebre viviente.

A partir de ese momento, la tradición se extendió por Europa y luego por el resto del mundo. Hoy Papá Noel, el arbolito y el pesebre son los símbolos universales de la Navidad. Tan universales como la costumbre de desearles a todos y en todas partes, felices fiestas.

El pesebre

La escena que representa el nacimiento de Cristo se fue completando con el paso del tiempo:

Principio del siglo IV: Cristo en un pesebre y había solamente una vaca y un asno.

A fines del siglo IV: Se agregan una estrella, Virgen María.

Siglo V: Recién a partir del año 431, con el Concilio de Efeso, aparece en el centro de la imagen.

Los Reyes Magos

El papa San León estableció que eran tres los Reyes Magos que fueron a adorar al niño guiados por una estrella. Melchor, Gaspar y Baltasar.

Regalos: Oro incienso y mirra.

Significado: Rey y Dios hombre.

Melchor, soberano persa; Gaspar, rey de la India; y Baltasar, jeque de Arabia, fueron interpretados por el ecumenismo de la Edad Media, como Melchor, europeo: a caballo; Gaspar, asiático: sobre un camello; y Baltasar, africano: a lomo de elefante.

Con el propósito de que cada rey representara a una parte de la Tierra hasta entonces conocida, según señala el antropólogo Segundo Moreno.

De esta manera queda demostrado cómo la Navidad, fiesta especialmente diseñada para ser disfrutada por los niños, es una verdadera mezcolanza de tradiciones, mitos y ceremonias paganas.

La Navidad y su simbología

El significado de la Navidad para algunos puede ser más importante, para otros menos, pero en realidad lo que nos da es algo que va más allá de nuestra religión o de la forma en que la celebremos.

Es una época en que las personas se muestran más cariñosas y alegres, contagiadas por las risas y los pensamientos positivos que la vida deja a nuestro alrededor.

En general se respira un aire más fraternal y lleno de amor, lo cual debemos aprovechar para que toda esa energía haga que nuestros deseos se cumplan.

Estas fechas se encuentran llenas de grandes simbolismos, en los adornos y elementos navideños que utilizamos para decorar nuestra casa, oficina o ciudad.

Muchos de ellos han pasado de generación en generación, por tradición, hacia nosotros y la mayoría tiene más significado del que imaginamos.

Para poder entender y captar lo que en realidad son, es necesario que estemos dispuestos a abrir más nuestro corazón y que aceptemos que contamos con la sensibilidad de vivir, lo que en realidad estos momentos nos quieren otorgar.

Debemos aprovechar estos momentos para entender y utilizar todo aquello que la naturaleza nos ofrece, así como abrirnos a recibir todo el amor que nos entrega, ya que puede ayudarnos para atraer energía positiva a nuestros hogares y lugares de trabajo.

Uno de los elementos más característicos de la escenografía navideña son los foquitos de colores. Son una delicadeza, y en estos días los vemos desplegando su luminosa fantasía en fachadas, nacimientos, arbolitos navideños, jardines, rejas, etc.

Vienen en varias presentaciones: la tradicional serie en línea, otros vienen en red, otros en cascada, otros entubados en una manguera flexible y transparente, con música o de alguna otra forma, según el ingenio de los asiáticos que parecen inventarlo todo.

Y todos tienen en común ser unas pequeñas luces intermitentes o fijas que nada alumbran, en realidad, pero que dan una apariencia luminosa.

Se ven bien y son más que un adorno, bonito como todos los adornos, pero de escasa utilidad. Son símbolos y se cree que expresan el auténtico espíritu de la Navidad cristiana con su centelleante fulgor, que se supone que representa a las estrellas del cielo de Belén.

Pero en ese cielo había una enorme luz útil: la estrella que guió a los sabios reyes desde sus apartadas regiones hasta aquel portal humilde donde un sol comenzaba a brillar.

Pero estas lucecitas de fantasía quizá sean el símbolo de nuestras propias actitudes navideñas: todos queremos brillar en Navidad, pero, quizá de la misma forma que las series, como un simple adorno.

Es posible y lamentable que nuestras más brillantes acciones navideñas: fiestas prenavideñas, regalos de compromiso, amigos secretos, descarados y competitivos, posadas que pueden ser parrandas, estreno de vestuario para la temporada, mesas exquisitamente presentadas con viandas elaboradas más con el deseo de apantallar que de agradar, sean un ornato y no un verdadero encuentro cristiano con nuestros anfitriones y nuestros invitados.

Por su parte, los americanos contribuyeron a la Navidad con el pavo, del que los aztecas tenían grandes criaderos.

Sin embargo, durante años, confundiendo el pavo de América con la gallina de Guinea, se creyó que habían sido los turcos quienes habían introducido el pavo en Inglaterra, de ahí su nombre en inglés: turckey (turco).

Navidad hoy día

Actualmente, la Navidad es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares. En Occidente se celebra la Misa del Gallo en iglesias y catedrales.

En los países de América Latina, de arraigada tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena, 24 de diciembre, con una cena familiar para la que se elaboran una diversidad de platos, postres y bebidas tradicionales. También se acostumbra asistir a la Misa del Gallo y celebrar con cohetes y fuegos artificiales.

Curiosidades de la Navidad

* Las tarjetas navideñas fueron inventadas por sir Henry Cole, quien en el año 1843 encargó a un amigo pintor que le dibujara y pintara una escena navideña, que luego mandaría a reproducir en una imprenta, para después escribirle unos breves deseos de felicidad y firmarlas y enviarlas a los amigos y familiares.

* Los villancicos son cantos que se entonan en Navidad para celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Esta costumbre tiene su origen en la Edad Media, y se mantiene en recuerdo de los muchos profetas que anunciaban el nacimiento del Salvador.

* La tradición de poner el Belén o pesebre se remonta al año 1223, en la Navidad de una villa italiana. San Francisco de Asís reunió a los vecinos de Grecio para celebrar la misa de medianoche.

En derredor de un pesebre, con la figura del Niño Jesús, moldeado por las manos de San Francisco, se cantaron alabanzas al Misterio del Nacimiento; en el momento más solemne de la misa, aquella figura inmóvil adquirió vida, sonrió y extendió sus brazos hacia el Santo de Asís.

El milagro se había producido ante la vista de todos, y desde entonces la fama de los Nacimientos y su costumbre se extendió por todo el mundo.

* ¿Por qué se llama Misa del Gallo la misa que se celebra el 24 de diciembre como término de la vigilia de Navidad? Porque esa misa solía caer "ad galli cantus", al canto del gallo, de donde le quedó su sugestivo nombre que nada tiene que ver con el hecho de que en algunos países acostumbraran comer gallo al horno en la cena de Nochebuena.

Reflexionemos

La Navidad no debe ser un evento social donde se rivaliza en lujo y abundancia. Un pretexto para lucimiento personal, una obligación del estatus social.

La Navidad es una ocasión para abrir el corazón y no las puertas de la casa nada más; para agasajar al bienvenido visitante con algo más que licores finos y un menú de alta cocina, sino con calor de hogar cristiano y una simpatía sin precio, para intercambiar sonrisas sinceras abiertas y no sólo regalos primorosamente envueltos.

Una ocasión para manifestar el amor con el mejor motivo: la conmemoración del cumplimiento de la promesa de amor de Dios a su pueblo.

El espíritu navideño debe arder en nuestros corazones con tal intensidad que alumbre hasta los rincones más obscuros y alejados de las fiestas.

Con luz potente e irresistible y no como una encantadora serie de foquitos que adornan, pero no iluminan realmente.

Podemos lograrlo, y ni siquiera tenemos que suspender nuestros festejos y alejarnos amargados y tristones porque la Navidad es alegría, pero sincera y no teatral.

Superemos la posible artificialidad de las fiestas navideñas, rebasemos la idea del compromiso social, rompamos el guión prefabricado según el cual la Navidad es este escenario donde actuaremos convencionalmente dando un beso de lado, abrazando con cuidado para no arrugar nuestros vestidos.

Regalémonos nosotros mismos y estaremos ofreciendo un presente invaluable que no podrá encontrarse ni en el almacén más caro, porque es nuestro amor sincero.

No hay fiesta mejor que aquella a la que vamos con el corazón en la mano, con la felicitación verdadera que nos sale del alma y no de los labios.

Brillemos con luces útiles y no de fantasía. Brillemos no para adornar escenarios, sino para disipar la sombra de la tristeza.
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