Descubriendo el mundo islámico en Paraguay

En un país donde reina el cristianismo, y donde al menos 90% de la población es católica, no falta espacio para profesar otras religiones.

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Como esclavos, sin derecho a profesar ninguna religión, iban llegando los primeros musulmanes al territorio americano traídos por los conquistadores desde África. Bajo el yugo europeo, muchos de ellos se vieron obligados a dejar de lado el Islam, en tanto que otros –en sus andanzas y quizás sin saberlo– iban dejando semillas para la futura presencia de esa religión en esta parte del mundo.
 
Corría ya la segunda mitad del siglo XIX cuando un cierto grupo de musulmanes decidió refugiarse en América Latina. Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Venezuela y el Caribe serían los principales destinos.
 
Paraguay no fue la excepción. Sin embargo, no fue sino hasta 1900 que abrió sus puertas a estos inmigrantes.
 
La receptividad y la libertad de culto fueron fundamentales para acrecentar la presencia musulmana en Latinoamérica. Tal es así que actualmente en la región residen unos seis millones, según la Organización Islámica para América Latina.
 
Brasil acoge a 1,5 millones de musulmanes, Argentina ha recibido a unos 700 mil, mientras que en Paraguay viven actualmente unos 15 mil, según confirma el presidente del Centro Benéfico Cultural Islámico de Asunción, Ahmed Mahmoud Rahal.
 
El mundo islámico en Paraguay

 
Musulmanes del Líbano, Siria y Egipto vieron en nuestro país una buena opción de residencia. Poco a poco y con el transcurrir de los años se fueron sumando ciudadanos de Palestina, Pakistán, India, Indonesia y hasta de Bangladesh.
 
Además de los extranjeros, muchos paraguayos se convirtieron y hoy por hoy practican el Islam, tal como lo señala el sheik Ibrahim Elalfi.
 
Ambos miembros de la comunidad musulmana en Paraguay coinciden en destacar que en nuestro país no han conocido ningún tipo de barreras para la práctica de su religión.
 
"Se sienten muy libres, hay libertad de culto. Hay mucha tranquilidad, no hay ningún impedimento", aseguran.
 
Ceremonias, culto y las mezquitas: ¿cómo y dónde?
 

Unos 500 musulmanes concurren a la única mezquita capitalina, ubicada sobre la calle Iturbe. Allí se realizan cinco cultos al día. Si bien la presencia es optativa durante la semana, es obligatoria los viernes.
 
Además de las ceremonias, el Centro Benéfico Cultural Islámico ofrece otros servicios abiertos a todo público. Por ejemplo, hace no mucho tiempo, sus miembros contrataron a profesores egipcios que tienen a su cargo clases de árabe tanto para niños como adultos.
 
No todo está en Asunción
 
Tras llegar al país, los musulmanes fueron expandiéndose en casi todos los puntos cardinales y se asentaron en grandes urbes como Ciudad del Este y Encarnación.
 
En la capital del Alto Paraná se destacan principalmente en la actividad comercial y prueba de ello son los innumerables locales y galerías que poseen. El rubro principal: la electrónica, informática y todo lo referido a la tecnología.
 
Pero no todo gira en torno a la economía, ya que la cultura árabe permite enriquecer la diversidad en la zona. Buenos ejemplos son las dos mezquitas habilitadas y el Centro Cultural Paraguayo Libanés al cual concurren paraguayos y musulmanes, quienes reciben enseñanzas en español, inglés y árabe.

En Itapúa, al igual que en Asunción, la comunidad musulmana abrió una mezquita, que constituye la cuarta en el territorio nacional.

Pensando en grande
 

 


Esta masiva presencia de musulmanes ha puesto a las fronteras de Paraguay, Brasil y Argentina en el ojo del mundo y no precisamente por la prosperidad económica.

Y es que tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, Estados Unidos mira de cerca esta zona ante tenaces sospechas de la presencia de grupos terroristas o al menos células que los financian.

Los musulmanes han negado los rumores y, hasta el momento, las autoridades no han podido hallar pruebas que confirmen la teoría.

Mientras, este grupo religioso sigue tejiendo historias iniciadas por sus ancestros ya en el siglo pasado en un país que le garantiza la libertad de culto. Afianza a la vez sus creencias y abre su cultura a los ciudadanos locales dispuestos a descubrir un mundo con el que conviven de cerca, pero que en lo cotidiano desconocen.

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