Factores del trastorno del estado de ánimo

Es muy difícil decir con exactitud cuál es la causa de los trastornos.

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Algunos insisten en que es la herencia otros, la forma de crianza.
Así en muchas ocasiones se escucha decir: tiene ese trastorno por “un desequilibrio químico del cerebro” o por causa de tal situación no resuelta (“duelo no resuelto”).

Aunque, hoy la mayoría de los psicólogos piensan que los trastornos provienen de una combinación de factores de riesgo (modelo biopsicosocial).

En algunos casos, los factores biológicos son más importantes; por ejemplo, la depresión. Los factores ambientales se consideran en otras ocasiones; por ejemplo, algunos casos de depresión entre las mujeres.

Factores biológicos.

Se sabe que los factores genéticos contribuyen mucho a la depresión, sobre todo en el “trastorno bipolar”.
La evidencia más notable a favor de los factores genéticos la aportan los estudios realizados con gemelos. “Si un gemelo idéntico presenta depresión clínica, es bastante probable que el otro también. Entre los gemelos fraternos (que comparten más o menos la mitad de los genes), si uno muestra depresión clínica, habrá menores probabilidades de que le suceda lo mismo al otro”.


¿Por qué algunos heredan y están predispuestos a un trastorno del estado de ánimo? Existen ciertas investigaciones prometedoras que mencionan el trastorno a determinados desequilibrios químicos del cerebro, “en especial a altas y bajas concentraciones de algunos neurotransmisores, sustancias químicas que intervienen en la transmisión de los impulsos nerviosos entre las células”.


Pero no se puede decir con exactitud que quienes tienen los niveles altos y bajos de neurotransmisores tengan un mayor riesgo genético.

Los acontecimientos estresantes podrían producir los desequilibrios químicos del cerebro asociados con la depresión. La biología afecta la experiencia psicológica, pero esta modifica a su vez el funcionamiento biológico.


Factores psicológicos.
Se considera que varios factores psicológicos favorecen la depresión severa, pero en años recientes la investigación se ha centrado en la contribución de las distorsiones cognoscitivas.

Según Aaron Becken, “en la niñez y la adolescencia algunos pasan por terribles experiencias como la pérdida de uno de sus padres, graves problemas para obtener la aprobación de ellos o de la sociedad, críticas humillantes por parte de sus profesores y otros adultos”. Como respuesta a tales experiencias, el individuo puede adquirir un autoconcepto negativo, “un sentido de incompetencia o minusvalía que tiene poco que ver con la realidad, pero que se mantiene por una interpretación distorsionada e ilógica de los hechos”.
Ante una nueva situación que se parece a aquella en que se aprendió el autoconcepto, se activa el mismo sentido de incompetencia y minusvalía y sobreviene así la depresión.
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