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Existe una enorme variedad de parásitos que se alojan y desarrollan en el cuerpo humano, sobre todo en el pelo, la piel y la vía digestiva,
particularmente en los intestinos, impidiendo la absorción de nutrientes que deberían ser aprovechados por el ser humano para
su adecuado crecimiento y desarrollo y para conservar la salud. Entre los más frecuentes están:
Protozoarios microscópicos, como: las amibas, la giardia y el cristosporidium.
Metazoarios, que son gusanos o helmintos como: los oxiuros, ascaris, tenias o solitarias, tricocéfalo, ancylostoma, necator, estrongiloides y
toxocaras, entre otros. ¿Cómo entran en nuestro organismo? Aunque el mecanismo y vía de contagio varía, la mayoría de los parásitos se adquieren al ingerir agua, tierra o alimentos contaminados con sus quistes o huevecillos. Todas las personas a cualquier edad pueden ser portadores de parásitos, pero los daños son mucho mayores en los niños debido a que su crecimiento se ve afectado.
Los principales factores de riesgo para contraer parásitos intestinales son:
Tomar agua sin hervir, clorar o que no sea potable. El agua de los ríos, tajamares, lagos y arroyos, tomada directamente, puede ser
portadora de muchos parásitos depositados por el excremento de personas y animales que obran en ellos.
Comer alimentos vegetales que fueron regados con aguas contaminadas, sin desinfectarlos adecuadamente, o verduras y frutas con
cáscara sin lavar con mucho cuidado.
Comer carnes a medio cocer o que no estén frescas.
Comer en puestos callejeros o en lugares sucios en donde ni los utensilios están limpios, ni los alimentos son frescos y están expuestos a
contaminantes del aire.
Tener animales cerca de los alimentos, ya sea en casa o sitios de comida.
No lavarse bien las manos después de ir al baño y antes de tocar, preparar o ingerir alimentos.
No lavar las manos de los niños después de jugar en la tierra, en el suelo o con algún animal.
Comer helados de palito y otros productos elaborados con agua de dudosa procedencia.
Tomar leche cruda sin hervir.
Los síntomas Varían dependiendo del parásito que se haya alojado en el cuerpo y de la parte afectada y, en un principio, incluso pueden no
causar síntomas que hagan sospechar de su presencia. Los síntomas generales son: diarrea, distensión o inflamación abdominal, dolor
abdominal, gases, dolor de cabeza, estreñimiento, pérdida de apetito y puede haber fiebre, erupciones en la piel, deposiciones con sangre o con olor fétido, y otras molestias. Los parásitos protozoarios, en general ocasionan: diarrea, distensión (o sea, inflamación) y dolor abdominal.
Los metazoarios ocasionan: diarrea, distensión y dolor abdominal y pueden presentar molestias generales en otros órganos y sistemas como debilidad, palidez, pérdida de peso, falta de apetito, deficiencias nutricionales, anemia, tos crónica, comezón anal, mareos, náuseas y hasta vómitos.
El diagnóstico Un análisis de materia fecal determina el tipo de parásito que se encuentra en el organismo. El diagnóstico se establece mediante la historia clínica y la realización de análisis de materia fecal para detectar huevos o quistes de parásitos. En ocasiones, las
personas que están invadidas de lombrices, las pueden ver cuando defecan, en su materia fecal o directamente en la zona anal. También se
logran ver por medio de estudios radiológicos o de colonoscopías. El tratamiento Es a base de medicamentos que permiten matar y
eliminar tanto los parásitos como sus huevecillos o quistes. Para el tratamiento de los metazoarios existen medicamentos antihelmínticos
de amplio espectro, es decir que pueden terminar con diversas especies de parásitos al mismo tiempo. Ahora se recomienda mucho
que, por lo menos una vez al año, todos los integrantes de una familia tomen algún medicamento antiparasitario, ya que en general casi
todas las personas están en riesgo de tener alguno por lo menos, dadas las condiciones ambientales, los hábitos alimenticios y de higiene.
particularmente en los intestinos, impidiendo la absorción de nutrientes que deberían ser aprovechados por el ser humano para
su adecuado crecimiento y desarrollo y para conservar la salud. Entre los más frecuentes están:
Protozoarios microscópicos, como: las amibas, la giardia y el cristosporidium.
Metazoarios, que son gusanos o helmintos como: los oxiuros, ascaris, tenias o solitarias, tricocéfalo, ancylostoma, necator, estrongiloides y
toxocaras, entre otros. ¿Cómo entran en nuestro organismo? Aunque el mecanismo y vía de contagio varía, la mayoría de los parásitos se adquieren al ingerir agua, tierra o alimentos contaminados con sus quistes o huevecillos. Todas las personas a cualquier edad pueden ser portadores de parásitos, pero los daños son mucho mayores en los niños debido a que su crecimiento se ve afectado.
Los principales factores de riesgo para contraer parásitos intestinales son:
Tomar agua sin hervir, clorar o que no sea potable. El agua de los ríos, tajamares, lagos y arroyos, tomada directamente, puede ser
portadora de muchos parásitos depositados por el excremento de personas y animales que obran en ellos.
Comer alimentos vegetales que fueron regados con aguas contaminadas, sin desinfectarlos adecuadamente, o verduras y frutas con
cáscara sin lavar con mucho cuidado.
Comer carnes a medio cocer o que no estén frescas.
Comer en puestos callejeros o en lugares sucios en donde ni los utensilios están limpios, ni los alimentos son frescos y están expuestos a
contaminantes del aire.
Tener animales cerca de los alimentos, ya sea en casa o sitios de comida.
No lavarse bien las manos después de ir al baño y antes de tocar, preparar o ingerir alimentos.
No lavar las manos de los niños después de jugar en la tierra, en el suelo o con algún animal.
Comer helados de palito y otros productos elaborados con agua de dudosa procedencia.
Tomar leche cruda sin hervir.
Los síntomas Varían dependiendo del parásito que se haya alojado en el cuerpo y de la parte afectada y, en un principio, incluso pueden no
causar síntomas que hagan sospechar de su presencia. Los síntomas generales son: diarrea, distensión o inflamación abdominal, dolor
abdominal, gases, dolor de cabeza, estreñimiento, pérdida de apetito y puede haber fiebre, erupciones en la piel, deposiciones con sangre o con olor fétido, y otras molestias. Los parásitos protozoarios, en general ocasionan: diarrea, distensión (o sea, inflamación) y dolor abdominal.
Los metazoarios ocasionan: diarrea, distensión y dolor abdominal y pueden presentar molestias generales en otros órganos y sistemas como debilidad, palidez, pérdida de peso, falta de apetito, deficiencias nutricionales, anemia, tos crónica, comezón anal, mareos, náuseas y hasta vómitos.
El diagnóstico Un análisis de materia fecal determina el tipo de parásito que se encuentra en el organismo. El diagnóstico se establece mediante la historia clínica y la realización de análisis de materia fecal para detectar huevos o quistes de parásitos. En ocasiones, las
personas que están invadidas de lombrices, las pueden ver cuando defecan, en su materia fecal o directamente en la zona anal. También se
logran ver por medio de estudios radiológicos o de colonoscopías. El tratamiento Es a base de medicamentos que permiten matar y
eliminar tanto los parásitos como sus huevecillos o quistes. Para el tratamiento de los metazoarios existen medicamentos antihelmínticos
de amplio espectro, es decir que pueden terminar con diversas especies de parásitos al mismo tiempo. Ahora se recomienda mucho
que, por lo menos una vez al año, todos los integrantes de una familia tomen algún medicamento antiparasitario, ya que en general casi
todas las personas están en riesgo de tener alguno por lo menos, dadas las condiciones ambientales, los hábitos alimenticios y de higiene.