El PSG no logra ser más que un tridente

PARÍS. El París Saint-Germain se ha convertido en una estructura creada para soportar el peso de sus tres atacantes, Neymar-Cavani-Mbappé, a menudo salvadores de la mala imagen colectiva que deja la formación entrenada por Unai Emery.

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El último capítulo se vivió anoche en el estadio Velódromo de Marsella, en el terreno del eterno rival doméstico, en el “clásico” del fútbol francés, tal y como se obstinan en bautizarle los medios galos pese a la distancia sideral entre ambos equipos.

En el campo más hostil que puede acoger al PSG, frente a un equipo cuyo propietario, el multimillonario estadounidense Frank McCourt, prometió inyectar 200 millones de euros en cuatro años, menos de lo gastado por Neymar, el equipo de la capital puso los pies en la tierra.

La formación de Emery sufre cuando sus rivales se estimulan por afrontar a la constelación de estrellas que el capital catarí ha puesto en manos del técnico español, siempre bajo la lupa de aficionados y prensa que le reprochan que el equipo no brille con la intensidad que podía esperarse de la inversión concedida.

Las victorias en Liga de Campeones, algunas tan prestigiosas como la conseguida contra el Bayern de Múnich, han anestesiado el descontento, pero a nadie se le escapa que el PSG depende demasiado de su tridente.

Cada uno de los picos del tenedor cumple una función que, por el momento, mantienen al PSG líder de su liga, de su grupo de la Liga de Campeones y de la clandestina clasificación de rivales a los que nadie quiere medirse.

En Marsella, frente al rival más molesto, en el ambiente menos favorable, Neymar fue, hasta su expulsión, el único acicate de garantías en el ataque, Mbappé diluyó su descaro juvenil en el muro marsellés y Cavani apareció en el último suspiro para rescatar un punto, evitar la primera derrota parisiense de la temporada y reivindicar todo su peso en el tridente.

Pero, como colectivo, el equipo distó mucho de ser la apisonadora que todo el mundo aguarda del PSG que por presupuesto está a años luz de sus rivales.

No es la primera vez que la prensa francesa detecta una excesiva dependencia del tridente, en particular de Neymar, que por el coste de su fichaje y por su transcendencia resalta como el contenedor de todas las luces y taquígrafos.

El exbarcelonista ha estado implicado en la mitad de los goles del PSG en liga, siete como autor y cinco como asistente.

Ante el Marsella logró el primer gol del empate y fue quien más se peleó contra la barrera diseñada por los locales, que soportó la presión hasta el último suspiro pese a sus 23 duelos que obligaron a los rivales a hacerle hasta una decena de faltas.

Tanto fue su afán por atacar, por abrir huecos en el frente enemigo, que acabó frustrado, nervioso y cedió dos tarjetas amarillas en dos minutos para acabar en la ducha antes del pitido final.

Con su equipo por debajo en el marcador, la expulsión de la estrella brasileña hacía presagiar la primera derrota, pero en el 93, cuando los marselleses había quitado ya el capuchón a las botellas de champán, Cavani provocó una falta en el borde del área que él mismo se encargó de transformar con maestría.

En el duelo a distancia que el uruguayo mantiene con Neymar, encarnado hace unas jornadas en el sainete que protagonizaron a cara descubierta por lanzar un penal, el “9” no parece dispuesto a ceder protagonismo al “10”.

Cavani, que cuenta en su desventaja con no ser “nuevo”, y ya se sabe que lo nuevo siempre es mejor, no ha bajado un milímetro el pistón de su fiabilidad y acumula ya 9 goles esenciales para que el PSG lidere la tabla. En total, contando todas las competiciones, suma 13 goles en 13 partidos.

El tercero del tridente vivió quizá su noche más oscura desde que los cataríes le reclutaron para su galaxia. Mbappé estuvo gris, como si reservara su calidad para las noches grandes de Europa donde parece querer extender su trono.

Apocado, el exmonegasco se arrepintió de declarar, unos días antes del “clásico” que era “un partido como cualquier otro”.

Resta por ver si el edificio aguanta para sostener la cúpula ambiciosa y resplandeciente de la NCM. 

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