Kiev, fin de trayecto

MADRID. “Fue muy bonito estar en el Real Madrid”. Extrañamente solícito y con gesto serio, Cristiano Ronaldo se acercó al micrófono mientras sus compañeros celebraban sobre el césped una hazaña sin precedentes y cerró por su cuenta un ciclo de nueve años.

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Un final tan desabrido como poco sorprendente.

El don de la oportunidad nunca estuvo en el amplio catálogo de virtudes del portugués. Entre ser un aguafiestas en la noche irrepetible de Kiev o posponer el mensaje del anuncio de su marcha y sumarse la euforia del madridismo optó por lo primero. Tampoco fue algo inesperado.

La despedida de Cristiano, cerrada seis semanas después, convirtió al jugador, probablemente queriéndolo, en protagonista del año. El Real Madrid consiguió su decimotercera Liga de Campeones, las últimas tres de manera consecutiva, pero ni eso sirvió para que el fin de temporada fuera plácido.

El 10 de julio, un comunicado del club responsabilizando a Ronaldo de la ruptura y una carta de este sellaban el traspaso al Juventus por una cifra levemente superior a lo que costó hace casi una década y el final de una época a la que sólo es posible juzgar con perspectiva de números: dieciséis títulos, una treintena de trofeos individuales y una cifra de goles descomunal, cincuenta por cada una de las nueve campañas.

En la última actuación con el equipo, en la final de Kiev, la influencia del portugués fue imperceptible, al contrario que la de Gareth Bale, autor de dos goles; o Karim Benzema y su insólita fe en tratar de interceptar el saque del portero alemán del Liverpool que adelantó al Real Madrid en el marcador.

De hecho es probable que Cristiano fuese el futbolista menos relevante del equipo en Kiev. Bastante más impacto incluso tuvo la teoría conspirativa alentada por el técnico del equipo inglés, Jurgen Klopp. Según esta, Sergio Ramos fue la clave del partido, aunque en esta ocasión sin necesidad de apariciones milagrosas como en Lisboa o Milán.

Para Klopp y la multitud de “haters” del central del Real Madrid, Ramos no fue precisamente inocente de la lesión de Mohamed Salah que le sacó del encuentro y de la ofuscación de Loris Karius tanto en el gol de Benzema como en el segundo de Bale. Las maquinaciones selectivas de Ramos, concluye la tesis, hundieron al Liverpool.

Por si las turbulencias causadas por las palabras de Ronaldo en Kiev e incluso las de Bale, que aprovechó sus dos goles para preguntar por lo suyo, no hubieran sido suficientes, el club se encontró con otro incendio pocos días después de la final con la sorprendente dimisión de Zinedine Zidane, que adujo desgaste personal y la necesidad de un cambio de discurso y método en el equipo.

El recambio de urgencia para Zidane apareció en el Mundial. El seleccionador español, Julen Lopetegui, aceptó la oferta del Real Madrid días antes del debut del equipo y eso le supuso el despido fulminante. Fernando Hierro ocupó el cargo los cuatro partidos que duró la actuación de España en Rusia. Fue eliminada en octavos por los anfitriones en la tanda de penales.

El torneo tampoco fue generoso con clásicos como Alemania, el campeón en ejercicio, o Brasil. Corea del Sur envió a casa al equipo alemán y Bélgica a los brasileños, demasiado dependientes de Neymar y este de su habitual sobreactuación. La Francia de Griezmann y Mbappé, veinte años después, volvió a alcanzar la cumbre.

El Mundial ruso distinguió con todos los honores a Luka Modric, subcampeón con Croacia y mejor jugador del torneo. En el universo casi exclusivo de Cristiano y Leo Messi apareció el centrocampista del Real Madrid, que también terminó este año con el duopolio durante una década en el Balón de Oro del argentino y el portugués.

El curso 2018 fue también el de la irrupción del VAR y de los dobletes del Barcelona en España y del Atlético de Madrid en Europa.Perteneció igualmente a Novak Djokovic y su retorno triunfal, y a Rafael Nadal y Roger Federer, sumamente reacios a dejarse expulsar del olimpo. O al ciclismo británico, ganador de las tres grandes vueltas, y al atleta keniano Eliud Kipchoge.

Kiev, 26 de mayo. Cristiano Ronaldo escenifica el primer acto del final de trayecto en el Real Madrid con su versión del “Fue bonito mientras duró”. Segundo acto, 10 de julio. Publica en la web del club una emotiva carta de despedida, casi una declaración de amor a la empresa, los dirigentes, excompañeros y aficionados.

Epílogo. Diciembre en Turín. “Aquí (Juventus) somos un equipo, todos están unidos, son humildes. Es el mejor grupo en el que he jugado en mi vida. En otros sitios alguien se siente más grande que los demás”. Palabra de Cristiano, un activista de sí mismo obsesionado con que nadie le susurre al oído que desconfíe del mañana y que no olvide su condición de mortal.

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