Brasil abraza el rugby como terapia

En el país de Pelé, de los cinco mundiales y del “jogo bonito”, el rugby se ha convertido en el deporte que más crece, pero también en una herramienta para transformar la vida de miles de jóvenes, que lo practican como terapia pedagógica.

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Los brasileños cada vez están más acostumbrados a patear el balón ovalado y anotar tries en los rincones más insospechados de un país en el que el fútbol es sagrado, casi una religión.

Lugares tan recónditos como en el corazón de Paraisópolis, la segunda mayor favela de Sao Paulo y hogar de unas 50.000 personas. Como en otras comunidades, olvidadas durante décadas por los poderes públicos, crecer aquí es un desafío diario, especialmente para los niños. El “Arena Palmeirinha” se ha convertido, sin embargo, en un remanso de paz y una oportunidad para cientos de jóvenes de este barrio.

Aquí, el “Instituto Rugby para Todos” comenzó en 2004 una empresa titánica: democratizar un deporte que solo estaba al alcance de las élites. “El rugby, ocho años atrás, era como si fuera snowboard aquí en Brasil”, explica a Efe el exjugador de la selección brasileña de rugby Mauricio Draghi, director y fundador de la organización, por la que ya han pasado más de 5.000 alumnos.

Empezaron ocupando un pequeño espacio del campo, que antes era de tierra y dominado por los futboleros, y hoy tienen siete horarios a la semana exclusivos solo para ellos, además de contar con un equipo que acompañan la trayectoria de los chicos, como la de Wagner de Oliveira Santos, de 12 años. “Si no estuviéramos haciendo rugby ahora, podríamos estar en otro lugar... en la calle, pero no, estamos entrenando y esforzándonos”, explica a Efe este joven. “Mi sueño es continuar jugando hasta que pueda”, añade.

El crecimiento del rugby en Brasil es exponencial. Según la Confederación Brasileña de Rugby (CBRu), en 2010 solo 30.000 personas lo practicaban y el año pasado esa cifra prácticamente era el doble. El interés del público también sube y ya son algo más de tres millones de fieles.

Con una gestión aplaudida por su transparencia, acompañada de los últimos éxitos dentro de la cancha, la CBRu se ha marcado como objetivo clasificar a la selección masculina para la Copa del Mundo de 2023 -ocupa actualmente el puesto 24 del mundo, el mejor de su historia- y que la femenina acabe entre las diez primeras en los Juegos Olímpicos de París 2024.

Pero el rugby va más allá y es usado también como una herramienta pedagógica en los centros de detención de jóvenes infractores en el estado de Sao Paulo, gestionados por la Fundación Casa.

En cinco de ellos, la Asociación Hurra da clases de rugby para estos jóvenes que, en la mayoría de los casos, son recluidos por robo o tráfico de drogas. En el centro “Nueva vida”, hay alrededor de medio centenar de chicos reincidentes. Un grupo de ellos espera sentado en el centro una aula de lo que para algunos es algo completamente nuevo: el rugby. Son chicos que vienen “medio desconectados” de la sociedad y el rugby tiene  unos valores que son disciplina, respeto, compañerismo...” que agregan “mucho dentro de los centros de menores internados”, dice a Efe Karina Lira, de 32 años, coordinadora de la Asociación Hurra.

Ese es el caso de un joven de 18 años que no puede ser identificado, oriundo de una favela de la ciudad Osasco, en el interior de Sao Paulo, e internado desde hace seis meses por robo a un comercio. “Es la primera vez que he tenido contacto con el rugby. Es una modalidad bastante diferenciada, me gustó mucho y tengo ganas de continuar practicando”, afirma.

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