A Jesús lo crucificamos todos los días en el Paraguay

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En el calendario cristiano el Jueves de la Pasión recuerda el penúltimo día del penoso proceso en el que Jesucristo acabó siendo sacrificado. Si imagináramos qué cosas similares a las vividas por Él en esa época encontraría Jesús en el Paraguay actual, si tuviera que morir por nosotros, tendremos que admitir que la situación sería bastante parecida a la que le tocó enfrentar en Judea, en muchos aspectos. Tendría el disgusto de escuchar aquí repetir todo el tiempo el eslogan de los reeleccionistas “que la gente decida”, la misma frase que pronunció Poncio Pilatos cuando finalizó el proceso sumario al que lo sometió. La injusta crucifixión de Jesucristo también fue resultado de la decisión “de la gente”. Observando el actual régimen gubernamental probablemente Jesucristo hallaría que su amor por los pobres fue convertido, por personas que se dicen cristianas, en amor por el lujo, el placer y el poder que provee el dinero, sea como fuese que lo obtengan. Gran parte de la sociedad paraguaya está padeciendo necesidades elementales. Los políticos que se enriquecieron con el ejercicio del poder, por el contrario, cada vez están más satisfechos, con sus necesidades materiales completamente superadas y asegurando su futuro por muchos años.

En el calendario cristiano el Jueves de la Pasión recuerda el penúltimo día del penoso proceso en el que Jesucristo acabó siendo sacrificado. Durante la noche de aquel jueves, en la última cena, Jesús instituyó la eucaristía, para luego retirarse al huerto de Getsemaní a reflexionar sobre su muerte, ya que sabía que había sido traicionado. Sus principales enseñanzas insistieron en el amor, la humildad, la solidaridad, la honestidad, el perdón y la esperanza.

Si imagináramos qué cosas similares a las vividas por Él en esa época encontraría Jesús en el Paraguay actual, si tuviera que morir por nosotros, tendremos que admitir que la situación sería bastante parecida a la que le tocó enfrentar en Judea, en muchos aspectos. Encontraría, sin duda, muy poco de las virtudes que pregonaba e instó a cultivar. Especialmente en los políticos actuales no hallaría ni honestidad, ni humildad ni más esperanza que la de ganar elecciones y ser beneficiados con premios materiales.

Tendría el disgusto de escuchar aquí repetir todo el tiempo el eslogan de los reeleccionistas “que la gente decida”, la misma frase que pronunció Poncio Pilatos cuando finalizó el proceso sumario al que lo sometió, permitiendo que una pequeña turba enardecida optara por su ejecución, liberando en su lugar al ladrón Barrabás. La injusta crucifixión de Jesucristo también fue el resultado de la decisión “de la gente”.

Aquí encontraría que recientemente hubo también el sacrificio de una joven vida, víctima del estado de violencia e intolerancia generado por un plan de acción que promueve la ambición personal de dos políticos, Horacio Cartes y Fernando Lugo, apoyados por sus paniaguados, dispuestos a todo con tal de alcanzar sus metas egoístas. Uno de ellos tiene en sus manos de gobernante la posibilidad y la potencialidad de causar mucho daño a las instituciones de la República, a la concordia social y la confianza en un futuro político establemente democrático. El otro, vestido con los hábitos, repetía ante la feligresía las enseñanzas de Jesús que, está visto hoy, estaba lejos de practicarlas él mismo.

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Con su ilegal pretensión reeleccionista el régimen de Horacio Cartes, que se ufana de realizar grandes y múltiples obras públicas, lo que sugiere es la ridícula hipótesis de que solamente él y su equipo están en capacidad de ejecutar tales proyectos, que nadie más en este país podría reemplazarlos para esas tareas. En resumen, Jesucristo redivivo se encontraría, aquí en el Paraguay, con un émulo, aunque no en el buen sino en el mal sentido. Porque Cartes se cree el mesías que vino a salvar al Paraguay, y que en tal función no puede ser reemplazado por ninguna otra persona. Pero Mesías hay uno solo y no es él ni es Fernando Lugo.

De lo que el reeleccionismo del sector oficialista del Partido Colorado no habla es de las fechorías que ensombrecen al Gobierno. No menciona a los aduaneros que se están haciendo multimillonarios despojando al fisco de lo que pertenece a todos. Cartes se enorgullece de estar haciendo caminos y puentes, como en la era de Stroessner, pero no cuenta que solamente con los recursos que sus funcionarios roban en las aduanas podría construir centenares de kilómetros de caminos, mejorar locales escolares, dotar de medicamentos a centros de salud y cubrir otras necesidades perentorias que sufre el país.

Observando al actual régimen gubernamental, probablemente Jesucristo hallaría que su amor por los pobres fue convertido, por personas que se dicen cristianas, en amor por el lujo, el placer y el poder que provee el dinero, sea como fuese que se lo obtengan. Parafraseando una de las parábolas de Jesús, se puede decir que los pobres reciben los restos, las migajas que sobran del banquete de los políticos poderosos, y, a cambio, estos les reclaman que vayan a votarlos para continuar con lo mismo.

En cuanto a Fernando Lugo, no creemos que Jesucristo redivivo quisiera tener tratos con él. Sería su Judas Iscariote del presente, que abandonó su iglesia para abrazar un partido extraño y una candidatura política en los que tampoco sirvió a las buenas causas, sino que se proveyó de todos los placeres y excesos que se hizo pagar por el Estado, que han de costar mucho más que los fatídicos treinta denarios que cobró el entregador del Hijo de Dios.

Si en este momento se ofrece a la ciudadanía paraguaya la alternativa de Cartes o Lugo, lo que tenemos es una larga semana de pasión en ciernes, en la que serán crucificadas las instituciones republicanas, la democracia y la convivencia pacífica, al tiempo que se glorifican la ilegalidad, el oportunismo, la maniobra cínica, la avidez materialista y el apetito de poder. Esta es la verdadera alternativa que se presenta en nuestro país actualmente, y sobre la cual debemos meditar muy detenidamente todos los que lo habitamos.

Gran parte de la sociedad paraguaya está padeciendo necesidades elementales en salud, educación y seguridad; otra parte está siendo olvidada en el reparto de beneficios comunes o perseguida por causa de sus opiniones y actitudes políticas. Los políticos que se enriquecieron con el ejercicio del poder, por el contrario, cada vez están más satisfechos, con sus necesidades materiales completamente superadas y asegurado su futuro por muchos años.

Es un cinismo que las buenas condiciones macroeconómicas alcanzadas por el país gracias al trabajo productivo de mucha gente durante mucho tiempo –en verdad, pese a la deshonestidad y falta de patriotismo imperante en las esferas políticas y administrativas– sean utilizadas como banderas propagandísticas del régimen de Cartes, como si fueran de su exclusivo logro.

Es de desear, entonces, que el Presidente no se crea el único “mesías” que puede sacar adelante al Paraguay, sino el hombre –un simple humano– que con capacidad, honestidad y patriotismo debe aglutinar a todos los ciudadanos y ciudadanas para lograrlo todos juntos.