Acertada iniciativa del Papa de ordenar casados

El papa Francisco, en una entrevista con un periódico alemán, afirmó que está abierto a que los hombres casados se conviertan en sacerdotes para combatir la escasez de clero de la Iglesia Católica Romana. En las escrituras se lee claramente que los hombres casados eran admitidos en el apostolado. El celibato “no es un dogma de fe”, como lo afirma el mismo Papa, sino fue impuesto por el Concilio de Letrán en el siglo XII. Se calcula que entre 1970 y 1990 alrededor de cien mil sacerdotes pidieron la dispensa en todo el mundo y la mayoría de quienes han colgado la sotana es porque no pudieron sobrellevar la abstinencia sexual. En estos diez años, la Iglesia Católica está atravesando su peor crisis vocacional. En nuestro propio país, algunos obispos y teólogos son partidarios de abolir el celibato o de recuperar a los sacerdotes retirados. Todas estas posiciones, los ejemplos bíblicos, la escasez vocacional y la incorporación ya de algunos casados al sacerdocio, son pasos fundamentales que se dan para que algún día la Iglesia Católica imparta el orden sagrado del presbiterado a quienes contrajeron matrimonio.

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El papa Francisco, en una entrevista con un periódico alemán, afirmó que está abierto a que los hombres casados se conviertan en sacerdotes para combatir la escasez de clero de la Iglesia Católica Romana. El Pontífice dijo que los “viri probati” podrían ser una posibilidad. “Viri probati” es una expresión latina del Concilio Vaticano II, y se refiere a los hombres casados de vida cristiana madura y contrastada, a los que, de modo extraordinario, se podía conceder la ordenación sacerdotal.

En las escrituras se lee que en la primitiva Iglesia, varios apóstoles escogidos por Jesús fueron casados. “Cristo sanó a la suegra de Pedro”, se afirma en Mt 8,14-15. San Pablo, por ejemplo, en su carta a Timoteo 3,1-13, establece tres criterios para acreditar la idoneidad de nuevos líderes religiosos, particularmente obispos y diáconos: “ser un buen marido, ser buen padre y ser un hombre respetable”. En otra carta, el propio San Pablo agrega que “quienes sean designados obispos deberán ser hombres probos y haberse casado una sola vez” (Tito 1,5-9). En estos pasajes bíblicos hay suficientes argumentos a favor de que los casados puedan ejercer el sacerdocio, pero se puede entender que quienes hoy son sacerdotes no pueden casarse mañana.

En estos últimos diez años, la Iglesia Católica está atravesando su peor crisis vocacional, que el papa Benedicto XVI atribuye al “relativismo” que ha impuesto en el mundo nuevas formas de vida, y, en consecuencia, ha disminuido el interés de los jóvenes por la vida consagrada. Los escándalos de pedofilia cometidos por algunos religiosos y su encubrimiento por otros altos cargos del Vaticano, como el caso del cardenal Bernard Law, de Boston, han contribuido al desprestigio de la jerarquía. Esta situación llevó a Francisco a establecer “tolerancia cero” para aquellos abusadores. El caso del excura de Limpio Silvestre Olmedo, acusado de supuesto manoseo a una joven de la Pastoral Juvenil, y la minimización del acto por parte del arzobispo de Asunción, quien, apabullado por las críticas, tuvo que pedir perdón, sirvieron igualmente para que muchos católicos y no católicos se plantearan el levantamiento del celibato para no seguir escandalizando a la grey.

Ahora que se ha abierto este debate sobre el celibato es importante acompañar la idea del Papa para que en un futuro cercano accedan al orden sagrado los “viri probati” o casados de probada fidelidad. Aquí en Paraguay tampoco es resistida la propuesta del Pontífice. Referentes de movimientos laicos también se manifestaron a favor de la ordenación de los casados. Otros, con estudios teológicos, igualmente aprueban la idea, como el exsacerdote Juan María Carrón, quien calificó de “estupenda” la idea y hasta aseguró que los casados “pueden ser mejores sacerdotes que los célibes”. En los mismos términos se manifestó el obispo emérito de San Juan Bautista, Mons. Mario Melanio Medina, quien es partidario de ordenar a los “casados de buena vida” e incluso aventuró que algún día se debería recuperar a los curas retirados.

El celibato sacerdotal es, sin duda, uno de los pilares de la Iglesia Católica, pero la escasez de sacerdotes está haciendo que el Vaticano lo replantee. El mismo papa Francisco confirma que “no es un dogma de fe”.

Es una norma obligatoria establecida por el Concilio de Letrán en el siglo XII; en el siglo XX, el Concilio Vaticano II aclaró que no es un requisito que provenga de la misma naturaleza del sacerdocio. El Vaticano cree que sus religiosos no deben casarse, de acuerdo a ciertos pasajes de la Biblia porque el sacerdote actúa “in persona Christi” (en la persona de Cristo) y, por lo tanto, debe ser célibe, como el hijo de Dios. En este sentido es considerada una gracia consagrarse célibe, pero, como la carne es débil y la función sexual forma parte del ser humano, y muchas veces traiciona, se llega a los escándalos. El ejemplo está a la vista: la mayoría de quienes han colgado la sotana lo han hecho porque no pudieron sobrellevar la abstinencia sexual.

Se calcula que en las décadas de 1970 a 1990 alrededor de cien mil sacerdotes pidieron la dispensa en todo el mundo. Actualmente, la Iglesia Católica tiene un poco más de 410.000 sacerdotes para una población mundial en incontenible aumento.

Las confesiones católicas orientales que están en comunión con la Iglesia Católica Romana tienen sacerdotes casados. Incluso algunos pastores evangélicos y anglicanos casados fueron admitidos por Roma en clara muestra de apertura, y de que el celibato no es un requisito absoluto para ser cura.

En caso de ir avanzando hacia esta aceptación, como entidad de bienes y derechos, seguro la institución deberá debatir cómo incorporarlos, cómo mantener a su familia o los bienes que puedan adquirir. Los consejos parroquiales que actualmente dan un sueldo a los párrocos deberán ser potenciados, y, en los casos de escándalos, que es la preocupación de la alta jerarquía, se deberá proceder de la misma forma en que se sanciona actualmente a los infractores, o sea, con el retiro de ministerio, que es la prohibición de presidir los sacramentos.

Acostumbrado a romper los esquemas, el pasado 11 de noviembre, con motivo del Año de la Misericordia, el Pontífice argentino visitó en Roma a varios exsacerdotes que prefirieron formar una familia. En Paraguay, autorizó la ordenación de un viudo. Se trata del presbítero Manuel Fariña, que trabajó por muchos años con el entonces cardenal Jorge Bergoglio en Buenos Aires.

Todas estas actuaciones, los ejemplos bíblicos, la escasez vocacional y la incorporación ya de algunos casados al sacerdocio, son pasos fundamentales que se dan para que algún día la Iglesia Católica imparta el orden sagrado del presbiterado a quienes contrajeron matrimonio.

Los diáconos permanentes que son casados deberían ser los primeros, hasta llegar un día en que se tenga una congregación u orden para los que estudien ser sacerdotes con la posibilidad de casarse, sin que esto implique la abolición del celibato para aquellos que lo consideran fundamental para una consagración total.

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