Afrentosa alianza política

La negociación secreta entre el sector liberal liderado por su actual presidente, Efraín Alegre, y el conglomerado Frente Guasu, de Fernando Lugo, dio por resultado la conformación de una alianza electoral entre ambos, aportando este último sector el candidato a vicepresidente de la República que integrará la fórmula presidencial junto con el candidato que resulte electo en los comicios internos del PLRA, en diciembre próximo. Da mucha pena observar cómo el apetito inmoderado de llegar a la cumbre como sea puede llevar a muchos políticos, que hasta ahora eran poco menos que enemigos acérrimos irreconciliables, a meter bajo la alfombra sus insultos, agravios y descalificaciones recíprocos, con el único fin de unir sus electorados. Nada de coincidencias ideológicas ni programáticas, nada de un trato previo armonioso entre las partes, sino todo lo contrario: solo les interesa el resultado que, a juzgar por la experiencia, ocasionará, otra vez, más daños al golpeado Paraguay. En estas condiciones, solo puede presagiarse una bolsa de gatos que, de conseguir llegar al Gobierno, se despedazarán en una encarnizada lucha por las mejores tajadas de la torta del poder.

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La negociación secreta –o confidencial, como se prefiera llamarla– entre el sector liberal liderado por su actual presidente, Efraín Alegre, y el conglomerado Frente Guasu, de Fernando Lugo, dio por resultado la conformación de una alianza electoral entre ambos, aportando este último sector el candidato a vicepresidente de la República que integrará la fórmula presidencial junto con el candidato que resulte electo en los comicios internos del PLRA, en diciembre próximo.

No solo nuestro diario sino la nación entera ha venido reclamando una oposición política fuerte, que sirva como arma eficaz para combatir los abusos de quienes se hicieron con el poder de turno. Por eso, da mucha pena observar cómo el apetito inmoderado de llegar a la cumbre como sea puede llevar a muchos políticos, que hasta ahora eran poco menos que enemigos acérrimos irreconciliables, a meter bajo la alfombra sus insultos, agravios y descalificaciones recíprocos, con el único fin de unir sus electorados. Nada de coincidencias ideológicas ni programáticas, nada de un trato previo armonioso entre las partes, sino todo lo contrario: solo les interesa el resultado que, a juzgar por la experiencia, ocasionará, otra vez, más daños al golpeado Paraguay.

En efecto, no se puede ganar legítimamente el derecho a gobernar un país haciéndose los tontos. No se puede llegar a formar un gobierno pretendidamente democrático y moralmente saludable con esta clase de pactos hipócritas, en que los competidores juntan sus fuerzas con el objetivo exclusivo de ganar una elección nacional, a sabiendas de que después, apenas acabado el escrutinio final, retornarán a sus deslealtades recíprocas, zancadillas y traiciones.

¿Acaso alguien olvidó cuando Fernando Lugo, apenas asumió como presidente de la República en 2008, ya comenzó a ningunear a quien lo acompañó como vicepresidente, el liberal Federico Franco, sometiéndole a veces a humillaciones públicas? ¿Recuerda alguien cuando el exobispo despidió intempestivamente a sus ministros Efraín Alegre y Rafael Filizzola acusándoles de aprovecharse de sus cargos para realizar sus respectivas campañas electorales? Y recuérdense las amargas quejas por ese maltrato de quien hoy es precandidato liberal a presidente, y quien acepta a un candidato que Lugo le impone como acompañante.

Y lo que ocurrió después: ¿Cómo no recordar que la destitución de Lugo fue políticamente posible gracias al voto de la gran mayoría de los legisladores liberales? ¿Ya se borró de la mente que estos fueron tildados de “golpistas” por Lugo y sus seguidores durante estos últimos seis años?

En estas denigrantes condiciones, ¿cómo es posible que unos y otros crean que pueden conservar su apariencia de dignidad frente a la opinión pública si ante la primera oportunidad de compartir un gran zoquete ya están dándose otra vez abrazos, como si nada hubiese pasado? ¿A quiénes podrían convencer mostrándose falsamente magnánimos, hablando de “olvidar el pasado”, sin demostrar un mínimo de estima por sí mismos ni la firme determinación de hacerse respetar? Es lamentable y deprimente para el futuro de nuestro país.

La ciudadanía que asiste al triste espectáculo que dan estos políticos éticamente averiados no sabe cómo conciliar los abrazos entre liberales y luguistas que está viendo hoy con aquellas mil veces reiteradas expresiones de aversión mutua que se prodigaban Lugo y sus seguidores, y Efraín Alegre y los suyos. De hecho, el único sector liberal que comulga con el Frente Guasu y su líder es el que sigue a Blas Llano, al que, a su vez, el oficialismo liberal presidido por Alegre repele rabiosamente. Lugo y Llano, además, construyeron recientemente una granítica confabulación con el sector colorado de Horacio Cartes para intentar violentar la Constitución y hacer aprobar la reelección presidencial vía enmienda legislativa, proyecto al que se opuso rotundamente el sector liberal de Alegre, e inclusive este resultó herido con balines de goma en las escaramuzas que se produjeron a raíz de esa intentona inconstitucional. ¿Cómo congeniarán ahora todas estas graves discrepancias para intentar ganar el favor de los electores?

Como, a principios de este año, Lugo y su séquito estaban confiados en que en la interna liberal triunfaría el movimiento liderado por su aliado Llano, se lanzaron abiertamente a despotricar contra Alegre y sus seguidores. Lo hicieron descaradamente así hasta el último momento. Recuérdese que el 25 de febrero pasado se realizaron las elecciones internas del PLRA y que el 4 de ese mes, en un mitin conjunto de luguistas y llanistas realizado en la localidad de Edelira (Itapúa), Fernando Lugo descargó su artillería verbal contra Efraín Alegre. Anunció que en las elecciones liberales se encararían “dos modelos de hacer política, dos modelos de hacer democracia y dos modelos del PLRA; con la gente, o verticalmente desde arriba, imponiendo criterios muchas veces egoístas para unos pocos”. De modo que, según la interpretación que hizo el líder del Frente Guasu, su socio Llano era el que estaba “con la gente” y su adversario Alegre era el que manipulaba “desde arriba”. Pero Lugo sufrió otra derrota y otra desilusión, porque en las elecciones internas del PLRA perdió su “caballo”. Y, como es habitual en él, cambió otra vez de actitud, acercándose ahora al sector efrainista para intentar asaltar el poder.

El 28 de junio último, Blas Llano todavía declaraba ante la prensa que “Yo creo que se apresuró Efraín Alegre cuando dijo que Fernando Lugo le llamó, cuando en realidad fue a través de Wagner a Lugo y pasó a Efraín”. Y agregó algo contundente, que (él creía que) “Fernando Lugo prefiere acercarse al Partido Colorado antes que al PLRA”.

Esta es la triste realidad entre los nuevos compañeros de ruta. En este confuso manoseo de nombres y chismes se nota claramente cómo se “conversa” entre estos personajes, cuál es su estilo de negociación. Hace tan solamente una semana se le preguntaba a Lugo qué noticias había de una posible alianza con el PLRA, a lo que respondió que “hace rato que no hablamos con ellos”. Y ahora son de nuevo aliados.

Es una absoluta falta de respeto a la ciudadanía presentarse como alternativas para conducir los destinos del país, si ni siquiera se respetan a sí mismos. En estas condiciones, solo puede presagiarse una bolsa de gatos que, de conseguir llegar al Gobierno de la República, se despedazarán en una encarnizada lucha por las mejores tajadas de la torta del poder.

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