Agilizar la relación entre Encarnación y Posadas

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A primeras horas de la mañana del domingo último, la cola formada por los buses y automóviles que aguardaban en Posadas cruzar el puente que la une con Encarnación llegaba a nada menos que tres kilómetros. Luego de una larga espera y de haber agotado los trámites ante las autoridades migratorias del país vecino, sus ocupantes tuvieron que someterse a los mismos controles en el lado paraguayo, ante las casillas de nuestra Dirección General de Migraciones. A esta altura de los avances tecnológicos, constituye una vergonzosa aberración someter a viajeros que desean pasar de la orilla de un río a la otra a un doble procedimiento que entorpece innecesariamente la relación bilateral entre las dos ciudades. Los trámites burocráticos fronterizos van a contramano con la integración regional.

A primeras horas de la mañana del domingo último, la cola formada por los buses y automóviles que aguardaban en Posadas cruzar el puente que la une con Encarnación llegaba a nada menos que tres kilómetros. Luego de una larga espera y de haber agotado los trámites ante las autoridades migratorias del país vecino, sus ocupantes tuvieron que someterse a los mismos controles en el lado paraguayo, ante las casillas de nuestra Dirección General de Migraciones (DGM). Recién tras horas de incomodidades, los pasajeros y automovilistas pudieron aprovechar las ventajas comerciales que les ofrecía la capital de Itapúa, tan atractivas que hasta recibe visitantes de ciudades alejadas de la frontera, muchos de los cuales vienen acompañados por sus hijos menores.

A esta altura de los avances tecnológicos, constituye una vergonzosa aberración someter a viajeros que desean pasar de la orilla de un río a la otra a un doble procedimiento que entorpece innecesariamente la relación bilateral entre las dos ciudades.

Entre ellas el tránsito debe ser tan fluido como el que existe entre Ciudad del Este y Foz de Yguazú, en beneficio de los turistas y el comercio de ambos lados de la frontera. Para eso, basta aplicar el convenio del Mercosur suscrito en noviembre de 2001 en Montevideo, que establece que Posadas será la cabecera única del control integrado del tránsito vecinal y turístico. No hay motivo para no dar cumplimiento a ese acuerdo tan razonable, que ya se está aplicando en el caso de los pasajeros del tren Encarnación-Posadas, que circula desde enero del año pasado y transporta un promedio de entre seis mil y siete mil pasajeros diarios. Inexplicablemente, no rige para quienes quieren cruzar la frontera en sus propios vehículos.

No tiene ningún sentido que este irritante sistema se siga manteniendo. La duplicación del control genera costos adicionales a la DGM, que está destinando sus recursos humanos y materiales a un control del todo innecesario. Si de seguridad se trata y no se confía en que las autoridades argentinas impidan que algún prófugo ingrese en nuestro territorio, este podría recurrir simplemente al servicio ferroviario. Si bien la Policía Nacional tiene atribuciones para realizar su propio control dentro de nuestras fronteras, quedó demostrado en los últimos tiempos –con el descubrimiento en nuestro territorio de famosos prófugos argentinos y brasileños– que los delincuentes no precisan utilizar sus documentos originales ni los canales de tránsito habituales para eludir los controles fronterizos.

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Por otra parte, se plantea la cuestión más general de que las ciudades fronterizas constituyen de hecho, por sí mismas, un área económica de notable integración, que requiere solo las intervenciones estatales indispensables para prevenir el contrabando y las transferencias ilícitas de dinero. Las personas deben poder circular entre ellas con la mayor libertad posible. Si para pasar la avenida que divide a Pedro Juan Caballero de Ponta Porã, o viceversa, no hace falta realizar ningún trámite ante las autoridades de Migraciones de ninguno de los dos países, no tiene sentido que el tránsito vecinal y turístico entre Encarnación y Posadas sea tan entorpecido por la burocracia.

La libre circulación de las personas tiene mucho que ver con el espíritu del Tratado del Mercosur. Los gobernadores de Itapúa y Misiones –Luis Gneiting y Hugo Passalacqua– deben instar a sus respectivos Gobiernos a que se levanten las trabas a la circulación entre ambas capitales regionales. En interés de su comunidad, también el intendente encarnaceno, Luis Yd, está moralmente obligado a reclamar al Poder Ejecutivo que dé cumplimiento al convenio del Mercosur antes mencionado.

Por cierto, más que la falta de control, la corrupción y la ineficiencia de las fuerzas de seguridad son las que dan vía libre al tráfico de drogas y la circulación de delincuentes, a través, incluso, del puente San Roque González de Santa Cruz. De hecho, el doble control no rige para el crimen organizado, de modo que solo importuna a las personas decentes que quieren efectuar compras o simplemente pasear en una ciudad u otra.

Los trámites burocráticos fronterizos van a contramano con la integración regional, y resultan aún más irracionales si contradicen un convenio internacional que busca flexibilizar el intercambio entre dos ciudades vecinas y hermanas. Se le debe poner fin a tan absurda situación.