Angustiosa falta de formación

Miembros del sector privado del Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI) hablaron con el presidente electo de la República para planificar la formación de un grupo público-privado que encare la reforma integral de la educación. Es de esperar que la elogiable iniciativa no se agote en las buenas intenciones y que, efectivamente, se inicie un proceso de cambio que sirva para promover el desarrollo mediante el conocimiento. La angustiosa falta de formación se evidencia por doquier. Para que nuestro país pueda librarse de ella, es imprescindible y urgente que los ciudadanos en general y los gobernantes en particular se persuadan de cuán importante es ser capaz de realizar un buen trabajo gracias a las enseñanzas impartidas en los centros educativos.

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Miembros del sector privado del Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI) hablaron con el presidente electo de la República para planificar la formación de un grupo público-privado que encare la reforma integral de la educación. Ella debe convertirse en una cruzada nacional, según el arquitecto Víctor González Acosta, para lograr una “educación basada en tecnología”. Es de esperar que la elogiable iniciativa no se agote en las buenas intenciones y que, efectivamente, se inicie un proceso de cambio que sirva para promover el desarrollo mediante el conocimiento.

Hay que romper el círculo vicioso que implica el hecho de que la ignorancia sea a la vez causa y efecto de la pobreza, poniendo la educación en el centro del interés público. La sociedad debe convencerse de que, en el mundo globalizado, el saber es una “materia prima” imprescindible para la prosperidad individual y colectiva. El Paraguay requiere profesionales competentes y mano de obra calificada, porque los recursos humanos, al fin y al cabo, son más importantes que los hidroeléctricos o las obras de infraestructura.

En la década de 1950, Corea del Sur era un país muy pobre; si hoy figura entre los más ricos, aunque carezca de petróleo o de productos alimenticios exportables, es porque a lo largo de las décadas ha montado un sistema educativo ejemplar, que le ha permitido estar en los primeros lugares en lo que hace a las tecnologías de la información y la comunicación. El atraso no es una condena eterna, sino que puede ser superado dotando a sucesivas generaciones, mediante un esfuerzo sistemático, de las aptitudes requeridas para elevar el nivel de vida de la población. Es lo que en nuestro país no se ha hecho en los últimos setenta años, con el resultado de que son muchísimos los compatriotas incapaces de realizar un trabajo útil para sí mismos y para la comunidad.

Quienes venden baratijas o frutas en las esquinas de Asunción tratando de ganarse unos mendrugos, disimulando así su desocupación, no hallan un empleo seguro porque carecen en absoluto de las aptitudes requeridas en el mercado laboral. La bajísima productividad de los labriegos es atribuible a que no se les ha enseñado nada, razón por la cual recurren a métodos de cultivo arcaicos, heredados de sus padres y abuelos. Que la ignorancia está muy extendida, porque la educación ha sido despreciada durante largas décadas, también se nota en la pésima preparación intelectual de la llamada clase política: es bastante generoso calificar de mediocre a la gran mayoría de los legisladores.

La angustiosa falta de formación se evidencia por doquier. Sería ocioso multiplicar los ejemplos de incompetencia, atribuibles no necesariamente a la falta de entendimiento, sino a la miseria educativa. Para que nuestro país pueda librarse de ella, es imprescindible y urgente que los ciudadanos en general y los gobernantes en particular se persuadan de cuán importante es ser capaz de realizar un buen trabajo gracias a las enseñanzas impartidas en los centros educativos.

En 1992, los convencionales constituyentes dispusieron que los recursos presupuestarios destinados a la educación no sean inferiores al 20% del total asignado a la Administración Central, excluidos los préstamos y donaciones. Esta norma ha sido respetada desde entonces, pero la catastrófica situación no ha mejorado, porque la elefantiásica burocracia del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) se queda con gran parte del dinero o porque se roba a mansalva. De nada sirve, por lo demás, que los recursos del Fonacide sean transferidos a los Gobiernos departamentales y municipales para obras de infraestructura educativa si ellos son devorados por la corrupción.

El presupuesto del MEC podrá llegar hasta el 7% del Producto Interno Bruto, como sugiere la Unesco, pero se continuará teniendo bajo la bota a la educación mientras se crea que los docentes pueden ser movilizados para actos políticos de apoyo a los candidatos del Gobierno, incluso en unas elecciones internas del partido oficialista. Como ellos advierten que para escalar posiciones basta con tener los contactos políticos adecuados, no creen necesario capacitarse en el servicio, por lo que seguirán reclamando que los formales exámenes de evaluación sean menos rigurosos.

Según datos del Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (Snape), solo el 8% de los alumnos del tercer grado y el 6% de los del tercer curso llegan a la comprensión intertextual. Si hay tantos niños y jóvenes “alfabetizados” que no comprenden lo que leen, es causa de la pésima formación docente, que no puede ser compensada por la enseñanza que impartan los padres, a su vez víctimas de un sistema educativo primitivo.

Hay que formar buenos maestros y combatir a la vez la deserción escolar, que en el caso de la educación media llega a nada menos que el 59%. Es preciso que los estudiantes secundarios culminen sus estudios y que estén bien formados, es decir, que tengan los conocimientos y habilidades requeridos en el mercado laboral. Un “bachiller humanístico” que no ingresa en una universidad no tiene nada que ofrecer cuando busca un empleo, por lo que es preciso reforzar los colegios técnicos para que egresen jóvenes que puedan ejercer un oficio cuanto antes.

En cuanto a las universidades, el Consejo Nacional de Educación Superior (Conaes) y la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes) deben ser muy rigurosos, respectivamente, a la hora de dictaminar sobre la creación de nuevas universidades y de juzgar el desempeño de las ya existentes. Es inadmisible sacrificar la calidad de la enseñanza a la masificación. También aquí hay que tratar de satisfacer las demandas del mercado laboral, alentando las carreras técnicas: en 2015, el entonces ministro de Hacienda, Santiago Peña, anunció que el Gobierno contrataría a cien ingenieros españoles para que trabajen en empresas privadas ligadas al MOPC, ante la falta de profesionales paraguayos.

La Carta Magna dice que la erradicación del analfabetismo y la capacitación para el trabajo son objetivos permanentes del sistema educativo. Es necesario, pues, alfabetizar en serio, lo que implica la comprensión lectora, y poner a los educandos en condiciones de ganarse el pan con dignidad. El caso es que los resultados de una eventual mejora en este asunto de capital importancia para el desarrollo no serán inmediatos, ni mucho menos. Por eso, la sociedad civil organizada y los padres, miembros de la comunidad educativa, deben tomar por bandera la educación para que las generaciones venideras puedan vivir en un Paraguay en el que se haya logrado un mejor nivel de vida mediante la difusión del conocimiento.

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