Asunción en pedazos

El nuevo intendente de Asunción, Mario Ferreiro, recibe hoy una ciudad hecha pedazos. En estos últimos cinco años bajo la administración del intendente Arnaldo Samaniego, todos los servicios públicos fundamentales que una municipalidad debe prestar padecieron de grave ineficiencia de gestión, por postergación deliberada del cumplimiento de sus obligaciones y por abierta indiferencia hacia los problemas más críticos. Hoy en día la capital paraguaya está peor de lo que estaba al momento de asumir Samaniego un lustro atrás, momento en que ya estaba en pésimas condiciones, debido al arrastre de males, vicios y deficiencias de malas gestiones de intendentes anteriores. Hay mucho por hacer, mucho por investigar, mucho por juzgar y penalizar. Ferreiro podrá dejar su nombre inscripto en la historia de la ciudad solo si logra superar el partidismo, el “chonguismo electoralista” y la ineficiencia crónica de su aparato administrativo. Además de manifestar intransigencia con el desorden, la venalidad y la ineptitud, tendrá que invertir, resolver, construir y ordenar. No es poco trabajo, pero está a su alcance realizarlo con éxito recomponiendo los múltiples pedazos rotos de nuestra ciudad capital.

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El nuevo intendente de Asunción para el período 2015-2020, Mario Ferreiro, recibe hoy una ciudad hecha pedazos. En estos últimos cinco años bajo la administración del intendente Arnaldo Samaniego, todos los servicios públicos fundamentales que una municipalidad debe prestar padecieron de grave ineficiencia de gestión, por postergación deliberada del cumplimiento de sus obligaciones y por abierta indiferencia hacia los problemas más críticos.

Hoy en día, la capital paraguaya está peor de lo que estaba al momento de asumir Samaniego un lustro atrás, momento en que ya estaba en pésimas condiciones, debido al arrastre de males, vicios y deficiencias de malas gestiones de intendentes anteriores.

El inverosímil incremento de casi mil por ciento de la cantidad de funcionarios y contratados que reciben remuneraciones de la Municipalidad de la Capital desde que el cargo de intendente se volvió electivo, en 1990, es la consecuencia directa de las campañas electorales populistas, de las “deudas” que el intendente va dejando a lo largo de su carrera electoral y que, tan pronto asume, le son reclamadas por cada quien y con la premura correspondiente.

Estas facturas que le arrojan sobre el escritorio al intendente electo tienen que ser satisfechas de muy diversas maneras. La más común y frecuente son los nombramientos de nuevos funcionarios y contratados, que pasan a engrosar las planillas como retribución a su cooperación en la campaña electoral. También el intendente electo tiene que conceder un cupo de “nombramientos” para los concejales “afines”, que, a su vez, poseen facturas que abonar.

Luego vienen las otras modalidades de “devolución de favores”, como el facilitamiento de vías “especiales” para ganar licitaciones y concursos de precios, y ser elegidos con prioridad para adquisiciones directas; igual para gestiones que implican privilegios exclusivos, las que exoneran de inspección y sanciones, las que usan manga ancha para obras no permitidas por los reglamentos, las que hacen la vista gorda con las violaciones de reglas de construcción, de seguridad contra incendios, de sanidad y seguridad públicas, etc., etc., etc.

Además, debe convivir armónicamente con los sindicalistas (casi todos ellos pequeños autócratas eternizados en los cargos, venales, oportunistas, maniobreros e inamovibles); debe transar con transportistas influyentes y sinvergüenzas, taxistas abusivos y prepotentes, comerciantes informales agavillados y agresivos, marginales con muchas ínfulas y siempre impunes; en fin, con un sinfín de parásitos que merodean por la ciudad a la búsqueda de ocasiones para obtener prebendas. Con todo este cúmulo de desventajas se topetarán Mario Ferreiro, su equipo de trabajo y sus asesores técnicos.

Por lo demás, desde el punto de vista estrictamente urbanístico, Asunción está hecha pedazos. Recientemente, un sondeo de opinión realizado por nuestro diario a fin de conocer cuáles son considerados los principales problemas de esta ciudad, arrojó como resultado que casi la mitad de los consultados señaló el tránsito caótico como el más grave; en segundo lugar quedó el pésimo estado de los pavimentos, en referencia a los consabidos baches.

Si consultas similares se realizaran en barrios más alejados del centro urbano, seguramente saltarían a los primeros lugares el problema de la basura acumulada y los minivertederos formados en veredas, calles y cursos de agua. Se haría notar el pésimo trabajo de la Dirección General de Gestión Ambiental en el cuidado de parques, jardines, paseos y veredas en una ciudad que pretende ser conocida como la “capital verde”.

Además de esto, hay que contabilizar la ausencia permanente de autoridades comunales en las calles. Centenares de policías de tránsito se concentran en zonas estrechas. De inspectores en locales de concurrencia pública, ni qué hablar; solo van para coimear a los propietarios. Durante la noche, Asunción carece de autoridad y, por tanto, funciona sin ley ni orden. Cada quien hace lo que se le antoja en el tránsito, en lugares de concurrencia, en los espacios públicos, estaciona su vehículo donde sea o eleva los decibeles de su música hasta el punto que le plazca; o bien arroja desechos, los incinera o los esparce; pinta paredes, pega carteles, cuelga pasacalles, clausura entradas particulares. Es decir, en la noche asuncena reina la ley de la selva. Nadie tiene dónde ni a quién reclamar.

La Defensoría Vecinal es un engendro inventado para dar cargos y sueldo fácil a haraganes amigos de los concejales. Los centros telefónicos municipales creados para recibir quejas son, por supuesto, otra farsa más. Y si el problema del que hay que quejarse sucede de noche o en fin de semana, al ciudadano solamente le queda rezar a algún santo o enviar alguna promesa. Esta es la real situación. Así se vive en la Asunción que Mario Ferreiro va a tomar hoy bajo su mando.

El exintendente Samaniego tiene que rendir cuentas. Durante su gestión, ni los semáforos funcionaron. Los que instaló (con ayuda coreana) un poco antes de las elecciones, no le sirvieron ni como anzuelo publicitario.

El inepto exintendente recibió la mayor cantidad de recursos económicos que la Municipalidad de Asunción recibió en la historia, mucho más que ningún otro intendente anterior: en los últimos cinco años tuvo un ingreso de 3.608.263.858.703 guaraníes (tres billones 608.263 millones 858.703 guaraníes), equivalente a unos ¡620 millones de dólares!, para emplearlos en el desarrollo de la ciudad. ¿Qué hizo con ellos? ¿Dónde se invirtieron? ¿Cuáles son los resultados? Porque a simple vista no se ve nada que pueda justificar semejante cantidad de dinero.

Ferreiro les debe esta investigación a sus conciudadanos. Ninguno de los que se hicieron multimillonarios en la Municipalidad a costa de lo que no se hizo en la ciudad debería poder volver a su casa silbando alegremente a disfrutar de su fortuna mal habida.

Hay mucho por hacer, mucho por investigar, mucho por juzgar y penalizar.

Ferreiro podrá dejar su nombre inscripto en la historia de la ciudad solo si logra superar el partidismo, el “chonguismo electoralista” y la ineficiencia crónica de su aparato administrativo. Además de manifestar intransigencia con el desorden, la venalidad y la ineptitud, tendrá que invertir, resolver, construir y ordenar. No es poco trabajo, pero está a su alcance realizarlo con éxito recomponiendo los múltiples pedazos rotos de nuestra ciudad capital.

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