Burocracia parasitaria impide educación de calidad

Cada día aparecen dramáticas evidencias de que la educación en nuestro país es el furgón de cola en la preocupación de las autoridades. Ahora surge la información del estudio del presupuesto para el 2017, que en “bonificaciones” para el personal público se gastarán unos 85 millones de dólares, mientras que para la reparación de entre 900 y 1.000 escuelas están presupuestados unos 70 millones de dólares. La Constitución dispone que los recursos asignados en el Presupuesto nacional a la educación no serán inferiores al 20% del total asignado a la Administración Central. Si bien la citada norma ha sido respetada, el estado de nuestra educación pública sigue siendo vergonzoso. Es que no se trata solo de una cuestión de dinero, sino de la adecuada asignación de los fondos dentro del Ministerio respectivo, y de la mayor o menor honestidad de sus administradores. Mientras exista una administración inescrupulosa, superpoblada e ineficiente, al servicio de la voracidad de los politicastros de todo pelaje, los más bellos documentos que se redacten acerca de los contenidos de la educación serán meros ejercicios teóricos, absolutamente inútiles.

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Cada día aparecen dramáticas evidencias de que la educación en nuestro país es el furgón de cola en la preocupación de las autoridades. Ahora surge la información del estudio del presupuesto para el 2017, que en “bonificaciones” para el personal público se gastarán unos 85 millones de dólares, mientras que para la reparación de entre 900 y 1.000 escuelas están presupuestados unos 70 millones de dólares.

El art. 85 de la Constitución dispone que “los recursos destinados a la educación en el Presupuesto General de la Nación no serán inferiores al 20% del total asignado a la Administración Central, excluidos los préstamos y las donaciones”. Si bien la citada norma constitucional ha sido respetada en los últimos veintitrés años, el estado de nuestra educación pública sigue siendo vergonzoso. Es que no se trata solo de una cuestión de dinero, sino de la adecuada asignación de los fondos dentro del Ministerio respectivo y, naturalmente, de la mayor o menor honestidad de sus administradores. De poco o nada servirá que se siga el consejo de la Unesco a los países en vías de desarrollo, en el sentido de invertir en educación por lo menos el 7% del Producto Interno Bruto, si es que los recursos van a ser derrochados, sustraídos, desperdiciados o destinados a la manutención de funcionarios superfluos.

Es lo que ha venido ocurriendo en el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), como en todo el aparato estatal, sin que los miembros de la comunidad educativa –padres, alumnos y docentes– hayan protestado con el vigor suficiente contra el escandaloso desmanejo, que tanto conspira contra el futuro de los educandos y, en consecuencia, contra el propio país. No vale la pena recordar a los legisladores, cuyo acostumbrado silencio es atribuible a que tienen otras prioridades, como la de instalar a sus recomendados en el Presupuesto ministerial, para lo cual hay que crear las dependencias correspondientes: el MEC ha llegado a tener nada menos que 140 Direcciones para ubicar a una clientela política ávida de vivir a costa de los contribuyentes.

Es obvio que la burocracia ministerial, en gran medida parasitaria, está en relación inversamente proporcional con la calidad del sistema educativo, pues el dinero que consume es una resta a lo que debe destinarse a la construcción y el equipamiento de aulas, así como para la capacitación docente, entre otras necesidades tan urgentes. Un examen especial de la Contraloría General de la República acaba de evidenciar el tremendo desorden administrativo con relación al inventario: no se controla el movimiento de bienes en los depósitos, tanto que los responsables ignoraban que ya habían sido distribuidas computadoras adquiridas en los años 2011, 2012 y 2013, por un valor total de más de 92.500 millones de guaraníes, mientras que seguían almacenados 688 notebooks y 45 motocicletas, entre otros bienes comprados en ejercicios anteriores por un valor total de más de 1.300 millones de guaraníes.

Mientras exista una administración inescrupulosa, superpoblada e ineficiente, al servicio de la voracidad de los politicastros, los más bellos documentos que se redacten acerca de los contenidos de la educación serán meros ejercicios teóricos, absolutamente inútiles.

La tan mentada reforma educativa debe ser precedida o al menos acompañada por la indispensable reforma administrativa, la que implica arrancar al MEC de las garras de los vividores de todo pelaje. Por eso es tan importante que de una vez por todas sea sancionada la primera carta orgánica del MEC, que apunta a erradicar la discrecionalidad en el uso de los fondos públicos y a regular el funcionamiento interno de ese organismo. Su ordenamiento institucional, que es una condición sine qua non del mejoramiento del sistema educativo, ha venido siendo postergado por quienes sacan provecho de sus desmanejos, y prácticamente ignorado por quienes prefieren ocuparse más bien de los contenidos de la educación.

Ciertamente, no toda la culpa de la catástrofe es atribuible al MEC, pues hasta hace muy poco, los paraguayos no hemos sido en absoluto exigentes con quienes tienen en sus manos el provenir de nuestros hijos, acaso porque muchos creen que en este país no hace falta tener buena preparación para conseguir un envidiable nivel de vida, sino procurarse un padrino para acceder a los cargos y otras ventajas.

Es necesario, pues, darle a la educación el valor que tiene y exigir que los fondos públicos invertidos en ella sean optimizados. Por supuesto, no bastará con sancionar la carta orgánica del MEC, pues es bien conocida la enorme distancia que existe entre la legislación y la realidad, por lo que los padres y las madres de los estudiantes habrán de estar muy atentos al fiel cumplimiento de las normas que rijan el manejo interno de la institución. El MEC no se depurará a sí mismo; es preciso controlarlo reclamando el castigo de los inescrupulosos y de los inútiles que allí medran en perjuicio de las nuevas generaciones.

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