El año pasado, las autoridades paraguayas y brasileñas de la usina hidroeléctrica binacional de Itaipú destacaron el récord mundial de producción anual de dicha central comparada con otras similares del mundo, incluida la de Tres Gargantas, en China. Los brasileños lo hicieron con sobrada razón, pues de los 103.098.366 megavatios/hora (MWh) generados por la represa durante el año 2016, ellos se beneficiaron con casi el 90 por ciento de esa cantidad, en tanto que Paraguay, propietario de la mitad de ese total, consumió cerca del 11 por ciento.
En aquella oportunidad, nuestro diario entendió muy bien la legítima euforia de las autoridades brasileñas, pero, en contraposición, criticó la servil hipocresía de las autoridades paraguayas –empezando por el director general, James Spalding–, que, para usar una metáfora, haciendo parada con sombrero ajeno, se manifestaron tanto o más eufóricos que sus pares brasileños, en vez de avergonzarse de la ignominiosa explotación de que fue y es víctima nuestro país en el emprendimiento hidroenergético binacional y guardar un discreto silencio diplomático, como correspondía.
A semejanza de lo ocurrido el año pasado, recientemente las autoridades brasileñas volvieron a festejar –otra vez con justificada razón– el récord acumulativo de producción de la usina binacional Itaipú. Esta vez, la sumatoria de la cantidad de electricidad que lleva generada desde que entró en operación hace 33 años. Son 2.500 millones de MWh, cantidad de electricidad suficiente para abastecer al mundo entero durante 40 días. De nuevo, la ironía es que de esa fantástica cantidad de energía que nos pertenece por mitad, apenas el 7,1 por ciento fue aprovechado por nuestro país, cumpliendo el papel del mendigo sentado sobre un barril lleno de oro.
Lo que en verdad indigna es que, al igual que en la anterior ocasión, en esta oportunidad de nuevo fueron las autoridades paraguayas del ente binacional las que llevaron la voz cantante en la celebración de marras, en indignante actitud de servil cinismo. Es difícil de entender la posición sumisa de los funcionarios paraguayos de la binacional, considerando el statu quo de asimetría prevaleciente en la administración, en contra de lo previsto en el Tratado –incluido su preámbulo (el Acta Final de Foz de Yguazú)– y lo que en la práctica acontece en cuanto a la repartición de los beneficios económicos.
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En efecto, en los 33 años que lleva funcionando la central hidroeléctrica binacional, la administración brasileña fue imponiendo medidas administrativas enderezadas a proporcionar al Brasil ventajas adicionales a las ya aseguradas en el Tratado y, consecuentemente, desventajas para nuestro país, en el contexto de una ecuación de suma cero de intereses contrapuestos. Todo con la sugestiva complacencia de los directores y consejeros paraguayos de turno. Servilismo interesado que con el correr del tiempo fue haciendo metástasis en el millar de privilegiados funcionarios connacionales.
Algunos de los ex directores generales paraguayos de Itaipú han tratado de justificar en sus memorias su ineptitud y entreguismo con la falaz y cínica metáfora de la parte del león en la repartija de la presa. En este caso, que sería comprensible que Brasil, el país más poderoso, se quede con mayores ventajas. Esa es la mentira convencional de la que consuetudinariamente se valen los directores generales y consejeros paraguayos en las usinas binacionales. La verdad es que todos fueron y están cooptados por las autoridades brasileñas con sobornos burocráticos encubiertos.
Por ser Itaipú, hasta ahora, el único emprendimiento económico binacional que tiene Brasil con los diez países con los que limita, la diestra mano de Itamaraty está siempre encima de ella. Con su tradicional astucia diplomática, instruye a sus representantes en la entidad binacional para que doren las píldoras que harán tragar a sus pares paraguayos con la finalidad de obtener concesiones administrativas que redunden en beneficio de Brasil y, obviamente, en perjuicio del Paraguay. Así, ha logrado que la electricidad generada en la usina sea clasificada artificialmente en dos categorías: garantizada y no garantizada. Esta última, con precio ínfimo, supuestamente para auxiliar financieramente a la ANDE. Sin embargo, ladinamente, los brasileños se aseguraron de que cada país se llevara esta energía barata (US$ 5 MWh) no por mitad, como correspondería por el Tratado, sino en proporción a la potencia contratada por cada país, con lo que a la postre el Paraguay se beneficia con solo el 10 por ciento de la enorme cantidad de energía no garantizada, que es la generada por encima de la potencia contratada, fijada hasta ahora en 75.170.000 MWh.
Estas medidas administrativas, al igual que varias otras adoptadas con anterioridad, como los abusos financieros y la célebre “deuda espuria” de US$ 4.194,6 millones, fueron convalidadas por las Altas Partes mediante notas reversales, prestamente aprobadas por el Senado paraguayo. En cambio, el Congreso brasileño pasó a las calendas griegas la aprobación de la nota reversal del 21 de diciembre de 1995 convenida por ambos Gobiernos para implementar el estatuto de gestión igualitaria en la binacional. Cosa parecida ha sucedido en cuanto al cumplimiento del Acuerdo Lugo-Lula del 25 de julio de 2009.
Así las cosas, es entendible que el pueblo paraguayo se muestre reacio o indiferente a celebraciones de sus autoridades en Itaipú, donde en los hechos prevalece un monumental contraste. Pero no debe olvidar a quienes consintieron y consienten tan descomunales despojos al país, para pedirles cuentas cuando tengamos jueces firmes, honestos y decididos a cumplir con su misión, como los que ya están apareciendo en varios países de nuestra región.