El sistema educativo continúa danzando al compás del ritmo que imponen los dirigentes políticos. En los últimos días, en vista de que la docente y concejal colorada de Itanará, Anilda Ayala, por mediocre no ganó los concursos realizados para ocupar un cargo de supervisora pedagógica y otro de supervisora administrativa en el municipio de Ypejhú, el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) inventó campantemente para ella el cargo de supervisora administrativa y pedagógica en su propio municipio. Desde allí, la flamante “encargada de despacho”, hasta tanto se llame a concurso, tendría que controlar el desempeño de solo once instituciones educativas, en vez de las treinta que exigen las normativas ministeriales para un cargo de esa naturaleza.
La suerte de “premio consuelo” brindado a la citada política y docente –más política que docente– a costa del bolsillo del contribuyente es atribuida al tráfico de influencias ejercido por la famosa diputada colorada Cristina Villalba, la célebre “madrina” del departamento de Canindeyú. “Eso no le puedo decir”, respondió la directora de Fortalecimiento del MEC, Mirian de Franco, a la pregunta de si la legisladora había presionado para que, especialmente, se cree un “cargo” para que su protegida tenga lo que no pudo obtener compitiendo. No negó que en la “reestructuración” posterior a los concursos en los que ella fracasó, supuestamente para “atender las necesidades de las comunidades de la zona”, el madrinazgo político-partidario haya jugado un papel decisivo. La pregunta no le pareció absurda en absoluto, por la simple razón de que trabaja en un Ministerio en el que es normal que los cargos docentes o administrativos sean la moneda de cambio de la que se valen los mandamases para comprar lealtades y como instrumento de control sobre el plantel educativo.
Esta repugnante práctica, que refuerza la ignorancia y el atraso del pueblo, es de muy larga data. Aunque hoy no se llegue al extremo de que los directores y maestros de escuelas sean de hecho designados por los presidentes de las seccionales coloradas del lugar, tal como ocurría bajo la dictadura de Alfredo Stroessner, el caso referido muestra que la politiquería continúa metiendo sus sucias manos en la educación pública, para provecho de unos sinvergüenzas y perjuicio de quienes aspiran a que la igualdad de oportunidades se haga realidad mediante una enseñanza de calidad para todos.
El MEC traiciona su noble misión cuando, respondiendo a los pedidos de una prepotente legisladora vinculada al poder de turno, violando sus propias normativas crea un cargo para que lo ocupe una dirigente política local.
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Lo ocurrido evidencia una vez más que el Paraguay no podrá superar su miseria educativa simplemente aumentando el presupuesto del MEC, mientras persistan estos manejos del todo incompatibles con el compromiso de dotar a nuestros niños y jóvenes de la educación que les permita prosperar en un mundo competitivo, en el que el saber juega un papel cada vez más relevante. Se entiende que algo así le importe poco o nada a una impresentable diputada de pésima reputación que solo busca alimentar a su clientela a costa del erario, ya que si el electorado de su región estuviera bien educado, Cristina Villalba no tendría la menor chance de conquistar un escaño. Por lo tanto, es obvio que no le conviene que los ciudadanos y las ciudadanas de Canindeyú estén mejor educados ni que sean inmunes a las limosnas arrojadas por ella en vísperas de unos comicios, sino que sigan hundidos en la ignorancia y en la pobreza para que puedan ser comprados con facilidad.
En este mismo contexto, también es comprensible que a la edil Ayala le haya interesado mucho recibir una porción mayor de la torta presupuestaria, tanto que creyó oportuno recurrir a una “recomendación”, tras haber fracasado en su empeño inicial. Ella es una típica representante de quienes tratan de ascender en la función pública recurriendo a los contactos adecuados. Su vocación no es enseñar, sino trepar. Entonces, está claro que el desempeño de los centros educativos que debería supervisar no habrá de mejorar, entre otras cosas porque su misión será movilizar a su clientela en los próximos comicios para devolver a la “madrina” el favor recibido, y, sobre todo, vigilar las actividades políticas de los docentes de la zona a su cargo para informarle. Esto es así porque muchas supervisoras y muchos supervisores, así como directoras y directores continúan realizando en forma oculta pero eficaz el “pyragüereato” al que estaban acostumbrados durante la dictadura, y les era tan útil para permanecer o ascender en sus cargos.
Desde luego, los responsables directos de esta fechoría son quienes decidieron complacer a su promotora. El MEC, empezando por quien lo encabeza, el Dr. Enrique Riera, de ninguna manera debería responder a los designios de la diputada Villalba, sino a los requerimientos de la sociedad y a sus propias normativas.
Este caso nos indica que, lamentablemente, la causa principal del drama del sistema educativo paraguayo radica en que la “clase política” continúa empleándolo para fines perversos. Por lo tanto, si los padres y las madres conscientes, que están preocupados por la educación de sus hijos e hijas, quieren solucionar este problema, a lo largo y ancho del país deben movilizarse con firmeza y perseverancia para exigir se erradiquen definitivamente del sistema educativo todas estas manganetas con las que políticos corruptos contaminan el Ministerio de Educación y que lo han convertido en una cueva de “pyragüés”.