De desengaño en desengaño

La gestión de Mario Ferreiro al frente de la Municipalidad de Asunción comienza a exhibir algunos de los mismos defectos que sus antecesores no quisieron o no supieron revertir. Hay defecciones ya clásicas, como la superposición de funcionarios en las oficinas, el pésimo servicio que recibe el contribuyente en varios conceptos por los que la Comuna le cobra rigurosamente, el desorden en el manejo administrativo, y otras calamidades que, sumadas a la ineficiencia, conforman un paquete terrorífico. A ello se agrega lo infaltable, lo que parece inevitable: la incorporación de nuevos funcionarios y contratados, que llevan a la Municipalidad a contar con casi 7.000 funcionarios. El intendente Ferreiro reconoce haber designado un centenar de nuevos funcionarios, mientras varios que pertenecen a la Municipalidad están comisionados en otras instituciones. Llama la atención que los vicios permanezcan incólumes a través del tiempo, sea quien sea el intendente y represente la línea que fuere, fenómeno que habla de la fortaleza que adquirieron lo irregular y lo defectuoso en nuestra cultura política. Es preciso que los asuncenos y las asuncenas exijan a sus autoridades que cumplan con sus promesas y con sus obligaciones establecidas en las leyes.

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La gestión de Mario Ferreiro al frente de la Municipalidad de Asunción comienza a exhibir algunos de los mismos defectos que sus antecesores no quisieron o no supieron revertir. Hay defecciones ya clásicas, como la superpoblación de funcionarios en las oficinas sin que ello redunde en una mejor atención al contribuyente, sino todo lo contrario; el pésimo servicio que recibe este en varios conceptos por los que la Comuna le cobra rigurosamente; el desorden en el manejo administrativo, y otras calamidades que, sumadas a la ineficiencia, conforman un paquete terrorífico. A ello se agrega lo infaltable, lo que parece inevitable: la incorporación de nuevos funcionarios y contratados, es decir, el engrosamiento de las planillas, que, según la directora de RR. HH. de la Comuna capitalina, Mirtha Frutos, a esta altura eleva la cantidad de funcionarios a 6.970.

El intendente Mario Ferreiro reconoce haber designado un centenar de nuevos funcionarios, a los que deben sumarse contratados recientes, “recontratados”, “botelleros homologados” y algunos otros títulos de los muchos con que se califica a la extensa variedad de personas –en gran parte “planilleras”– prendidas al presupuesto público, en este caso, el de la Municipalidad. Ferreiro menciona también entre los nuevos a sesenta agentes de tránsito que “ingresaron por concurso interno”.

Simultáneamente, una reciente investigación periodística acaba de develar la corruptela que se gesta en al ámbito de la Policía Municipal de Tránsito bajo la jefatura de Óscar Leguizamón, quien ya instaló en la planilla a tres hijos, a su pareja, a la hermana de esta y a otros que privilegia con horarios y tratamientos de favor especiales.

Estos hechos no son más que anécdotas perdidas en medio de un mar de irregularidades similares que van repitiéndose en el tiempo y que parecen inamovibles, ya que las publicaciones no han surtido efecto alguno. Como resultado, el paquidermo que hoy ya es la Municipalidad seguirá engordando con justificaciones de cualquier tipo, como las que hoy esgrime el intendente Ferreiro.

La pregunta que se impone es: ¿por qué la Municipalidad no llama a sus numerosos funcionarios comisionados en otras instituciones públicas, cuyos sueldos paga el contribuyente asunceno, en vez de seguir incorporando gente?

Lo peor es que estas defecciones no son compensadas con conquista alguna para los habitantes de la ciudad. Porque muy pocas cosas funcionan como debieran en la Municipalidad capitalina. Su misma obesidad burocrática la convirtió hace tiempo en una máquina inoperante y carísima de mantener para los contribuyentes asuncenos, que, además de estar al día con los tributos, deben soportar diariamente las consecuencias de su ineficiencia crónica.

Lo que llama la atención, en este caso, es que estos vicios permanezcan incólumes a través del tiempo, sea quien sea el intendente y represente la línea que fuere, fenómeno que habla de la fortaleza que adquirieron lo irregular y lo defectuoso en nuestra cultura política, así como también de la falta de coraje para enderezar lo torcido, debilidad que van exhibiendo, uno a uno, los intendentes y concejales que se suceden en los comicios quinquenales.

Además de los hechos inmorales de pequeña contextura perpetrados diariamente en las oficinas subalternas, en la cúpula municipal se pergeñan arreglos de gran envergadura, como el caso del exasesor legal y actual contralor general Enrique García, favoreciendo a demandantes de la Municipalidad asuncena; o el haberle cedido a una empresa privada el formidable negocio de cobrar por el estacionamiento de automotores en puntos neurálgicos de la ciudad, mediante el cual, calculando “grosso modo”, se espera una recaudación anual del orden de unos catorce millones de dólares, de los cuales la entidad pública percibiría apenas alrededor de un tercio. Para más, la empresa adjudicada con este filón de oro estaba siendo asesorada anteriormente por el exjefe de Gabinete de la propia Intendencia asuncena, Max Rejalaga, lo que, en principio, no permite deducir algo necesariamente ilícito, aunque sí da pie a suposiciones de comisión de tráfico de influencias, cuando menos.

Lo cierto es que una tarea municipal como la de controlar el estacionamiento tarifado, que estaba siendo cumplida, mal o bien, por los agentes municipales de tránsito, ahora quedará a cargo de una empresa privada, que es una transferencia injustificable, porque si se la fundamenta en una supuesta mayor eficiencia en la prestación del servicio, lo que cabe responder es cómo una institución que cuenta con casi 7.000 personas trabajando para ella no puede hacer el mismo trabajo. La tarea de controlar el estacionamiento tarifado ni siquiera requiere personas con capacidades excepcionales, pero sí con honestidad.

Después de revisar estos temas –que no son sino unos pocos de una vasta gama–, la duda que carcome a la ciudadanía paraguaya es esta: si tenemos malos gobernantes y administradores municipales, debe ser también por causa nuestra. Es difícil creer que buenos candidatos electorales se transformen en malos gobernantes por efecto de un pase de magia.

Como ciudadanos, tenemos la obligación de realizar un examen de conciencia para averiguar si la causa de las pésimas elecciones que hacemos es nuestra falta de experiencia cívica, porque no tenemos sentido común para saber escoger a las personas adecuadas, o si la verdad es más dolorosa: que a la mayoría de nosotros no nos importa quiénes sean los que asciendan al poder con tal de que esto nos aproveche de alguna manera, aunque sea lejana e indirectamente.

El anterior intendente, Arnaldo Samaniego, nombró director de Tránsito al secretario general del gremio de taxistas, Arístides Morales, una persona completamente ignorante de la función que se le asignó. Así también devino el previsible fracaso de semejante acto de irresponsabilidad del jefe comunal. Vino Ferreiro, y hubo esperanzas de que se revirtieran estas chambonadas y se pusiera en funciones a personas competentes y expertas en las diversas áreas de problemas. Pero hete aquí que, nuevamente, vaya a saberse por qué motivos, seguimos igual. Ferreiro nombró a otro inepto en la jefatura de Tránsito; sin mencionar todavía a otras áreas.

Mientras la ciudad sea administrada de esta manera, por ineptos, indolentes o simplemente ladrones, poca esperanza tenemos de que mejoren las pésimas condiciones en que se hallan Asunción y otras ciudades que padecen idénticos inconvenientes.

Es preciso que los asuncenos y las asuncenas exijan a sus autoridades que cumplan con sus promesas y con las obligaciones que están claramente establecidas en la Ley Orgánica Municipal y otras normativas. Para eso fueron elegidos y para eso se les paga.

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